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La rutina de gimnasio que convirtió a Jake Gyllenhaal en una bestia


Si alguien piensa en Jake Gyllenhaal, es muy probable que en su mapa mental aparezca como el vaquero Jack Twist de Brokeback Mountain, como Donnie Darko o como el caricaturista Robert Graysmith de Zodiac. Es decir, como un hombre con un cuerpo con un cierto volumen pero con músculos muy poco definidos.

Pero el intérprete estadounidense también ha sido Anthony Swofford, un marine forzudo en Jarhead y Bill Hope, un boxeador de físico impresionante en Southpaw. Convenimos que el bueno de Jake es un actor camaleónico que juega con su cuerpo de la misma forma que maneja al milímetro su expresión facial. No conocemos los trucos de interpretación que le hacen ser uno de los mejores actores de su generación, pero sí sabemos lo que Gyllenhaal tuvo que hacer para poder ponerle un cuerpo tan escultural a su personaje.

El actor se puso en manos del entrenador de boxeo Terry Claybon del gimnasio LB4LB de Los Ángeles que le preparó dos sesiones: una por la mañana, al despertar (algunas veces a las 4:30 de la madrugada) y luego otra por la tarde. Todo el proceso le hizo ganar 12 kilos de masa muscular, según confesó en una entrevista concedida a TRAIN.


El plan de Claybon mezcla ejercicios cardiovasculares, boxeo y levantamiento de peso. Para empezar, todas las mañanas Jake tenia que hacer 1.000 abdominales tipo sit up. A continuación, corría 12 kilómetros y volvía al gimnasio para hacer 15 minutos de salto a la cuerda. A continuación, hacía 100 flexiones, trabajaba sus tríceps haciendo dips y terminaba con otras 1.000 abdominales más. Sí, un millar.

Por las tardes dedicaba su tiempo a subir al ring y hacer boxeo. Pero sin apenas luchar con nadie: tan solo trabajada en su juego de piernas para que pareciera creíble (en tres sesiones de nueve minutos cada una) y realizaba entrenamientos de boxeo de sombra (golpear al aire sin un oponente) en seis sesiones de tres intensos minutos cada una.

Pero Gyllenhaal no sólo golpeaba al aire, sino que también entrenó con el saco. A esta pesada pieza de dedicaba tres sesiones de nueve minutos cada una, y utilizaba un saco ligero y otro más consistente.

Mención aparte merece su relación con la rueda de tractor. Este elemento, que entró en los gimnasios gracias al crossfit, fue el mejor amigo del protagonista de Nightcrawler. En concreto, un amigo de 113 kilos de peso. Lo agarraba, lo levantaba y lo tiraba. Una y otra vez hasta llegar a la veintena de veces. Cuando terminaba, agarraba un gigantesco martillo y golpeaba la rueda en repetidas ocasiones, realizando un movimiento completo desde la espalda, levantándolo por encima de la cabeza, y por último, soltándolo con rabia contra la goma. Parece una locura, pero este ejercicio fortaleció sus brazos, su espalda y sus abdominales.


Aquí está resumida la rutina Gyllenhaal para convertirse en un boxeador:

- Mil abdominales.
- Correr 12 kilómetros.
- Una hora de entrenamiento en el ring.
- Una hora de entrenamiento centrado en el core.
- Una hora de boxeo o de cardio.
- Mil abdominales antes de irse a la cama.

Todos estos ejercicios estaban repetidos en dos sesiones de entrenamiento y fueron realizadas durante los siete días de la semana.

Pero matarse en el gimnasio no fue el único sacrificio que Jake Gyllenhaal realizó. En la misma entrevista confiesa que lo más importante fue el cambio que experimentó en su dieta. "Comía un montón de huevos, pollo, pescado, manzanas, plátanos, almendras, pasas, pan integral, cuscús, pasta, patatas y un montón de verduras hervidas y ensalada", revela en el mismo medio. Es decir, que para nada cortó su ingesta de carbohidratos, pero sí que evitó el azúcar refinado. Jake Gyllenhaal asegura que la mayoría de los hidratos de carbono los consumió por la mañana, y por la tarde se centraba en comer alimentos ricos en proteína. Respecto a los suplementos, tomó vitaminas (D3 y C) y batidos de proteínas.

Así que la fórmula está clara: trabajo intenso en el gimnasio y cuidado con la dieta, pero sin cortar el consumo de hidratos. Durísimo, pero a la vez sano. Dentro de la brutalidad que supone convertirse en un animal, claro.

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