EL ARTE Y EL EGO DE AL PACINO CONQUISTAN VENECIA

El Festival de Venecia se rindió al mítico actor norteamericano con la presentación de ‘Manglehorn’ de David Gordon Green y ‘The Humnling’ de Barry Levinson [Fan Page: www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]



EL ACTOR DEL DÍA 

En un edición de la Mostra obsesionada con retratar la vida y las neurosis de los actores –un tema presente en ‘Birdman’ y ‘She’s Funny That Way’–, el programa doble de filmes de Al Pacino que se ha presentado hoy en Venecia –formado por ‘The Humbling’ y ‘Manglehorn’– podría considerarse como la última palabra acerca de la vejez de un intérprete. Pacino lleva más de una década batallando contra un crepúsculo que se antoja inevitable. Su último año de esplendor fue 1999, cuando estrenó aquel fantástico tándem fílmico formado por ‘Any Given Sunday’ y ‘The Insider’. Desde entonces, la sombra del ridículo y la autoparodia han planeado por encima de una trayectoria amenazada por la posibilidad del descarrilamiento definitivo. Hoy, en Venecia, Pacino ha presentado dos títulos que le devuelven un cierto halo de dignidad. Dos películas que ahondan en la existencia de personajes derrotados, abatidos, amargados por la cara más patética de la vejez y el desencanto. En definitiva, Pacino no ha dejado de ser Pacino: el rey del histrionismo, el padrino de la visceralidad, el maestro de la sobreactuación, uno de los últimos grandes portavoces de aquel “método” que convirtió a las grandes estrellas de Hollywood –Dean, Brando, Newman, Hoffman– en máquinas de sentir y sufrir.

EL DIRECTOR 

‘Manglehorn’ está dirigida por David Gordon Green, un realizador que a principios de la década pasada fue alabado como ‘un joven Malick’, que después decidió subirse al carro de la Nueva Comedia Americana, y que en los últimos años ha encontrado acomodo en el drama indie. En ‘Manglehorn’, Gordon Green cede todo el protagonismo de la función a Pacino, que encarna a un viejo cerrajero que ha convertido el recuerdo de un amor de juventud en un muro alienante, una barrera que la mantiene protegido de un mundo gris –los suburbios de Austin, en Texas– en el que se siente un extraño más. Gordon Green se acerca al personaje a través de una puesta en escena que, por una parte, da margen de maniobra al show de Pacino, pero que en paralelo emplea un torrente de sucios efectismos –montajes entrecortados, cámaras lentas, uso de filtros de colores– que deben ayudar al espectador a percibir el progresivo colapso interior del personaje. En ciertos momentos, ‘Manglehorn’ evoca el imaginario de ‘Umberto D’, el gran film neorrealista de Vittorio de Sica –sobre todo en la entrañable relación entre el personaje de Pacino y su gata–; sin embargo, la película se aleja del humanismo por culpa de un regodeo casi cruel en la miseria del protagonista y un moralismo expresado en el reparto de castigos y redenciones que contiene el guión de Paul Logan.



LA FRASE

En una de las escenas más reveladoras de ‘The Humbling’ –una delirante, casta y muy libre adaptación de la novela ‘La humillación’ de Philip Roth–, Simon Axler, un actor sumido en una profunda crisis profesional y existencial, recibe una oferta para regresar a Broadway después de sufrir un episodio psicótico sobre el escenario de su última función teatral. Inseguro respecto a sus posibilidades de resurrección, Axler sentencia: ‘¡Están deseando ir a ver a un freak! ¡Me he convertido en un freak!”. Esta es la imagen que tiene de sí mismo Axler y es la imagen que explora con ánimo suicida un Al Pacino que demuestra un coraje y narcisismo brutales a la hora de exhibir los estigmas de su crepúsculo. ‘The Humbling’ invita al espectador a trazar conexiones entre el personaje de Axler y la figura de Pacino. El deterioro físico de ambos resulta evidente, sin embargo, mientras que la miseria de Axler solo apunta hacia la muerte, los excesos bufonescos de Pacino tienen como objetivo la conquista de la gloria artística.

LA PELÍCULA

‘The Humbling’ de Barry Levinson –el director de ‘Sleepers’ o ‘Wag The Dog’– es una muy extraña adaptación de la novela de Philip Roth. Mientras que el texto del autor de ‘American Pastoral’ se presenta como una serena y grave exploración del ego y la mortalidad, la película de Levinson va dando tumbos entre el drama carnavalesco, la comedia burlesca y el delirio onírico. Es como si las lúcidas reflexiones de Roth acerca del patetismo inherente a la vejez fueran filtradas y proyectadas sobre la pantalla por la mirada trastornada del protagonista. Así, la cámara bamboleante de Levinson–que tiene como único referente el cuerpo abatido y los andares paquidérmicos de Pacino– y la artificiosa iluminación construyen una visión subjetiva del delirio mental del protagonista. De hecho, ‘The Humbling’ fluye casi como un flujo de conciencia: una fantasmagoría en la que Axler batalla contra unos demonios interiores que se manifiestan a través de tramposas alucinaciones. ‘The Humbling’ es una película difícil de clasificar: podría tratarse de un híbrido genial de tragedia y farsa, aunque lo más probable es que se trate de un filme grotesco que se presta a la lectura kitsch.

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