LO QUE ERA LA PERSONIFICACIÓN DE LA RAREZA SENSIBLE ES AHORA LA VIVA IMAGEN DE LA MASCULINIDAD TÓXICA [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Johnny Depp demuestra que, en Hollywood, sí puedes ser lo suficientemente poderoso como para que no te afecte ningún escándalo personal
Puede que los fans de la saga Pirates of the Caribbean hayan notado algo diferente en los créditos de Dead Men Tell No Tales, su quinta e inminente entrega. Se trata de la primera aventura de Jack Sparrow que no cuenta con el tándem Ted Elliot/Terry Rossio en las labores de guión, aunque el segundo sí aparece como autor de la historia original. El propio Rossio explica la razón en su blog: según cuenta, el borrador que presentó a Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer Films contenía a una mujer como antagonista principal del Capitán Jack (la primera en toda la franquicia), pero Johnny Depp vetó la idea y, en consecuencia, el libreto final le fue encomendado a Jeff Nathanson. La excusa de Depp fue que en Dark Shadows, una película de 2012, ya se había enfrentado a una villana (encarnada por Eva Green), así que le parecía que iba a estar repitiéndose si hacía lo mismo en Pirates of the Caribbean. Aventuremos, pues, otra razón tras la negativa de la estrella: es posible que, tras su sonado, peliagudo y complicadísimo divorcio con Amber Heard, Johnny Depp se sintiera más cómodo blandiendo su espada contra Javier Bardem.
No es necesario abundar demasiado en los detalles de ese drama judicial y mediático. Simplemente recordemos que Heard obtuvo una orden de alejamiento cinco días después de solicitar el divorcio, alegando que "durante toda nuestra relación, Johnny ha abusado de mí verbal y físicamente". Los abogados del actor alegaron que ella estaba "intentando asegurarse una resolución financiera prematura" al realizar esas afirmaciones, lo que se tradujo en esa escalofriante portada de People, ese video en el que Depp se comportaba de modo especialmente violento con ella o la decisión de testificar ante la policía de Los Angeles sobre un incidente ocurrido el 21 de mayo de 2016 (en el que dos testigos confirmaron un ataque físico). La tormenta se puso tan fea que, hacia mediados de agosto, ambas partes decidieron llegar a un acuerdo, con Heard recibiendo siete millones de dólares -que, según aseguró, transformó más tarde en donaciones para la American Civil Liberties Union y un hospital infantil, vaya el diablo a saber si es verdad- y retirando la orden de alejamiento. Ambos emitieron un comunicado conjunto que evidenciaba un par de carreras cinematográficas en control de daños: "Nuestra relación fue intensa, pasional y volátil en ocasiones, pero siempre unida por el armor. Ninguna de las partes ha realizado falsas acusaciones persiguiendo un beneficio económico. Nunca hubo ningún intento de daño físico o emocional". El proceso de divorcio concluyó del todo durante el pasado mes de enero. Todos los periodistas de espectáculos recuerdan haberse cansado de leer artículos que, durante todo el verano norteamericano, especulaban con la posibilidad de que la estrella de Johnny Depp se hubiese dañado para siempre. Todo ese asunto del divorcio y los malos tratos, unidos al espectacular fracaso de Alice Through the Looking Glass, no hacían presagiar exactamente grandes cosas en el futuro cercano del actor. Sin embargo, aquí lo tenemos otra vez, surcando los siete mares, firmando un compromiso de varias películas con el universo cinematográfico de Harry Potter y, hace sólo unos días, siendo anunciado oficialmente por Universal como su nuevo Hombre Invisible (y eso que los artículos del pasado verano norteamericano afirmaban que el estudio lo estaba pensando). En suma, demostrando que las mismas leyes que convirtieron a Mel Gibson en persona non grata hollywoodiense durante unos cuantos años no se aplican a él, pues estamos hablando de un producto muy lucrativo para varias franquicias. Sólo hay pequeños indicios de que algo se ha torcido ligeramente en el camino de Johnny, como esos afiches de Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales que conceden tanto espacio a la calavera/isotipo de la saga como a su rostro, pero puede que tengan más que ver con el hecho de que algunas de sus películas más recientes fuesen veneno para la taquilla (o, en el caso de Mortdecai, directamente un pacto de suicidio comercial para todos los implicados).
Es una obviedad, pero conviene decirlo: el Johnny Depp de 2017 está a años luz de ese joven sensible, romántico y atormentado a quien John Waters le dio la oportunidad de parodiarse en Cry-Baby y Tim Burton sacó para siempre del limbo televisivo con Edward Scissorhands (ambas estrenadas en 1990). Tampoco encontramos en él ni rastro de ese apóstol de la rareza en el seno de Hollywood, capaz de llevar a buen puerto proyectos tan arriesgados como Dead Man (1995) o Fear and Loathing in Las Vegas (1998). Jack Sparrow le extendió un cheque en blanco a principios de la década de los 2000 y, durante un tiempo, parecía que iba a poder compaginar esa interpretación tan superficial (que a cada entrega fue transformándose más y más en pantomima) con otras películas más arriesgadas o personales. Algo se rompió para siempre tras Public Enemies (2009), quizá la última película en la que realmente se esforzó. Depp pasó a convertirse en algo parecido a un mal imitador de sus grandes éxitos de los 90 y 2000, más reconocible como voz de una iguana en Rango (2011) que como protagonista en cosas como The Tourist (2010) o Transcendence (2014), película donde algunos sospechamos que interpretó la mayoría de sus escenas vía Skype desde su isla en las Bahamas.
Regresar a Jack Sparrow seis años después de la última (y bastante desangelada) entrega parece su manera de confirmar que todo sigue siendo igual: pese a que ahora no pueda evitar proyectar cierto halo de masculinidad tóxica, Johnny Depp está aquí para quedarse. Sin embargo, hay algo de justicia poética en su fichaje como Hombre Invisible para la Universal. Puede que esa fuera siempre la última estación en una carrera que ha ido potenciando cada vez más elementos como maquillaje, vestuario o fuegos artificiales (si has visto sus colaboraciones con Kevin Smith sabes de lo que se está hablando) sobre cualquier técnica interpretativa. El bicho raro del cine moderno ha acabado, así, convirtiéndose en invisible. Pero eso no significa que vaya a desaparecer ni por un instante de la cartelera.
Puede que los fans de la saga Pirates of the Caribbean hayan notado algo diferente en los créditos de Dead Men Tell No Tales, su quinta e inminente entrega. Se trata de la primera aventura de Jack Sparrow que no cuenta con el tándem Ted Elliot/Terry Rossio en las labores de guión, aunque el segundo sí aparece como autor de la historia original. El propio Rossio explica la razón en su blog: según cuenta, el borrador que presentó a Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer Films contenía a una mujer como antagonista principal del Capitán Jack (la primera en toda la franquicia), pero Johnny Depp vetó la idea y, en consecuencia, el libreto final le fue encomendado a Jeff Nathanson. La excusa de Depp fue que en Dark Shadows, una película de 2012, ya se había enfrentado a una villana (encarnada por Eva Green), así que le parecía que iba a estar repitiéndose si hacía lo mismo en Pirates of the Caribbean. Aventuremos, pues, otra razón tras la negativa de la estrella: es posible que, tras su sonado, peliagudo y complicadísimo divorcio con Amber Heard, Johnny Depp se sintiera más cómodo blandiendo su espada contra Javier Bardem.
No es necesario abundar demasiado en los detalles de ese drama judicial y mediático. Simplemente recordemos que Heard obtuvo una orden de alejamiento cinco días después de solicitar el divorcio, alegando que "durante toda nuestra relación, Johnny ha abusado de mí verbal y físicamente". Los abogados del actor alegaron que ella estaba "intentando asegurarse una resolución financiera prematura" al realizar esas afirmaciones, lo que se tradujo en esa escalofriante portada de People, ese video en el que Depp se comportaba de modo especialmente violento con ella o la decisión de testificar ante la policía de Los Angeles sobre un incidente ocurrido el 21 de mayo de 2016 (en el que dos testigos confirmaron un ataque físico). La tormenta se puso tan fea que, hacia mediados de agosto, ambas partes decidieron llegar a un acuerdo, con Heard recibiendo siete millones de dólares -que, según aseguró, transformó más tarde en donaciones para la American Civil Liberties Union y un hospital infantil, vaya el diablo a saber si es verdad- y retirando la orden de alejamiento. Ambos emitieron un comunicado conjunto que evidenciaba un par de carreras cinematográficas en control de daños: "Nuestra relación fue intensa, pasional y volátil en ocasiones, pero siempre unida por el armor. Ninguna de las partes ha realizado falsas acusaciones persiguiendo un beneficio económico. Nunca hubo ningún intento de daño físico o emocional". El proceso de divorcio concluyó del todo durante el pasado mes de enero. Todos los periodistas de espectáculos recuerdan haberse cansado de leer artículos que, durante todo el verano norteamericano, especulaban con la posibilidad de que la estrella de Johnny Depp se hubiese dañado para siempre. Todo ese asunto del divorcio y los malos tratos, unidos al espectacular fracaso de Alice Through the Looking Glass, no hacían presagiar exactamente grandes cosas en el futuro cercano del actor. Sin embargo, aquí lo tenemos otra vez, surcando los siete mares, firmando un compromiso de varias películas con el universo cinematográfico de Harry Potter y, hace sólo unos días, siendo anunciado oficialmente por Universal como su nuevo Hombre Invisible (y eso que los artículos del pasado verano norteamericano afirmaban que el estudio lo estaba pensando). En suma, demostrando que las mismas leyes que convirtieron a Mel Gibson en persona non grata hollywoodiense durante unos cuantos años no se aplican a él, pues estamos hablando de un producto muy lucrativo para varias franquicias. Sólo hay pequeños indicios de que algo se ha torcido ligeramente en el camino de Johnny, como esos afiches de Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales que conceden tanto espacio a la calavera/isotipo de la saga como a su rostro, pero puede que tengan más que ver con el hecho de que algunas de sus películas más recientes fuesen veneno para la taquilla (o, en el caso de Mortdecai, directamente un pacto de suicidio comercial para todos los implicados).
Es una obviedad, pero conviene decirlo: el Johnny Depp de 2017 está a años luz de ese joven sensible, romántico y atormentado a quien John Waters le dio la oportunidad de parodiarse en Cry-Baby y Tim Burton sacó para siempre del limbo televisivo con Edward Scissorhands (ambas estrenadas en 1990). Tampoco encontramos en él ni rastro de ese apóstol de la rareza en el seno de Hollywood, capaz de llevar a buen puerto proyectos tan arriesgados como Dead Man (1995) o Fear and Loathing in Las Vegas (1998). Jack Sparrow le extendió un cheque en blanco a principios de la década de los 2000 y, durante un tiempo, parecía que iba a poder compaginar esa interpretación tan superficial (que a cada entrega fue transformándose más y más en pantomima) con otras películas más arriesgadas o personales. Algo se rompió para siempre tras Public Enemies (2009), quizá la última película en la que realmente se esforzó. Depp pasó a convertirse en algo parecido a un mal imitador de sus grandes éxitos de los 90 y 2000, más reconocible como voz de una iguana en Rango (2011) que como protagonista en cosas como The Tourist (2010) o Transcendence (2014), película donde algunos sospechamos que interpretó la mayoría de sus escenas vía Skype desde su isla en las Bahamas.
Regresar a Jack Sparrow seis años después de la última (y bastante desangelada) entrega parece su manera de confirmar que todo sigue siendo igual: pese a que ahora no pueda evitar proyectar cierto halo de masculinidad tóxica, Johnny Depp está aquí para quedarse. Sin embargo, hay algo de justicia poética en su fichaje como Hombre Invisible para la Universal. Puede que esa fuera siempre la última estación en una carrera que ha ido potenciando cada vez más elementos como maquillaje, vestuario o fuegos artificiales (si has visto sus colaboraciones con Kevin Smith sabes de lo que se está hablando) sobre cualquier técnica interpretativa. El bicho raro del cine moderno ha acabado, así, convirtiéndose en invisible. Pero eso no significa que vaya a desaparecer ni por un instante de la cartelera.
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