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Bien al servicio del fan service (escenas sangrientas, thriller retorcido y guiños pop) y una reflexión cultural: la amenaza de la homofobia


Cuando la cadena FX estrenó en 2016 la aclamada y premiadísima The People v O. J. Simpson, gran parte de la crítica televisiva coincidió en que no parecía una serie de Ryan Murphy (Glee, American Horror Story). Para aquella primera temporada de American Crime Story, antología sobre sucesos reales que impactaron a Norteamérica, cedió el guión a Scott Alexander y Larry Karaszewski, dio unas sencillas pautas formales con la dirección del primer episodio y relegó su humor ácido, sus referencias pop, el divismo de sus estrellas femeninas, para enclaustrarse en la sala de un juzgado durante diez episodios. En aquella época, su obra estaba en decadencia, con la saga AHS prácticamente muerta, antes del estreno de Roanoke, y su enésima comedia hiriente, Scream Queens, recién estrenada. El hit sobre O. J. Simpson fue un punto de inflexión en su carrera, y para la segunda entrega de ACS regresa con una historia con la que sentirse algo más cómodo. Mansiones millonarias, sórdidas habitaciones de hotel, un asesino en serie y el duelo entre dos hombres homosexuales. Lo hace legimitado y convencido de la brutal crítica cultural que hay tras The Assassination Of Gianni Versace sobre un tema todavía tabú, en televisión y en general: la homofobia.

Es la mañana del 15 de julio de 1997. Después de desayunar, Gianni Versace sale de su mansión en Miami Beach, en Ocean Drive, para comprar unas revistas a unas manzanas de distancia, pero nunca volverá a entrar en ella. Cuando se acerca de nuevo a la puerta de Casa Casuarina, el joven Andrew Cunanan lo asesina disparándolo en la cabeza. Ese es el comienzo de The Assassination Of Gianni Versace y es casi la única vez que la serie aborda el momento de la muerte del famoso diseñador, al menos en la recta inicial. Aunque se apuntan las intrigas familiares (por algo son Penélope Cruz y Ricky Martin las grandes estrellas, como Donatella Versace y Antonio D'Amico, pero no las mejores interpretaciones), el crimen no es más que una premisa. Con Tom Rob Smith (London Spy) al guión y Murphy en la dirección de sus minutos inaugurales, la ficción establece un juego temporal hacia atrás que combina a la perfección el fan service (escenas sangrientas, thriller retorcido, eye candy y canciones pop) con una clarísima propuesta sobre lo que llevó a este hombre de 27 años a acabar con la vida del modisto más popular del mundo: el odio a su propia condición sexual.

Al decir esto puede parecer que Andrew Cunanan era un homófobo reaccionario con un arma en la mano, pero la serie, basada en Vulgar Favors, la investigación que la periodista Maureen Orth publicó en 1999, se centra en un análisis con muchos más matices. Es por ello que quien se ha alzado como el gran valor de la serie es Darren Criss (junto a Edgar Ramírez, que da vida a Versace); el joven actor al que conocimos en Glee se mete en la piel de Cunanan, una figura fantasiosa, mentiroso compulsivo y con delirios de grandeza, metido a prostituto ocasional para hombres mayores, que ya había matado a cuatro personas en los meses previos al crimen contra el italiano. The Assassination Of Gianni Versace nos muestra episodios de su vida casi al azar, y aunque no entendemos muy bien sus motivaciones (tal vez no hasta el final de la serie, si es que aborda su pasado familiar; tal vez nunca), sí el instinto que lo lleva a matar. Lo más importante del retrato de este asesino en serie es cómo lo opone al del propio Versace. El primero es un hombre gay que se odia a sí mismo y que emprende una huida delictiva movido por impulsos terribles que ni él mismo parece comprender bien; el segundo es un hombre gay que, tras superar una enfermedad, abraza la vida y vive su condición con honestidad a sí mismo.

La oposición de la familia Versace no sólo le ha dado al equipo de Murphy una dosis de titulares extra, también es el síntoma definitivo de por qué es tan necesaria. El motivo para ocultar la historia tras el crimen de Versace (que el italiano era portador de VIH, que conoció a su asesino en 1990…) es el mismo que en los 90: el miedo a que los detalles de la vida personal del diseñador empañen su imagen de creador y artista, la homofobia de la sociedad estadounidense (en particular) y los medios de comunicación. Ese es precisamente el discurso más crítico de The Assassination Of Gianni Versace, la constante confrontación entre los espacios públicos y privados, entre la apariencia y lo real. Lo vemos cuando Donatella Versace quiere enterrar las morbosas teorías sobre su hermano (también en el tercer episodio, que plantea los asesinatos previos de Cunanan), pero, por encima de todo, en la forma en que Cunanan construye esa identidad insondable. Prefiere mimetizarse en cualquier fantasía antes que en sí mismo porque es incapaz de aceptarse y amarse. The Assassination Of Gianni Versace podría haber sido una serie de homosexuales matándose a sí mismos, pero por suerte es un relato admonitorio sobre cómo la homofobia y la cultura que la alimenta puede acabar con nosotros.

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