¿CÓMO PREPARAR Y (SOBRETODO) CONSUMIR EL MOJITO PERFECTO?

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El mojito es un coctel que requiere de tiempo y mimo: si estás en la barra de una discoteca o en un bar abarrotado, no se te ocurra pedirlo. El barman te va a odiar y lo que te va a llegar probablemente sea ron con agua coloreada y unas hierbas flotando. Quizá esto te suene a la definición de la bebida, pero cuando le des una bocanada desearás haber pedido un cañazo en lugar de pagar 20 soles por semejante mejunje inane.

El mojito, como decíamos, es un coctel calmado, que invita a la relajación en la preparación y en la ingesta. Esto quiere decir también que exige respeto: no se puede servir rápido, porque implica saltarse pasos esenciales en el proceso, y hay que dejarlo reposar y beberlo des-pa-ci-to, por mucho que los calores del estío te hayan secado el gaznate. Si tienes sed, bebe agua antes.

No es un combinado difícil de mezclar, pero todos sus ingredientes son esenciales y es imperativo tratarlos bien y que sean de calidad. Empezando por algo tan básico como el hielo, que debe estar preferentemente triturado, por dos razones: primero, el mojito es de los pocos cocteles que necesitan diluirse un poco para rebajar la intensidad de sus sabores; y, segundo, porque debe enfriarse rápidamente.

La lima, por supuesto, debe ser recién exprimida (si el barman lo hace delante de ti, mejor) y para que el dulzor sea consistente y no te quedes con una masa blanca en el fondo del vaso, mejor utiliza jarabe o sirope de azúcar en lugar de en polvo.

La menta (o hierbabuena, como en la receta original cubana) debe ser fresca, pero lo más importante es cómo la manipules, que es lo que diferencia un buen mojito de otro que tu paladar agradecería que acabase regando la arena. El objetivo es que la hoja de menta suelte sus aceites aromáticos, porque el disfrute de la bebida depende mucho de los olores. Liberar no quiere decir machacar hasta la extenuación, porque lo único que se consigue con eso es que suelte la clorofila, lo que amarga el resultado. Machácala ligeramente o, como verás hacer a muchos bartenders, simplemente "despierta" sus aromas poniendo una hoja entre tus manos y dando una firme palmada.

La corriente más extendida es asimismo meter las limas ya exprimidas con cáscara dentro del vaso, pero esto puede contribuir también a que el componente amargo se vaya de las manos. Mejor tener un mayor control de los ingredientes y optar por una dosis exacta de zumo de lima.

Por último, el ron: debe ser siempre blanco (no confundir con de marca blanca) y, de ser posible, cubano. El ron oscuro se lleva por delante los sabores de la menta y del azúcar. Y hay que tener cuidado también con el agua que se utiliza para redondear la mezcla, si se prefiere con gas mejor que no sea edulcorada para no desequilibrar una bebida ya de por sí azucarada; y si es sin gas, que sea mineral, para no correr el riesgo de alterar el sabor o la textura.

Resumiendo, esta es la receta y las proporciones aproximadas para un mojito clásico perfecto:

-Vaso con hielo triturado hasta arriba y 6 o 7 hojas de menta aplastadas, pero no trituradas.
-50 ml de ron blanco cubano.
-25 ml de zumo de lima.
-25 ml de jarabe de azúcar, hecho con partes iguales de agua y azúcar.
-Agua con gas (opcional).

No hay problema por introducir variaciones a la base original, siempre que se tenga sentido común y no se acabe sirviendo una ensalada marinada en ron. Se pueden añadir una o varias frutas, teniendo cuidado, si se requiere, de retirar y no triturar componentes como la piel o las hojas, para no aumentar la acidez. Ajusta la cantidad de azúcar si la fruta es de por sí azucarada. Las rojas como la fresa, la sandía o las frambuesas combinan bien en un mojito.

Y, si se quiere innovar algo más, algunos reputados bartenders están empezando a introducir elementos como unas gotitas de angostura para realzar y acomodar a aquellos que huyen de los cocteles empalagosos; o sustituyen la menta por salvia y redondean el conjunto con cerveza de jengibre, ginger ale o similar.

Ahora que ya hemos hablado de la preparación, toca exponer la rica tradición que hay detrás de uno de los cocteles más bebidos en todo el mundo. Su origen, como el de muchas bebidas populares, no está claro. Lo que sí parece claro es que está en Cuba. Algunos lo sitúan en el siglo XVI, cuando la leyenda dice que una combinación de aguardiente de caña, hojas de menta, zumos, lima y azúcar fue utilizado como remedio para el escorbuto y la disentería que sufrieron los hombres del pirata y a la vez vicealmirante de la Marina Real inglesa, Francis Drake, después de su intento de saquear La Habana.

En 1833 apareció la receta por primera vez por escrito -también como remedio medicinal- en un libro llamado El Cólera en La Habana bajo el nombre de El Draquecito, aunque cuando se empezó a consumir en tabernas fue simplemente conocido como El Draque. El nombre moderno puede derivar de 'mojadito', aunque tampoco nadie se pone de acuerdo en esto. Lo que si está claro es que una de las figuras que más ha contribuido a popularizarlo durante el siglo XX fue Ernest Hemingway durante sus estancias en la capital de Cuba (aquello de "My mojito in La Bodeguita, My daiquiri in El Floridita" sigue siendo el mejor reclamo posible para turistas), aunque en los últimos años se ha desmontado algo el mito y se tiende a afirmar que al autor de El Viejo y el Mar no le gustaba especialmente este coctel.

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