LOS INCONVENIENTES DE SER GUAPO

Ser guapo ha arruinado mi vida. Vivo casi recluido, con miedo a salir a la calle y que todo el mundo se me quede mirando, me pida selfies o directamente me abrace entre gritos justo antes de desmayarse

Leí con lágrimas, bañando mis verdes ojos, las quejas de los seres de este mundo que padecen lo mismo que yo. "¡Ojalá no tuviera que soportar el peso de estos ensortijados cabellos rubios!", acabé exclamando mientras golpeaba la mesa con el puño y me quedaba mirando mi bíceps torneados a la perfección, para luego tocarme el brazo un poco porque yo también soy humano.


Ser guapo no es nada fácil. He aquí algunos de los inconvenientes con los que me encuentro cada día:


1. Llego tarde a todas partes porque pierdo mucho tiempo contemplándome en el espejo antes de salir de casa. Sin hacer nada: no tengo dudas sobre la camisa, no busco imperfecciones en el peinado. Nada. Simplemente me miro mucho.

2. Y pierdo aún más tiempo en la calle, de camino, ya que no puedo evitar volver a mirarme en cualquier superficie reflectante.

3. A veces se forma un tumulto de gente alrededor de un escaparate y cuando me muevo para seguir caminando, alguien suelta, con miedo: "¡No! ¡Todavía no! ¡Cinco minutos más! ¡Sólo cinco minutos más!".

4. Me gasto mucho dinero en ropa porque todo me queda bien. Pero tan bien...

5. Aunque siempre que me estoy probando ropa en una tienda, alguien intenta entrar en el probador "por error".

6. Pongo "por error" entre comillas porque normalmente se quedan con la puerta entreabierta, mirándome, muy quietos.

7. Por eso últimamente ya me pruebo la ropa en la misma tienda, subido a algún mostrador.

8. Un par de policías vinieron una vez a arrestarme por eso de quedarme desnudo en público, pero no sólo me dejaron ir, sino que uno de ellos me dio el teléfono de su hija.

9. De hecho, me multan por llevar casco cuando voy en moto. "¿Pero cómo tapas eso?", me dijo un policía de tránsito.

10. Jamás podré cometer un delito: ¿Qué testigo olvidaría esta cara?

11. Mejor, porque no sobreviviría ni media hora en la cárcel.



12. Cuando voy en avión, tengo que llegar al aeropuerto al menos tres o cuatro horas antes de embarcar: todo el mundo quiere pasarme las manos por todo el cuerpo para revisarme.

13. Mis amigos jamás se ligan a nadie cuando voy con ellos. Es cierto que si escojo a una las demás no tendrán más remedio que ligar con los demás pero al final las chicas no pueden remontar la decepción tras comparar a mis amigos conmigo.

14. A veces lloro abrazado a la almohada, pensando en todas esas chicas que nunca podrán tener un trozo de mí.

15. También he hecho llorar a mucha otra gente. Pensemos en una persona normal y corriente, como tú mismo, lector. Has conseguido adelgazar, has renovado tu vestuario, vas al gimnasio, usas cremas... Dedicas decenas de horas a cuidarte y gastas mucho dinero cada mes para mejorar tu aspecto físico en, no sé, un 20 por ciento, siendo generosos. Pero luego entras en un bar y me ves apoyado en la barra, sonriendo, siendo así simplemente porque así es como he nacido. Es para ponerse a llorar, ¿no?

16. A veces abrazo a esas pobres personas, pero es peor, porque con sus manos notan mi cuerpo apolíneo por debajo de la camisa y el llanto adquiere un tono de desconsuelo, impotencia y desesperanza.

17. Hago dudar a muchos hombres acerca de su heterosexualidad.

18. Cuando voy a cenar con una chica, la camarera la trata fatal. A veces ni la mira y se dirige a mí como si yo estuviera solo, sin traerle nada de lo que pide o equivocándose adrede. En otras ocasiones la mira con desprecio y casi se podría decir que le arroja la comida a la mesa, como si ella fuera un animal de granja.

19. ¿Sabes qué otra cosa horrible me pasa? Coma lo que coma, no hay forma de engordar. Cada cierto tiempo necesito ganar peso porque no me gusta que se me marquen demasiado los abdominales, pero me cuesta horrores ganar cada gramo. No se imaginan lo mal que lo paso los domingos por la tarde, bebiendo cervezas y comiendo chocolate.

20. En una ocasión di una conferencia y dejé a cuatro mujeres del público embarazadas. Una de ellas tenía 73 años.

21. Según el médico, ninguna mujer más o menos fértil debería mirarme a los ojos durante más de diez minutos sin usar anticonceptivos.

22. Por cierto, le gané a Ryan Gosling en un duelo de miradas lánguidas.

23. La discusión sobre si estoy mejor con barba o sin ella acabó en una pelea en un bar, que desembocó en tres días de disturbios por toda la ciudad. Cuando los tanques salieron a la calle, preferí salir del país durante más de un mes hasta que todo se tranquilizó.

24. En realidad, procuro salir poco a la calle y lo suelo hacer sobre todo de noche y en invierno, ocultando mi rostro con las solapas del abrigo subidas y la bufanda bien enrollada.


25. Soy como el hombre elefante, pero al revés.

26. Eso sí, cuando voy a la playa, me veo obligado a salir del agua en cámara lenta. Porque las cosas, o se hacen bien, o no se hacen.

27. No se me valora por mi inteligencia ni por mi personalidad. Aunque también es verdad que, al ser yo un hombre, no sólo no me importa, sino que ni me había fijado en eso hasta que me lo comentó una amiga el otro día.

28. Aunque en realidad no se puede decir que tenga amigas: todas están enamoradas de mí.

29. Pero es cierto: preferiría que se me valorara por otras cosas aparte de por mi físico y de mi rostro. Nadie se fija en lo elegante que voy, por ejemplo, sino que todas las miradas van directas a arrancarme la ropa a mordiscos.

30. Motivo por el cual nunca voy en el metropolitano ni en el tren eléctrico.

Me pregunto cuánto más podré aguantar. A veces me vendo toda la cara, salgo por los bares y miro con envidia a todos esos tipos con barriga, calvos, algo bizcos y con nariz aguileña que disfrutan tranquilamente de sus cervezas en compañía de sus amigos. Hasta que se me cae uno de los extremos del vendaje, mostrando mi nariz, quizás la boca, y alguien grita: "¡Es él! ¡Es él!", y tengo que salir corriendo, tapándome el rostro mientras gimo de dolor, huyendo por las callejuelas de esa turba que va blandiendo sus cámaras y arrojándome sus sostenes.

Autor: Anónimo (¿qué querías? ¿que te diga mi nombre para que vengas corriendo a mi casa a romperme la cara por la envidia? no, gracias).

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