¿POR QUÉ VER FREAKS AND GEEKS ES COMO VERLE LA CARA A DIOS... VARIAS VECES? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
O, ¿por qué Freaks and Geeks es el principio y el fin de todas las cosas que haces en tu día a día? Como sea, si esta serie no es la materia que le da significado a tu vida es porque todavía no la has visto
En la escena final del piloto de Freaks and Geeks, la protagonista, Lindsay Weir, que durante todo el capítulo había descartado asistir a un baile organizado en su instituto, contempla, desde la resignada esquina en que se ha plantado, cómo su hermano menor Sam consigue por fin salir a la pista con la chica que le gusta. Una chica que le saca dos cabezas y pertenece al equipo de animadoras.
Ese acto de catarsis kármica hace que sus ojos se empañen y ella misma pida a Eli la siguiente pieza. Eli, interpretado por un casi debutante Ben Foster (¡Ben Foster! ¡Sí, el primer Arcangel de X-Men y el maloso pistolero de 3:10 To Yuma!), cuenta con un pequeña minusvalía psíquica y jamás habría reunido el valor para pedirle un baile a la chica más inteligente (certificado), más guapa (demostrable) y confusa del colegio; así que, a la que primera que suena el Come Sail Away de los Styx, la platea tiene que responder viéndole la cara a Dios. Sencillamente no serías humano si no te sucediera este experiencia.
El crescendo de la canción de los Styx sumado a la doble feliz paradoja de dicha escena está matemáticamente programado para que creas, sin lugar a dudas, en la bondad infinita del ser humano. Es la fórmula que haría popular al productor ejecutivo Judd Apatow y que en paralelo comenzó a cultivar el guionista Aaron Sorkin, cuya The West Wing echó a andar aquel mismo 1999. Son años, los de la segunda administración Clinton, en que la relativa paz y el reflote económico daban lugar a un justificado optimismo.
La trama de Freaks and Geeks puede explicarse de manera muy sencilla. Imagina que Brandon y Brenda Walsh no se hubieran mudado nunca de su aburrida Minneapolis natal a la sofisticada Beverly Hills y tendrás una de las realidades paralelas en las que ser popular no dependía del dinero que tuvieras, sino de tus habilidades sociales, de las que los jóvenes Weir no andan sobrados precisamente.
Es curioso que toda aquella camada de estrellas precocinadas encabezadas por Jason Priestley y Shannen Doherty que en los primeros 90 gozaron de popularidad planetaria estén absolutamente olvidados hoy en día y muchos de los miembros de Freaks and Geeks protagonicen y produzcan gran parte de la comedia gamberra-familiar actual, aún 17 años después de volcar en la parrilla su primera y única temporada.
El portal web Actores, Directores y Guionistas de Latinoamérica te trae varias razones por las que el producto que nos ocupa en este texto, tan maltratado durante su tiempo de emisión en cadena nacional y retomado hace unas semanas por Netflix, sigue resultando tan relevante hoy en día:
1. PARECE GRABADA ANTES DE AYER
La acción acaece en el curso de 1981, es decir, 18 años antes de su fecha de manufactura. Para ello se llevó a cabo un ejercicio de espeleología fashion sublimado en el abrigo militar que viste Lindsay, el mismo que vistió su padre en la guerra de Corea. Supuso un ejercicio de recreación tan ajustado que le otorgó una estética eterna.
2. TRATA PROBLEMAS REALMENTE VIGENTES
Como la inadaptación al grupo, el sentimiento de alienación y la búsqueda de identidad. Sam es dos cabezas más bajo de lo que le corresponde por edad y aún carece de vello corporal a los 14. Todo ello sumado a su amor por la ciencia ficción, los juegos de mesa, Monty Python y el Saturday Night Live por encima de los deportes hacen de él un geek. Lindsay, de 16, sufre otro tipo de desarraigo. Frente al aburrido puritanismo de su grupo de nerds -los Mathletas (atletas de las matemáticas)- comenzará a alternar con el grupo de Daniel (James Franco), Nick (Jason Segel), Kim (Busy Phillips) y Ken (Seth Rogen), alcohólicos fumones fanáticos de los paseos en carro sin rumbo, la música de garage y el minimoesfuercismo. Pocos se meten con ellos, pero tampoco terminan de ser los populares del instituto (papel reservado a deportistas y animadoras). Su etiqueta de freaks tiene que ver de algún modo con bichos raros o parias sociales. ¿Quién no se ha sentido englobado en alguno de los dos grupos (o en los dos de manera sucesiva)?
Además de ello, resultó realmente audaz (recordemos: 1999) otorgar el protagonismo troncal a una mujer. No porque fuera una práctica inhabitual, sino porque poner el foco en Lindsay, dotándola de la mejor materia prima intelectual y emocional, hablaba de una generación de mujeres: las hijas de los baby boomers con menos prejuicios que sus madres. Primera del instituto y seleccionada de entre todos los alumnos para hacerle una pregunta al VP George H. W. Bush a su paso por el lnstituto McKinley, Lindsay aspira a dominar el mundo algún día. En contrariedad, su madre (Jean Weir) no tiene otro papel en la serie que cocinar y servir de negociadora entre los dos muchachos y su republicano padre en un retrato derrotista y condescendiente de una de las últimas generaciones perdidas. Nueve años después, Cindy Walsh, corazón del clan Walsh en Beverly Hills, heredaría ese estático rol de mujer florero pero sin pizca de autoparodia.
3. LOS CIMIENTOS DEL HUMOR FAMILIAR DEL SIGLO XXI
Pese a su calidad de producto maldito (comparte el honor de haber durado una sola temporada con otras series notables como Studio 60 on the Sunset Strip, Firefly, My So-Called Life, The Black Donnellys o Rubicon), todo el fruto que sembró la factoría Paul Feig / Judd Apatow echó sólidas raíces. Con la versión femenina de Ghostbusters a punto de estrenarse a manos de Feig (quien se doctoró con Bridesmaids) y el reciente fenómeno Amy Schumer coronado por Apatow en Trainwreck, reconforta comprobar que el humor cultivado por el sector geek de Freaks and Geeks se ha mantenido ágil y fresco.
4. LOS RETRATADOS SON LOS JÓVENES PERO ABARCA CUATRO GENERACIONES
O al menos tres y media: la adolescencia tardía (y la preadolescencia), los padres de estos y un estrato intermedio representado por el consejero escolar, Mr. Rosso, con un pie aún en Woodstock y traumas propios de la treintena perfectamente intercambiables con los protagonistas de la descarnada y reciente Love, con Judd Apatow de vuelta a las series.
5. VERLA POR PRIMERA VEZ ES HACER UN FLASHBACK A LA CARRERA DE TUS ACTORES FAVORITOS
Hay un elenco de freaks escondidos a los que has seguido la pista en multitud de proyectos de envergadura, sea dándote cuenta o no. La serie cuenta con participaciones anecdóticas de cabezas de los afiches del cine actual como Rashida Jones, Jason Schwartzman, Ben Foster, Ben Stiller, Leslie Mann, Shia LaBeouf o Lizzy Caplan, redondeando un casting que parece la Capilla Sixtina.
[Bonus] La última y por ello más importante de todas las razones que vamos a traer aquí hoy es...
¡Bill Haverchuck!, interpretado por Martin Starr, hoy en Silicon Valley. Roba tantas escenas que es una vergüenza que aún no lo haya detenido la policía.
En la escena final del piloto de Freaks and Geeks, la protagonista, Lindsay Weir, que durante todo el capítulo había descartado asistir a un baile organizado en su instituto, contempla, desde la resignada esquina en que se ha plantado, cómo su hermano menor Sam consigue por fin salir a la pista con la chica que le gusta. Una chica que le saca dos cabezas y pertenece al equipo de animadoras.
Ese acto de catarsis kármica hace que sus ojos se empañen y ella misma pida a Eli la siguiente pieza. Eli, interpretado por un casi debutante Ben Foster (¡Ben Foster! ¡Sí, el primer Arcangel de X-Men y el maloso pistolero de 3:10 To Yuma!), cuenta con un pequeña minusvalía psíquica y jamás habría reunido el valor para pedirle un baile a la chica más inteligente (certificado), más guapa (demostrable) y confusa del colegio; así que, a la que primera que suena el Come Sail Away de los Styx, la platea tiene que responder viéndole la cara a Dios. Sencillamente no serías humano si no te sucediera este experiencia.
El crescendo de la canción de los Styx sumado a la doble feliz paradoja de dicha escena está matemáticamente programado para que creas, sin lugar a dudas, en la bondad infinita del ser humano. Es la fórmula que haría popular al productor ejecutivo Judd Apatow y que en paralelo comenzó a cultivar el guionista Aaron Sorkin, cuya The West Wing echó a andar aquel mismo 1999. Son años, los de la segunda administración Clinton, en que la relativa paz y el reflote económico daban lugar a un justificado optimismo.
La trama de Freaks and Geeks puede explicarse de manera muy sencilla. Imagina que Brandon y Brenda Walsh no se hubieran mudado nunca de su aburrida Minneapolis natal a la sofisticada Beverly Hills y tendrás una de las realidades paralelas en las que ser popular no dependía del dinero que tuvieras, sino de tus habilidades sociales, de las que los jóvenes Weir no andan sobrados precisamente.
Es curioso que toda aquella camada de estrellas precocinadas encabezadas por Jason Priestley y Shannen Doherty que en los primeros 90 gozaron de popularidad planetaria estén absolutamente olvidados hoy en día y muchos de los miembros de Freaks and Geeks protagonicen y produzcan gran parte de la comedia gamberra-familiar actual, aún 17 años después de volcar en la parrilla su primera y única temporada.
El portal web Actores, Directores y Guionistas de Latinoamérica te trae varias razones por las que el producto que nos ocupa en este texto, tan maltratado durante su tiempo de emisión en cadena nacional y retomado hace unas semanas por Netflix, sigue resultando tan relevante hoy en día:
1. PARECE GRABADA ANTES DE AYER
La acción acaece en el curso de 1981, es decir, 18 años antes de su fecha de manufactura. Para ello se llevó a cabo un ejercicio de espeleología fashion sublimado en el abrigo militar que viste Lindsay, el mismo que vistió su padre en la guerra de Corea. Supuso un ejercicio de recreación tan ajustado que le otorgó una estética eterna.
2. TRATA PROBLEMAS REALMENTE VIGENTES
Como la inadaptación al grupo, el sentimiento de alienación y la búsqueda de identidad. Sam es dos cabezas más bajo de lo que le corresponde por edad y aún carece de vello corporal a los 14. Todo ello sumado a su amor por la ciencia ficción, los juegos de mesa, Monty Python y el Saturday Night Live por encima de los deportes hacen de él un geek. Lindsay, de 16, sufre otro tipo de desarraigo. Frente al aburrido puritanismo de su grupo de nerds -los Mathletas (atletas de las matemáticas)- comenzará a alternar con el grupo de Daniel (James Franco), Nick (Jason Segel), Kim (Busy Phillips) y Ken (Seth Rogen), alcohólicos fumones fanáticos de los paseos en carro sin rumbo, la música de garage y el minimoesfuercismo. Pocos se meten con ellos, pero tampoco terminan de ser los populares del instituto (papel reservado a deportistas y animadoras). Su etiqueta de freaks tiene que ver de algún modo con bichos raros o parias sociales. ¿Quién no se ha sentido englobado en alguno de los dos grupos (o en los dos de manera sucesiva)?
Además de ello, resultó realmente audaz (recordemos: 1999) otorgar el protagonismo troncal a una mujer. No porque fuera una práctica inhabitual, sino porque poner el foco en Lindsay, dotándola de la mejor materia prima intelectual y emocional, hablaba de una generación de mujeres: las hijas de los baby boomers con menos prejuicios que sus madres. Primera del instituto y seleccionada de entre todos los alumnos para hacerle una pregunta al VP George H. W. Bush a su paso por el lnstituto McKinley, Lindsay aspira a dominar el mundo algún día. En contrariedad, su madre (Jean Weir) no tiene otro papel en la serie que cocinar y servir de negociadora entre los dos muchachos y su republicano padre en un retrato derrotista y condescendiente de una de las últimas generaciones perdidas. Nueve años después, Cindy Walsh, corazón del clan Walsh en Beverly Hills, heredaría ese estático rol de mujer florero pero sin pizca de autoparodia.
3. LOS CIMIENTOS DEL HUMOR FAMILIAR DEL SIGLO XXI
Pese a su calidad de producto maldito (comparte el honor de haber durado una sola temporada con otras series notables como Studio 60 on the Sunset Strip, Firefly, My So-Called Life, The Black Donnellys o Rubicon), todo el fruto que sembró la factoría Paul Feig / Judd Apatow echó sólidas raíces. Con la versión femenina de Ghostbusters a punto de estrenarse a manos de Feig (quien se doctoró con Bridesmaids) y el reciente fenómeno Amy Schumer coronado por Apatow en Trainwreck, reconforta comprobar que el humor cultivado por el sector geek de Freaks and Geeks se ha mantenido ágil y fresco.
4. LOS RETRATADOS SON LOS JÓVENES PERO ABARCA CUATRO GENERACIONES
O al menos tres y media: la adolescencia tardía (y la preadolescencia), los padres de estos y un estrato intermedio representado por el consejero escolar, Mr. Rosso, con un pie aún en Woodstock y traumas propios de la treintena perfectamente intercambiables con los protagonistas de la descarnada y reciente Love, con Judd Apatow de vuelta a las series.
5. VERLA POR PRIMERA VEZ ES HACER UN FLASHBACK A LA CARRERA DE TUS ACTORES FAVORITOS
Hay un elenco de freaks escondidos a los que has seguido la pista en multitud de proyectos de envergadura, sea dándote cuenta o no. La serie cuenta con participaciones anecdóticas de cabezas de los afiches del cine actual como Rashida Jones, Jason Schwartzman, Ben Foster, Ben Stiller, Leslie Mann, Shia LaBeouf o Lizzy Caplan, redondeando un casting que parece la Capilla Sixtina.
[Bonus] La última y por ello más importante de todas las razones que vamos a traer aquí hoy es...
¡Bill Haverchuck!, interpretado por Martin Starr, hoy en Silicon Valley. Roba tantas escenas que es una vergüenza que aún no lo haya detenido la policía.
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