JEROME GRAND HOTEL: LA TENTACIÓN DE DORMIR ENTRE FANTASMAS DEL VIEJO OESTE [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

¿Quién no ha querido alguna vez vivir una aventura en una de las ciudades abandonadas más míticas del Far West y pasar la noche batallando contra espectros en un establecimiento con historia?


El Viejo Oeste norteamericano es y será siempre tierra de mitos y leyendas. Leyendas que se han quedado firmemente ancladas, soportando el paso del tiempo, aunque sus protagonistas ya se hayan desvanecido. Porque todo es transitorio, especialmente en el Far West: sus desiertos, quebradas rojizas y sus vastas llanuras fueron atravesadas desde el siglo XIX por innumerables pioneros en busca de una riqueza que no supieron hallar en el este. Era sin embargo complicado encontrar terrenos fértiles para dedicarse a la agricultura, así que toparse con petróleo u oro se convirtió en la gran obsesión. Si se daba con la veta, la noticia del hallazgo corría como la pólvora y en pocas semanas una boomtown (ciudad seta) crecía a su alrededor, muchas veces en condiciones orográficas imposibles.

Los recursos, sin embargo, tendían a ser sobrexplotados y, con el tiempo, se agotaban. Como resultado, lo que fueron un día comunidades florecientes se convertían casi de la noche a la mañana en ciudades fantasma, dejando apenas unas pocas huellas de lo que un día fueron. Jerome, situada en el centro de Arizona, es uno de los mejores ejemplos de este fenómeno: en el último cuarto del siglo XIX, los yacimientos de cobre y oro atrajeron a los prospectores a las Colinas Negras del condado de Yavapai. En Cleopatra Hill, un lugar idílico pero abrupto sobre el que se contempla todo el Verde Valley, se instaló la compañía minera United Verde, que llegó a explotar una de las mayores minas del mundo, empleando a 800 hombres. El municipio que surgió a su vera se convirtió, como solía pasar en muchos de estos casos, en un paraíso para los negocios relacionados con el alcohol, el juego y la prostitución, ya que servían a una población casi 80% masculina. El New York Sun llegó incluso a calificar a Jerome como "la ciudad más perversa de todo el Oeste".

El tiempo dio paso a instituciones y edificios más respetables, como escuelas, oficinas de correos e iglesias, y el municipio se llegó a convertir en el cuarto más grande de todo el estado. Pero con la llegada de la Gran Depresión, la explotación minera empezó a caer en picada y, aunque la demanda de cobre experimentó un breve repunte en los años de la Segunda Guerra Mundial, la mina de United Verde cerró a principios de los 50 y la población huyó en masa a la búsqueda de destinos más prósperos. Jerome paso de albergar a 15.000 habitantes en los años 20 a menos de un centenar sólo un cuarto de siglo después. Los que se quedaron fueron los primeros en admitir que vivían en una ciudad fantasma.

En los años 60 y 70, la cultura hippie trajo a pioneros de otra clase que buscaban reductos remotos para desarrollar sus proyectos artísticos en libertad, pero Jerome sobrevive hoy en día realmente gracias a los turistas que quieren ver in situ los vestigios del gran pasado norteamericano. Entre ellos un arma secreta que eleva su condición de ciudad fantasma a otro nivel: uno de los hoteles en los que se recoge el mayor número de testimonios de fenómenos paranormales del mundo.

El imponente Jerome Grand Hotel, inspirado en la arquitectura de las misiones españolas, preside en la actualidad el municipio desde lo alto de la colina, pero fue construido en 1926 con otro fin y otro nombre: United Verde Hospital, la clínica más moderna de Arizona y prácticamente de todo Estados Unidos en su momento. No atendía pues únicamente a los habitantes de Jerome, sino a miles y miles de pacientes que recorrían centenares de millas buscando una atención sanitaria en condiciones, que aún en esa época era esquiva en esa zona del país. Y, por supuesto, no todos podían ser salvados o curados: se calcula que alrededor de 9.000 personas fallecieron entre sus paredes en los casi 30 años que estuvo abierto, hasta el cierre de la mina.

Se mantuvo clausurado luego durante 44 años, hasta 1994, cuando una familia lo compró para restaurarlo y reinaugurarlo como un hotel, respetando al máximo la arquitectura original. El éxito fue inmediato, pero, prácticamente desde su reapertura, una buena parte de sus huéspedes empezaron a reportar en recepción haber sido testigos de fenómenos extraños. En la mayoría de los casos, aseguraban haber oído voces, toses o estornudos en su habitación durante la noche, o ser despertados por luces o televisores que se encendían y apagaban solos, pero luego las historias fueron 'in crescendo'.

En la habitación 32, por ejemplo, varios clientes dijeron haber visto una presencia fantasmagórica en el balcón, el mismo que utilizó un minero tullido décadas atrás para precipitarse al vacío porque no podía soportar la idea de vivir confinado en una silla de ruedas. Y en el sótano y la lavandería, empleados del hotel cuentan haberse encontrado con cierta frecuencia con una sombra con apariencia humana, cerca del lugar donde murió Claude Harvey, un empleado de mantenimiento del antiguo hospital, supuestamente aplastado por el ascensor de servicio, aunque se cree que antes fue asesinado. También son recurrentes la visión de un niño de unos cinco años que corretea por el pasillo del tercer piso, el sonido del llanto de un bebé que proviene de cuartos vacíos o el avistamiento de un (sí, en serio) gato fantasma que se cuela en las habitaciones cuando están las puertas y ventanas cerradas (un huésped fue incluso capaz de sacarle una foto, que ahora cuelga en recepción). Se le puede conceder a todo esto la credibilidad que se quiera y desde luego el poder de la sugestión es muy grande, pero lo que sí es innegable es que, según confirman sus propios dueños, el libro de visitas del establecimiento tiene que ser sustituido cada año porque sus 300 páginas se llenan de testimonios similares.

Si quieres vivir tu propia experiencia paranormal, puedes reservar una habitación desde 165 dólares. Y si no te atreves a pasar la noche, siempre puedes hacer una visita corta y tomarte en su restaurante un Bloody Mary con una de las mejores hamburguesas de búfalo que vas a probar.

Jerome además está en un enclave privilegiado, a poca distancia del Grand Canyon y de las mejores rutas en carretera de Arizona, como la Oak Creek Canyon Drive o, como se la conoce oficialmente, Route 89A. Puedes coger esta carretera desde Flagstaff, una ciudad cuyo nombre parece remitir a Game Of Thrones y que está ubicada a 2.100 metros de altitud, con impresionantes vistas hacia los San Francisco Peaks -el sistema montañoso más alto del estado- y rodeada del mayor bosque contiguo de pinos Ponderosa de Estados Unidos. Son únicamente 29 millas (46 km), pero cada una de ellas se queda grabada a fuego. Es un constante descenso inclinado que comienza como bosque cerrado y, a medida que se baja, cada curva va dando paso a aberturas para contemplar la mole rojiza del cañón salpicada por hileras de robles, pinos y arces.

El camino impresiona todo el año, pero más especialmente en invierno, cuando es muy probable que la cima se encuentre nevada y la nieve vaya desapareciendo paulatinamente en el descenso; y en otoño, con los cambios de colores propios de la estación. El destino final, Sedona, no desmerece en absoluto. Sus vertiginosas formaciones rocosas han servido de escenario a decenas y decenas de producciones cinematográficas, granjeando a la localidad el sobrenombre de "el pequeño Hollywood de Arizona". Allí fue donde Sterling Hayden le imploró a Joan Crawford diciéndole: "Miénteme, dime que me quieres" en Johnny Guitar. Desde ahí, Jerome está a sólo 40 kilómetros.

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