THREE BILLBOARDS OUTSIDE EBBING, MISSOURI ES UNA CLARA ASPIRANTE A LOS OSCAR EN ESTOS TIEMPOS VIOLENTOS [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Frances McDormand brilla en el centro de una sátira menos envenenada y nihilista de lo que aparenta


En 2017, Estados Unidos aún se encontraba temblando por el shock experimentado en una de las carreras presidenciales más desagradables de todos los tiempos, luego tiene sentido que el pistoletazo de salida a su temporada de premios (es decir, los Globos de Oro) lo dieran un musical como La La Land y un drama social con aliento lírico como Moonlight. Ninguna de las dos películas pecaba precisamente de candorosa -quienes hablan de escapismo en Damien Chazelle quizá no entendiesen lo que quiso contar-, pero sí podríamos argumentar que eran dos espejos donde la sociedad norteamericana podía reflejar una imagen finalmente optimista de sí misma. Corte a este año, donde la ganadora en Comedia o Musical (Lady Bird) ha quedado bastante ensombrecida por el volumen de comentarios, debates y visiones que ha generado su contrapartida en Drama. Hay quien habla incluso de backlash, y todo antes de que Three Billboards Outside Ebbing, Missouri haya tenido ocasión de llegar a la cartelera peruana.

Resignémonos a haber perdido esa mirada limpia con la que todo espectador debería haber accedido al último trabajo de Martin McDonagh, cuya clara delantera en la carrera hacia el Oscar podría entenderse como una reacción a Moonlight: este es, sin duda, ese proverbial espejo en el que Estados Unidos ya está preparado para ver su rostro menos optimista. El dramaturgo, guionista y director británico-irlandés afirma haber pasado meses recorriendo el interior del país, bebiendo en esos bares donde sus personajes juegan al billar, entendiendo la mentalidad de un pueblo pequeño que, a la postre, debía servirle como atalaya desde la que contemplar toda un alma nacional. Three Billboards Outside Ebbing, Missouri comienza cuando Mildred Hayes (Frances McDormand, en uno de los mejores papeles de su carrera) coloca tres carteles en una carretera secundaria, a modo de metáfora extrema de la monomanía que lleva consumiéndola desde que su hija fue violada y quemada en una cuneta. Las ondas psicosociales que esa piedrecita en tipografía Impact y fondo rojo sangre acaba provocando en la comunidad garantizan seísmos en una platea que, por muy acostumbrada que crea estar a la obra de McDonagh, definitivamente no está preparada para los diálogos y situaciones límite que nos ha cocinado aquí.

Ya en The Cripple Of Inishmaan (1996), la primera entrega de su Trilogía de las Islas Aran, el autor comenzó a concebir la comedia negra como instrumento para llegar a la verdad profunda de unos personajes tan demolidos que cualquier otra pluma los consideraría carne de tragedia. Three Billboards Outside Ebbing, Missouri quizá sea su película más temeraria desde el punto de vista tonal, con secuencias minuciosamente diseñadas para minar tus defensas y poner contra las cuerdas cualquier idea preconcebida que pudieras tener sobre la vida en la Norteamerica profunda. Incluso sus momentos más abiertamente cómicos, como el diálogo de Mildred con el sacerdote, llevan dentro tal carga de veneno que se acaban asemejando más a una patada en la boca del estómago.

Ejemplo supremo de película alérgica al compromiso o a las soluciones sencillas, Three Billboards... trabaja duro para hacerte empatizar con alguien que, más adelante, acabará arrojando cócteles molotov cual ejército de una sola persona. McDonagh nos pregunta si los estallidos de violencia no serán la única reacción civilizada a un mundo que hace tiempo dejó de fingirse racional. Sus criaturas se adentran en rincones realmente tenebrosos del corazón, pero el argumento nunca pierde su capacidad para trascender la anécdota y extender un diagnóstico (no demasiado favorable) al conjunto de una sociedad enferma y autodestructiva.


Puede que estemos ante una obra de madurez, tan rigurosa en sus malabarismos de tono como en los desequilibrios emocionales de sus personajes, pero el McDonagh de Three Billboards... aún no ha logrado superar del todo ese talón de Aquiles que la metalingüística Seven Psychopaths (2012) afrontó directamente: su tendencia a sobrescribir determinados pasajes de la narración, o a forzar la maquinaria hasta hacer que la trama dicte el destino de los personajes (y no al contrario). Así, aunque Sam Rockwell haga un trabajo sobresaliente, uno tiene la sensación de que el tercer acto acaba pidiéndonos que creamos a pies juntillas en un giro existencial que el guión no plantea de manera orgánica. Esta y otros atajos artificiales conducen a Three Billboards Outside Ebbing, Missouri hasta una secuencia final sencillamente memorable, luego quizá podamos hablar de peccata minuta. Es sólo que McDonagh estuvo tan cerca de las cinco estrellas que resulta un tanto decepcionante ver cómo no puede evitar hacer trampas en el clímax. La primera carta que escribe el personaje de Woody Harrelson resume mejor las intenciones secretas de esta sátira que, escondida tras varias capas de nihilismo, se termina revelando como un conmovedor (si bien nada obvio) llamamiento a la empatía. Incluso en el mismísimo Infierno, incluso cuando la ira te haya convertido en alguien a quien ya no reconoces, incluso entonces necesitas comprender a esa gente que te provoca tanto asco. Sólo eso evitará que nos acabemos haciendo trizas los unos a los otros.

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