¿POR QUÉ NOS EMOCIONA MÁS LA MUERTE DE UN PERRO QUE LA DE UNA PERSONA EN EL CINE? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

La ciencia trata de explicar nuestra empatía más intensa cuando percibimos a la víctima como vulnerable


Para mucha gente, Moonrise Kingdom no es una película adorable de Wes Anderson en la que se narran los amoríos de unos preadolescentes. Es la película en la que un perrito es asesinado de un flechazo. Ese recurso del director texano, que muchos consideran gratuito y disonante en una película deliciosa, hizo que más de uno se deprimiera en la butaca y no prestara mucha atención al resto del metraje.

La muerte de Snoopy -así se llamaba el can- hizo que el New Yorker publicara un artículo intitulado '¿Wes Anderson odia a los perros?'. En él se enumeran todas las tropelías que sufren nuestros mejores amigos peludos en toda la filmografía del estadounidense. Desde el atropello de Buckley, el Beagle de la familia Tenenbaum, hasta la mofa de un perro de tres patas en Life Aquatic, pasando por la escena de la sedación del perro guardián -otro Beagle, por cierto- de Fantastic Mr. Fox.

¿Se imaginan un artículo similar sobre las muertes de seres humanos en las películas de Tarantino? ¡Ni de vainas! A nadie le importa la muerte del señor Marrón, de Gogo Yubari o del mismísimo Bill. Nos impacta mucho más ver el asesinato de un animal -y más si es un perro- en pantalla que el de un congénere. ¿Por qué?

Este hecho tan peculiar ha sido analizado por investigadores de la Northeastern University de Boston y la Universidad de Colorado Boulder. En el trabajo se reunió a 256 estudiantes de ambos centros y se les mostró cuatro noticias falsas sobre un supuesto ataque perpetrado con un bate de baseball que había dejado graves heridas. En la primera, la víctima era un bebé de un año de edad; en la segunda, un adulto de 30 años; en la tercera, un cachorro; y en la última, un perro de 6 años.

La hipótesis de los autores era la de que las noticias protagonizadas por seres vulnerables causaban más impacto que aquellas en las que las víctimas eran adultos. Y los resultados confirmaron esta idea: la noticia del bebé fue la que causó más respuestas emocionales junto con la del cachorro y la del perro adulto. Todas ellas generaron la misma empatía. A nadie le importó mucho la del treinteañero. Esta reacción ocurría en los estudiantes de ambos sexos, pero se producía de manera más acusada en las mujeres.

Pero lo más interesante es que los perros parecen darse cuenta de cómo los percibimos y utilizan nuestros propios sentimientos para manipularnos. Así ha quedado demostrado en un trabajo realizado por la Universidad de Portsmouth en el que se grabó la expresión facial de varios perros en presencia o no de seres humanos.

Los resultados mostraron que los animales ponían cara de pena -esa mirada tan perruna de ojos redondos y las cejas levantadas- cuando había una persona cerca. Según las conclusiones, esta expresión a lo cachorro les sirve para captar la atención y demandar o cariño o comida.

Por cierto, Wes Anderson se va a resarcir con su nueva película, Isle of Dogs, que se estrenará en 2018. Con ese título (y con ese trailer) dudamos de que esta vez el director de The Grand Budapest Hotel haga sufrir a los amantes de los animales. Aunque nunca se sabe.

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