¿TODOS QUIEREN UNA CHAQUETA NEGRA?: O, LO QUE ES LO MISMO, UNA CHAQUETA DE CUERO COMO DIOS MANDA



El pasado mes de septiembre, en la semana de la moda femenina de New York, los mercenarios que captan las instantáneas destreet style se toparon con una grata sorpresa. Patricia Manfield o Bell Throne y otros iconos se pasearon por allí con chaquetas negras de cuero, repletas de púas y parafernalia punk. Paralelamente, numerosas firmas de lujo masculinas ponían a la venta las chamarras de sus colecciones para el otoño/invierno nortemericano que se viene. Las marcas de moda, ni cortas ni perezosas, lanzaron una batería de chamarras de cuero y de cuerina que auguraban una vuelta sin remedio de la prenda más guerrera del armario. Pero, ¿es que acaso alguna vez estuvo ausente?

Pocos diseños gozan de un reconocimiento tan unánime. La chamarra de cuero de motociclista no entiende de clases sociales, edad, sexo o grado de conocimiento de la moda. La Coca-Cola del armario es un producto perfecto que recibe el aplauso generalizado. Su versatilidad, la posibilidad de combinarlo con unos pantalones pitillo o una camisa blanca con corbata, convierte la célebre casaca de cuero -que casi nunca es de cuero- en un diseño que cubre todas las necesidades que se le presuponen a una prenda de semiabrigo.



La cosa viene desde tiempos inmemoriales. Si nuestros conocimientos no nos fallan, su origen se remonta a principios del siglo XX. La primera referencia que manejamos es la de la firma estadounidense Schott. En 1913, los hermanos de origen ruso, Irving y Jack Schott, comenzaron a fabricar casacas de cuero en un sótano en el Lower East Side. Las llamaron Perfectos, el nombre de su firma de cigarrillos favorita. Ese diseño abrigado y robusto convenció a un distribuidor de las motos Harley-Davidson que comenzó a venderlas como pan caliente entre los amantes de las motocicletas.

La llegada de la Segunda Guerra Mundial popularizó su uso entre los soldados que luchaban en Europa y Asia, sobre todo entre los aviadores del ejército del aire. Pero la deglución definitiva entre la gente corriente se produjo en 1954 cuando Marlon Brando la hizo suya en la película 'The Wild One', ese relato pandillero sobre dos ruedas producido por el gran Stanley Kramer. A raíz del estreno del filme, se dispararon las ventas de las motos Triumph y, cómo no, de las chamarras de cuero negras. Solo doce meses después llegó James Dean para apropiarse de la gesta. Con la ayuda de Moss Mabry, responsable de vestuario de la película 'Giant', su reluciente campera roja de piel combinada con unos jeans Lee 101 Z Rider (el primer slim fit de la historia) encumbró definitivamente el diseño.



Este modelo, asociado a la rebeldía y los espíritus libres, pronto fue considerado un símbolo de juventud (sobre todo en lo moral), de actitud valiente y desenfrenada. Unos valores que hoy permanecen más vigentes que nunca. Pero no fue hasta el estreno de otra película legendaria, 'Grease' (1978), cuando las firmas asimilaron definitivamente las casacas de cuero. Así es como comenzamos a verlas en la pasarela. De Gucci a Calvin Klein, pasando por el Dior Homme de Hedi Slimane o Prada.

Hoy, sin embargo, no podemos hablar de una tendencia como tal. Actualmente la campera negra representa el coraje de enfrentar la incertidumbre en la carretera abierta. La moto, la velocidad y el inconformismo han pasado ha convertirse en un básico materializado en las chaquetas de piel, polipiel o en versión shearling (forradas con borreguito desde el interior hasta las solapas). Hoy se llevan porque hace años que no han desaparecido de nuestros armarios. Es algo tan normal como la camiseta blanca, los BVDs o los pantalones de vestir. Básicos que configuran la personalidad de una generación sin miedo a enfrentar el día a día con los héroes del siglo XX en el recuerdo.

Seguro que ahora mismo Brando y Dean sonríen desde un lugar incierto al vernos adorar la prenda que los convirtió en estrellas.


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