LOS CUATRO FANTÁSTICOS DEL PASAJE 18: "PRIMERO TE PIRATEAN, LUEGO EXISTES" [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Un refugio para los amantes del cine
Ubicado en el centro comercial Polvos Azules de Lima, este lugar se ha convertido en punto de encuentro de cinéfilos y cineastas que buscan películas casi inubicables. Todo se lo deben a cuatro empeñosos vendedores que se mueven entre la cultura y la informalidad.
En un trozo de papel, Iván tiene anotada, con letra menuda, una relación con unos treinta títulos de películas. Entre ellos: 'The Cook, The Thief, His Wife and Her Lover', de Peter Greenaway; 'Death Proof', de Robert Rodríguez; 'Twin Peaks' de David Lynch; 'Sonata de Otoño' de Ingmar Bergman, etc.
Le toca reponer las carátulas de estas películas en los catálogos que reposan sobre su estrecho mostrador de vidrio, que hace las veces también de puerta de entrada a su stand, el número 16, ubicado en el Pasaje 18 de Polvos Azules.
Detrás de él se alzan, a casi cuatro metros del piso, estanterías con centenares de películas y documentales en DVD. Cuando habla de esas películas, Iván demuestra un nutrido conocimiento de cine clásico e independiente, y resume con la misma pericia tanto los trabajos de legendarios realizadores, Scorsese o Kubrick, como el de cineastas más caletas y de nombres a veces impronunciables, como el tailandés Apichatpong Weerasethakul, ganador de la Palma de Oro en Cannes.
Hubo una vez en que Iván tuvo frente a él a Apichatpong y el recuerdo de esa visita lo emociona siempre. “El 'chinito' era muy sencillo y se sorprendió de ver que casi toda su filmografía estaba en mi tienda. Pero el cine que hace este director no le gusta a toda la gente. Es un cine para conocedores", afirma Iván.
Hace ocho años, cuando Iván vivía en la ciudad ancashina de Sihuas (¡a la mierda!), no era un "conocedor". Las películas que veía, y que más le gustaban, eran las de vaqueros y nunca se preguntaba quién dirigía o quienes actuaban. Lo substancial era que hubiera flechas, balas y mucha acción.
La educación cinematográfica de la que hace gala Iván la ha obtenido trabajando en 'Comercial Charito', una de las cuatro tiendas de ese pasaje de Polvos Azules, el 18, que ha adquirido un aura mítica a partir de la bendición otorgada por la gente del cine que ha llegado hasta este lugar para hacerse con esa película inubicable o dejar sus más recientes producciones para que allí las promocionen.
Y en ese ir y venir de cineastas y documentalistas, Iván y sus tres colegas de negocio se han convertido en una pieza importante de la maquinaria de difusión de la producción fílmica mundial que se hace fuera de Hollywood.
PARA EL CLIENTE EXIGENTE
Iván se inició en la venta de películas cuando estas todavía circulaban en formato VHS. Atendiendo a sus clientes, que buscaban esa joya perdida en la filmografía de un actor o un director, o ese documental que nunca se estrenaba en una sala local, aprendió a apreciar el buen cine.
“Primerito (así habla el gran putita) me costaba ver las películas subtituladas. Se me hacía difícil leer y entender la historia al mismo tiempo (¡asu, qué pendejo!). Ahora ya no me gusta ver películas dobladas al español. Y si me preguntas de cine comercial, no sé nada”.
Iván es re chato y de pocas palabras, pero cuando aparece un comprador y le empieza a lanzar los títulos de las películas que busca, de repente es como si saliera de su aletargada tranquilidad y de un brinco está montado (cual monito de feria) en su escalera. Sube, baja, luego vuelve a subir, luego baja otra vez.
Hurga entre las estanterías y apila sobre los catálogos los DVD solicitados. Cuando ha colmado los requerimientos del comprador, esboza una sonrisa de triunfo.
OTRO CLIENTE SATISFECHO
“La gente se emociona cuando encuentras la película que busca. Eso es gratificante”, dice Holy (¿Holly Gennaro?), vendedora del stand 'Ciudadano Kane', ubicado frente al local de Iván y en el que está desde el año 2008, cuando decidió cambiar de rubro (antes vendía ropa). Holy también ha aprendido todo lo que sabe de cine por sus clientes, quienes le recomiendan películas.
Pero además cada día, al final de la jornada, dedica al menos un par de horas para navegar por internet y así mantenerse informada de lo nuevo en la producción independiente mundial, además de actualizar el Facebook de su tienda, donde anuncia cada una de los nuevos títulos que agrega a su catálogo.
Una parte importante de su trabajo es el conseguir películas, y para ello pide ayuda a los clientes que viajan al extranjero y le traen filmes inéditos en esta parte del mundo. Es una búsqueda interminable de títulos nuevos.
MONDO TRASHO
“Semanalmente debo tener novedades, así que recurro a mis proveedores o hago algún recorrido por otros campos feriales. Lo importante es estar al día”, dice Milton, propietario de Mondo Trasho, stand que lleva el nombre de una peculiar pieza del cine de John Waters.
Ubicado en el centro comercial Polvos Azules de Lima, este lugar se ha convertido en punto de encuentro de cinéfilos y cineastas que buscan películas casi inubicables. Todo se lo deben a cuatro empeñosos vendedores que se mueven entre la cultura y la informalidad.
En un trozo de papel, Iván tiene anotada, con letra menuda, una relación con unos treinta títulos de películas. Entre ellos: 'The Cook, The Thief, His Wife and Her Lover', de Peter Greenaway; 'Death Proof', de Robert Rodríguez; 'Twin Peaks' de David Lynch; 'Sonata de Otoño' de Ingmar Bergman, etc.
Le toca reponer las carátulas de estas películas en los catálogos que reposan sobre su estrecho mostrador de vidrio, que hace las veces también de puerta de entrada a su stand, el número 16, ubicado en el Pasaje 18 de Polvos Azules.
Detrás de él se alzan, a casi cuatro metros del piso, estanterías con centenares de películas y documentales en DVD. Cuando habla de esas películas, Iván demuestra un nutrido conocimiento de cine clásico e independiente, y resume con la misma pericia tanto los trabajos de legendarios realizadores, Scorsese o Kubrick, como el de cineastas más caletas y de nombres a veces impronunciables, como el tailandés Apichatpong Weerasethakul, ganador de la Palma de Oro en Cannes.
Hubo una vez en que Iván tuvo frente a él a Apichatpong y el recuerdo de esa visita lo emociona siempre. “El 'chinito' era muy sencillo y se sorprendió de ver que casi toda su filmografía estaba en mi tienda. Pero el cine que hace este director no le gusta a toda la gente. Es un cine para conocedores", afirma Iván.
Hace ocho años, cuando Iván vivía en la ciudad ancashina de Sihuas (¡a la mierda!), no era un "conocedor". Las películas que veía, y que más le gustaban, eran las de vaqueros y nunca se preguntaba quién dirigía o quienes actuaban. Lo substancial era que hubiera flechas, balas y mucha acción.
La educación cinematográfica de la que hace gala Iván la ha obtenido trabajando en 'Comercial Charito', una de las cuatro tiendas de ese pasaje de Polvos Azules, el 18, que ha adquirido un aura mítica a partir de la bendición otorgada por la gente del cine que ha llegado hasta este lugar para hacerse con esa película inubicable o dejar sus más recientes producciones para que allí las promocionen.
Y en ese ir y venir de cineastas y documentalistas, Iván y sus tres colegas de negocio se han convertido en una pieza importante de la maquinaria de difusión de la producción fílmica mundial que se hace fuera de Hollywood.
PARA EL CLIENTE EXIGENTE
Iván se inició en la venta de películas cuando estas todavía circulaban en formato VHS. Atendiendo a sus clientes, que buscaban esa joya perdida en la filmografía de un actor o un director, o ese documental que nunca se estrenaba en una sala local, aprendió a apreciar el buen cine.
“Primerito (así habla el gran putita) me costaba ver las películas subtituladas. Se me hacía difícil leer y entender la historia al mismo tiempo (¡asu, qué pendejo!). Ahora ya no me gusta ver películas dobladas al español. Y si me preguntas de cine comercial, no sé nada”.
Iván es re chato y de pocas palabras, pero cuando aparece un comprador y le empieza a lanzar los títulos de las películas que busca, de repente es como si saliera de su aletargada tranquilidad y de un brinco está montado (cual monito de feria) en su escalera. Sube, baja, luego vuelve a subir, luego baja otra vez.
Hurga entre las estanterías y apila sobre los catálogos los DVD solicitados. Cuando ha colmado los requerimientos del comprador, esboza una sonrisa de triunfo.
OTRO CLIENTE SATISFECHO
“La gente se emociona cuando encuentras la película que busca. Eso es gratificante”, dice Holy (¿Holly Gennaro?), vendedora del stand 'Ciudadano Kane', ubicado frente al local de Iván y en el que está desde el año 2008, cuando decidió cambiar de rubro (antes vendía ropa). Holy también ha aprendido todo lo que sabe de cine por sus clientes, quienes le recomiendan películas.
Pero además cada día, al final de la jornada, dedica al menos un par de horas para navegar por internet y así mantenerse informada de lo nuevo en la producción independiente mundial, además de actualizar el Facebook de su tienda, donde anuncia cada una de los nuevos títulos que agrega a su catálogo.
Una parte importante de su trabajo es el conseguir películas, y para ello pide ayuda a los clientes que viajan al extranjero y le traen filmes inéditos en esta parte del mundo. Es una búsqueda interminable de títulos nuevos.
MONDO TRASHO
“Semanalmente debo tener novedades, así que recurro a mis proveedores o hago algún recorrido por otros campos feriales. Lo importante es estar al día”, dice Milton, propietario de Mondo Trasho, stand que lleva el nombre de una peculiar pieza del cine de John Waters.
Milton es el más nuevo del Pasaje 18. En setiembre del 2012 recibió en traspaso el negocio y le tocó hacer una inmersión acelerada en el mundo del cine independiente y clásico.
“No sabía quiénes eran Kim Ki-Duk, Alejandro Jodorowsky, Aki Kaurismaki, Louis Mallé, Krzysztof Kielowski. Sólo conocía a los famosos de Hollywood y las películas comerciales de cartelera”. Milton aprendió todo lo que había que aprender y lo que más le gusta de su trabajo –asegura– es que hay una competencia sana entre sus colegas de negocio. "Nadie se quita a los clientes, y cuando uno de ellos no tiene una película, pero sabe que el otro sí la tiene, envía al comprador donde el compañero", afirma.
PROMOTORES DE CULTURA
"Te piratean, luego existes. Gracias Florencio". El joven cineasta peruano Juan Daniel Molero dedica con esta frase la carátula de su ópera prima, 'Reminiscencias'. Florencio es el propietario de Voyeur, el stand número 3 del Pasaje 18. Lleva doce años en Polvos Azules y ya vendía películas cuando el centro comercial aún estaba en la hoy alameda Chabuca Granda, detrás del Correo Central de Lima. Antes ofrecía artefactos eléctricos, pero como le gustaban las películas antiguas, por ejemplo 'Singing In The Rain', cambió de rubro.
"Tenía un cliente, el señor Alfonso, que me traía películas de Chile, de Venezuela. Con él aprendí de cine latinoamericano". Florencio es testigo de la evolución del negocio y de cómo, poco a poco, se han ganado el respeto de una clientela bastante exigente.
Hay un orgullo especial que sienten con respecto a esas películas y documentales cuyas carátulas se las han dedicado personalidades del cine peruano, como Alejandro Legaspi, Magaly Solier, Pili Flores Guerra, Héctor Gálvez, Joel Calero, y también latinoamericanos como Arcelia Ramírez, Matías Bize y Pablo Trapero. Y está también la visita semanal, o mensual, de ilustres clientes: Chicho Durant, Rafo León, Francisco Lombardi, el crítico Ricardo Bedoya y hasta el historiador Nelson Manrique.
Pero los que más se zambullen en sus catálogos son esa legión de cinéfilos, mayores y jóvenes, estudiantes y profesionales, que son sus amigos, guías y voraces compradores.
– "Yo sólo quiero darles lo mejor a mis clientes" – dice Milton.
– "El cine independiente puede cambiar tu mentalidad" – dice Holy.
– "El cine se ha hecho para ver, no para esconder" – dice Florencio.
– "Aquí educamos a la gente y ese es nuestro trabajo" – dice Iván.
No es exagerado decir que estos cuatro comerciantes son auténticos promotores culturales, cuya labor es refrendada por los propios cineastas que, sobre todo durante la realización del Festival de Cine de Lima, visitan sus puestos diligentemente, como si fuesen parte del circuito oficial del festival.
Holy dice que espera que algún día el negocio deje esa informalidad en la que se mueve y encuentre una forma de legalizar su actividad, ya sea a través de un impuesto o de un pago de derechos. Todo en pos de seguir ofreciendo a sus clientes esas joyas del cine mundial que no tiene cabida en la cartelera comercial. Mientras tanto, los cinéfilos limeños, y los visitantes, seguirán agradeciendo que los cuatro fantásticos del Pasaje 18 estén allí como los protagonistas de una película que espera tener un final feliz.
“No sabía quiénes eran Kim Ki-Duk, Alejandro Jodorowsky, Aki Kaurismaki, Louis Mallé, Krzysztof Kielowski. Sólo conocía a los famosos de Hollywood y las películas comerciales de cartelera”. Milton aprendió todo lo que había que aprender y lo que más le gusta de su trabajo –asegura– es que hay una competencia sana entre sus colegas de negocio. "Nadie se quita a los clientes, y cuando uno de ellos no tiene una película, pero sabe que el otro sí la tiene, envía al comprador donde el compañero", afirma.
PROMOTORES DE CULTURA
"Te piratean, luego existes. Gracias Florencio". El joven cineasta peruano Juan Daniel Molero dedica con esta frase la carátula de su ópera prima, 'Reminiscencias'. Florencio es el propietario de Voyeur, el stand número 3 del Pasaje 18. Lleva doce años en Polvos Azules y ya vendía películas cuando el centro comercial aún estaba en la hoy alameda Chabuca Granda, detrás del Correo Central de Lima. Antes ofrecía artefactos eléctricos, pero como le gustaban las películas antiguas, por ejemplo 'Singing In The Rain', cambió de rubro.
"Tenía un cliente, el señor Alfonso, que me traía películas de Chile, de Venezuela. Con él aprendí de cine latinoamericano". Florencio es testigo de la evolución del negocio y de cómo, poco a poco, se han ganado el respeto de una clientela bastante exigente.
Hay un orgullo especial que sienten con respecto a esas películas y documentales cuyas carátulas se las han dedicado personalidades del cine peruano, como Alejandro Legaspi, Magaly Solier, Pili Flores Guerra, Héctor Gálvez, Joel Calero, y también latinoamericanos como Arcelia Ramírez, Matías Bize y Pablo Trapero. Y está también la visita semanal, o mensual, de ilustres clientes: Chicho Durant, Rafo León, Francisco Lombardi, el crítico Ricardo Bedoya y hasta el historiador Nelson Manrique.
Pero los que más se zambullen en sus catálogos son esa legión de cinéfilos, mayores y jóvenes, estudiantes y profesionales, que son sus amigos, guías y voraces compradores.
– "Yo sólo quiero darles lo mejor a mis clientes" – dice Milton.
– "El cine independiente puede cambiar tu mentalidad" – dice Holy.
– "El cine se ha hecho para ver, no para esconder" – dice Florencio.
– "Aquí educamos a la gente y ese es nuestro trabajo" – dice Iván.
No es exagerado decir que estos cuatro comerciantes son auténticos promotores culturales, cuya labor es refrendada por los propios cineastas que, sobre todo durante la realización del Festival de Cine de Lima, visitan sus puestos diligentemente, como si fuesen parte del circuito oficial del festival.
Holy dice que espera que algún día el negocio deje esa informalidad en la que se mueve y encuentre una forma de legalizar su actividad, ya sea a través de un impuesto o de un pago de derechos. Todo en pos de seguir ofreciendo a sus clientes esas joyas del cine mundial que no tiene cabida en la cartelera comercial. Mientras tanto, los cinéfilos limeños, y los visitantes, seguirán agradeciendo que los cuatro fantásticos del Pasaje 18 estén allí como los protagonistas de una película que espera tener un final feliz.
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