ESTA ES LA RAZÓN POR LAS QUE SÓLO TE INTERESAN LAS SERIES AMERICANAS [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Lo de que las series británicas y europeas son tan buenas como las estadounidenses ya es una obviedad, pero, ¿por qué no las ves todavía?


Abril es un mes espectacular para las series europeas. HBO nos trajo Killing Eve, una vuelta de tuerca al thriller de espionaje, divertidísima y con dos geniales personajes femeninos. En España se estrenó la segunda temporada de Occupied, una original distopía sobre qué sucedería si Rusia invadiera Noruega en la actualidad. El festival Canneseries ha realizado un palmarés de diferentes producciones mundiales, entre las que se encontraba la española Félix. Decir que la ficción televisiva del Viejo Continente (podemos incluir además la de otras industrias más lejanas) no tiene nada que envidiar a la estadounidense es una obviedad, pero aquí estamos, diciéndolo otra vez. No tenemos que alejarnos mucho para dar con un título muy superior a lo que hacen las networks norteamericanas en señal abierta (y hasta en algunas cadenas de pago): hablamos de Fariña. La creación de Antena 3 muestra un despliegue de producción que muchos canales no se atreverían a afrontar, bucea en una problemática española (el narcotráfico en Galicia), y se arriesga a plantear menciones políticas reales (a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, entre otros). Si el panorama de series es así de brillante, ¿por qué seguimos viendo siempre lo mismo y hablando siempre de lo mismo?

Si queremos poner sobre la mesa una explicación sencilla podemos recurrir a una muy habitual cuando hablamos de cine. ¿Por qué nos interesa más el blockbuster omnipresente que la película independiente de turno? Pues porque el primero se promociona más. Es cierto que, en el universo de las series, las compañías creadoras son cada vez menos y más grandes (de hecho, son las mismas que invierten en la gran pantalla: recordemos el caso Disney-Fox), y dedican más esfuerzo de marketing a sus producciones caras y a las propias que a las baratas y a las que sólo distribuyen. Es lógico: Netflix cuelga en los edificios europeos afiches de The Crown y Altered Carbon pero nada de la simpática Todo Es Una Mierda (ya cancelada, lo sentimos) ni de Tabula Rasa, la ficción belga de intriga que incorporó a su catálogo hace unas semanas. No obstante, centrarnos sólo en este argumento sería un tanto hipócrita. Las plataformas PPV tienen cada vez más en cuenta las series ajenas a la producción estadounidense y las generalistas tienen un gran peso en la exportación internacional. Pongamos el ejemplo de Atresmedia, con filones como Gran Hotel y Velvet (llevaron a Netflix a producir Las Chicas Del Cable) o Vis A Vis y La Casa De Papel (que han encontrado una segunda vida en las cadenas de abonados).

Quizá deberíamos centrar la mirada en otros motivos, que nos implican solamente a nosotros, nos demos cuenta o no: el prejuicio y la costumbre. La razón para no ver series que se producen fuera de Estados Unidos es la misma que algunos siguen utilizando para argumentar sus razones para no ver series europeas. De las producciones españolas se suele decir, por ejemplo, que son malas; de las producciones británicas o europeas se suele decir que son lentas. Los que no han visto El Ministerio Del Tiempo ni Fariña son los mismos que no han visto la sueco-danesa Bron, tal vez el mejor thriller de nuestra década, ni el fenómeno The End Of The Fucking World. Aun así, quienes ponen como excusas el ritmo y el tono de estas ficciones aciertan algo más: los formatos y los códigos audiovisuales a los que estamos acostumbrados proceden sin duda de la pantalla norteamericana. No es lo mismo ver Homeland que la serie israelí que la inspiró, Hatufim. No es lo mismo ver la House Of Cards británica de los 90 que la House Of Cards de Netflix, de 2013. Sin irnos a casos tan extremos: no es lo mismo ver las primeras temporadas de Black Mirror, producidas por Channel 4 en Reino Unido, que las últimas, con un proceso mucho más americanizado y mainstream. Pero salir de esta zona de confort no es tan difícil. Sólo hay que tener curiosidad y ganas, y de eso los seriéfilos tienes hasta para regalar.

Hay otras ideas que podemos barajar y que tienen todo el sentido del mundo en el momento actual. Hablamos de la burbuja de series, ese término con el que los expertos han venido a denominar la oferta inabarcable de las cadenas, y que nos aporta, por un lado, la sensación de que es imposible verlo todo; y por otro, la determinación de que, si no vamos a poder satisfacer nuestro afán completista, mejor nos quedamos con lo que ya nos gusta. ¿Por qué te llenan el alma series y películas como Stranger Things y Ready Player One? Porque te asusta mirar más allá de los referentes que ya manejas. Hay demasiados. En una época en que los estímulos populares, de ocio y de estilo de vida, de tecnología y de moda, se nos han ido de las manos, nos sentimos mucho más cómodos inmersos en la seguridad y en la tranquilidad de lo conocido, y eso influye en aquello en lo que gastamos, en las decisiones que tomamos. ¿No es un sentimiento un tanto inquietante? Lo peligroso no es que disfrutemos el remake cinematográfico o el hit referencial del momento, sino que demos por válido ese clásico esquema de pensamiento, el de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Si lo aplicamos a la televisión, la conclusión es la misma: no todas las series que ya conoces son las mejores, pero esas series que ya conoces son tus series.

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