SCARLETT JOHANSSON BLANQUEÓ CON ÉXITO SU PERSONAJE EN GHOST IN THE SHELL [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Pese a la incredulidad inicial, la actriz estadounidense quiere conquistar el mercado asiático y ha terminado apropiándose del personaje de Motoko Kusanagi en la versión made in USA del célebre manga
A los puristas les faltó lanzarse a las calles de Tokio con antorchas para pedir la cabeza de quienquiera que hubiese perpetrado semejante ultraje. Cuando se hizo público que Scarlett Johansson (New York, 1984) iba a dar vida al cyborg Motoko Kusanagi en la nueva adaptación cinematográfica de Ghost in the Shell, los fans japoneses del manga se quedaron ojipláticos (todo lo ojipláticos que se puedan quedar las personas de fisionomía oriental). "¡¿Una yanqui apropiándose de un símbolo de la cultura pop nipona?!", debieron haber pensado.
Con el paso de las semanas, la realidad se fue abriendo paso: el dinero lo pone Hollywood y si se quiere rodar una versión en carne y hueso que haga justicia a la obra magna de Masamune Shirow, esta tiene que ser rentable; y, por circunstancias del star system actual, una estrella estadounidense vende más entradas que una actriz asiática (esta práctica, la de colocar intérpretes caucásicos en papeles pensados para otras etnias, tiene hasta denominación propia en el sector: whitewashing).
Sea como fuere, una vez superado el shock inicial, la idea de Scarlett como Motoko ya no parecía tan mala. Más bien, todo lo contrario. Las buenas sensaciones que dejó en los adelantos en forma de teasers, trailers y promos que Paramount fue desvelando durante los últimos meses de 2016 ayudaron bastante, y resultó que ella encajaba muy bien en una ambientación ciberpunk muy cercana a la estética del comic original, ese que narra las desventuras del humanoide (Motoko) que lidera el grupo de policías encargado de combatir al extremista que torpedea los avances de la compañía Hanka Robotics.
Scarlett Johansson, en paralelo en un plano promocional, también puso de su parte para inclinar la balanza a su favor declarándole amor eterno al personaje y al universo que le rodea: "Ha sido increíble y muy complejo interpretar a la major Kusanagi, porque Ghost in the Shell no es sólo una cinta de acción visualmente impactante; es también una historia sobre autoconocimiento", declaró la actriz en noviembre durante una presentación previa del filme en Japón.
El pistoletazo de salida de la cinta (toma nota: 31 de marzo) se produce justo después de una etapa un tanto agridulce. Por un lado está su divorcio: en enero, los pechos de Scarlett y la pluma del periodista francés Romain Dauriac pusieron fin a una unión matrimonial de dos años. Por otro lado, hemos conocido, tras cerrar la contabilidad del curso anterior, que la neoyorquina se consagró como la actriz más taquillera de 2016 (sus trabajos, sobre todo Captain America: Civil War, recaudaron un total de 1.200 millones de dólares). Este año, teniendo en cuenta la expectación generada por Ghost in the Shell y las posibilidades que se presentan en el mercado asiático, quizás se corone de nuevo en la industria del ocio. A decir verdad, este supuesto no nos extrañaría nada: al fin y al cabo, estamos hablando de Scarlett Johansson, la nueva estrella del lejano Oriente.
A los puristas les faltó lanzarse a las calles de Tokio con antorchas para pedir la cabeza de quienquiera que hubiese perpetrado semejante ultraje. Cuando se hizo público que Scarlett Johansson (New York, 1984) iba a dar vida al cyborg Motoko Kusanagi en la nueva adaptación cinematográfica de Ghost in the Shell, los fans japoneses del manga se quedaron ojipláticos (todo lo ojipláticos que se puedan quedar las personas de fisionomía oriental). "¡¿Una yanqui apropiándose de un símbolo de la cultura pop nipona?!", debieron haber pensado.
Con el paso de las semanas, la realidad se fue abriendo paso: el dinero lo pone Hollywood y si se quiere rodar una versión en carne y hueso que haga justicia a la obra magna de Masamune Shirow, esta tiene que ser rentable; y, por circunstancias del star system actual, una estrella estadounidense vende más entradas que una actriz asiática (esta práctica, la de colocar intérpretes caucásicos en papeles pensados para otras etnias, tiene hasta denominación propia en el sector: whitewashing).
Sea como fuere, una vez superado el shock inicial, la idea de Scarlett como Motoko ya no parecía tan mala. Más bien, todo lo contrario. Las buenas sensaciones que dejó en los adelantos en forma de teasers, trailers y promos que Paramount fue desvelando durante los últimos meses de 2016 ayudaron bastante, y resultó que ella encajaba muy bien en una ambientación ciberpunk muy cercana a la estética del comic original, ese que narra las desventuras del humanoide (Motoko) que lidera el grupo de policías encargado de combatir al extremista que torpedea los avances de la compañía Hanka Robotics.
Scarlett Johansson, en paralelo en un plano promocional, también puso de su parte para inclinar la balanza a su favor declarándole amor eterno al personaje y al universo que le rodea: "Ha sido increíble y muy complejo interpretar a la major Kusanagi, porque Ghost in the Shell no es sólo una cinta de acción visualmente impactante; es también una historia sobre autoconocimiento", declaró la actriz en noviembre durante una presentación previa del filme en Japón.
El pistoletazo de salida de la cinta (toma nota: 31 de marzo) se produce justo después de una etapa un tanto agridulce. Por un lado está su divorcio: en enero, los pechos de Scarlett y la pluma del periodista francés Romain Dauriac pusieron fin a una unión matrimonial de dos años. Por otro lado, hemos conocido, tras cerrar la contabilidad del curso anterior, que la neoyorquina se consagró como la actriz más taquillera de 2016 (sus trabajos, sobre todo Captain America: Civil War, recaudaron un total de 1.200 millones de dólares). Este año, teniendo en cuenta la expectación generada por Ghost in the Shell y las posibilidades que se presentan en el mercado asiático, quizás se corone de nuevo en la industria del ocio. A decir verdad, este supuesto no nos extrañaría nada: al fin y al cabo, estamos hablando de Scarlett Johansson, la nueva estrella del lejano Oriente.
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