CRÍTICA: EL CONJURO de James Wan

ESCRIBE: Erick Estrada
Extraído del website: www.cinegarage.com

Al rescate del espíritu maligno del cine de terror de los 70 hemos presenciado una camada de películas a veces con mejor puntería a veces mal intencionadas, que casi por reacción escapan de la manoseadísima fórmula que hizo de El Proyecto de la Bruja de Blair (EUA, 1999), todo un clásico y de Actividad Paranormal (EUA, 2007) algo ya más cercano a la comedia (el ejemplo más claro de los tristes remedos para el olvido es Cementerio General de Dorian Fernandez).




El conjuro es el intento de James Wan por dejarnos, ahora sí, satisfechos; después del muy desinflado desenlace y el desatino total de Cementerio General y entrando de lleno a servir el menú de los amantes del verdadero cine de terror.

En El conjuro están todos los ingredientes que hoy, como convocados por la ouija, hacen que la memoria añore ambientes y escenarios tanto de El exorcista (EUA, 1973) como de La profecía (EUA-Reino Unido, 1976). Que los personajes de Carrie (EUA, 1976) y de ese primer Horror en Amityville (EUA, 1979) caminen entre nosotros pidiendo un poco de atención. Ocurría ya con el cine de super héroes, que se convirtió en algo tan vacío que hoy los directores buscan a guionistas con carga dramática para inyectarles vida. El terror ahora voltea a una de sus mejores etapas y a pesar de que no explora en el gore como lo hiciera The Evil Dead (EUA, 1981) en sus mejores momentos, o que tampoco se apropia el lenguaje pesadillesco de las aventuras más violentas de Freddy Krueger, sí que busca cimientos firmes, dirección y sustancia.

El conjuro lo hace, aunque quizá su pecado es que lo haga con demasiada conciencia: el sótano escondido, el piano polvoriento, el tirón en los pies, la luz que siempre parece poca, cientos de similitudes con El exorcista, dos historias que se unen en lo paranormal, el espíritu que acecha a la cazadora de fantasmas (y que en El exorcista regala un final tan desconcertante que es difícil describirlo en tan poco espacio), se atrofian en la obviedad de su manipulación.

Si se habla o menciona al supuesto espíritu maligno ahí está el efecto sonoro presente y repetido mecánicamente. Esa, precisamente, es la desconfianza que Wan tiene en su público y es quizá lo que provoque que, por ejemplo, el conductismo se haga tan presente que termina por desinflar su propia idea:

nombre maligno + efecto sonoro + nombre maligno + efecto sonoro x 100 = a más comedia que a terror

Se agradece sin embargo que como película que quiere beber de ese terror americano que hoy es leyenda use elementos indispensables en él como los espejos, las historias de terror de la infancia magnificadas en la pantalla (la muñeca poseída, el crayón que deja mensajes desconcertantes), la cámara que al inicio de la historia espera desde dentro de la casa a que los personajes entren (somos ahí los ojos del espíritu en cuestión y Wan utiliza el momento estupendamente).

El problema es que, quizá porque apenas regresamos a reconocer estos elementos olvidados principalmente por el público, Wan baje las manos al final y resuelva todo con los mismos utensilios dramáticos con que se resuelve Poltergeist (EUA, 1982), pero sin la leyenda final tan repetida hoy del choque entre el cementerio indio y la invasiòn occidental que por otro lado da tanto qué pensar. No cuenta con un dilema verdadero a pesar de su gran secuencia exorcista: en 1973 teníamos un debate casi moral entre el Demonio y un sacerdote sin fe, en 2013 tenemos una pelea callejera con un desenlace anticlimático y amoroso que además deja suelto el cabo de la “pérdida de vida” de su cazadora de fantasmas cada vez que “resuelve” un caso.

Reconocido el terror de la primera década de este siglo, los directores tienen que comprender que si de verdad nos vamos a alejar de él tenemos que plantear un compromiso con el público y, en lugar de condicionar tan burdamente sus emociones, entregarle un punto de vista real. Hasta ahora Wan no lo tiene. La esperanza de un mejor terror está por ahora en otro lado.

El Conjuro
(The Conjuring, EUA, 2013)
Dirige: James Wan
Actúan: Patrick Wilson, Vera Farmiga, Ron Livingston, Lily Taylor
Guión: Chad Hayes, Carey Hayes
Fotografía: John R. Leonetti
Duración: 112 min.

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