LOS PERSONAJES NO TIENEN POR QUÉ SER BELLOS PERO LAS HISTORIAS SÍ [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
El público acepta pronto que una mujer bella se entrometa en un matrimonio ajeno o que un médico muy apuesto seduzca a sus pacientes. La realidad rara vez es así. A menudo la mujer entrometida suele tener una pinta corriente y el médico puede que tenga un repulsivo bigote de brocha gorda.
En los programas que recrean crímenes reales vemos que actores atractivos representan a personas de aspecto corriente y a veces incluso nada agraciadas. Los actores rara vez se parecen a las verdaderas víctimas o a los testigos o a los investigadores. Así queda claro que el físico de los personajes reales no influye en el desarrollo de las historias. Las cosas pasan porque hay gente que está cerca de otra gente. ¿Por qué en estos programas se muestra sin reparo las diferencias entre los personajes reales y los actores? Quizá porque la belleza es un cliché. Un truco para el público. Un atajo para la recreación de los hechos. En el cine y las series -sobre todo en el cine-, es un atajo para llegar cuanto antes a la pasión, al sexo y al amor.
Puede que la necesidad de crear un atajo haya influido en las modernas recreaciones de Caperucita y el Lobo. El Lobo, aunque siga siendo un animal, es un seductor que viste como un señor. Así, el crítico espectador moderno concibe que la niña se detenga a hablar con el depredador y le confíe una información indebida. Pero en las palabras, la historia de Caperucita y el Lobo permanece inalterable.
Salvo que la belleza sea el tema, no debería preocuparnos el físico de los personajes. Importa la belleza en las historias de patitos feos o cuando la belleza o falta de ella es un estigma social, como en algunos episodios de Twilight Zone o Bridget Jones's Diary.
No confiemos que describir a una ejecutiva como bella o a un policía como un tipo con cuerpo atlético y el rostro de un héroe romántico, dé mayor interés o fuerza a la historia. Las historias deben tener fuerza con independencia de la belleza de los protagonistas. En la pantalla del ordenador, los personajes deben ser atractivos por lo que dicen y lo que hacen. Las descripciones físicas deben ser escuetas. La primera escena debe decir al espectador: "Mira, este tipo es especial" o "atentos a lo que hace esta chica". Preocupémonos por nuestro trabajo, no por los actores que darán cuerpo a los personajes; preocupémonos de la escritura porque ni el rostro más bello del mundo salvará una mala historia.
En los programas que recrean crímenes reales vemos que actores atractivos representan a personas de aspecto corriente y a veces incluso nada agraciadas. Los actores rara vez se parecen a las verdaderas víctimas o a los testigos o a los investigadores. Así queda claro que el físico de los personajes reales no influye en el desarrollo de las historias. Las cosas pasan porque hay gente que está cerca de otra gente. ¿Por qué en estos programas se muestra sin reparo las diferencias entre los personajes reales y los actores? Quizá porque la belleza es un cliché. Un truco para el público. Un atajo para la recreación de los hechos. En el cine y las series -sobre todo en el cine-, es un atajo para llegar cuanto antes a la pasión, al sexo y al amor.
Puede que la necesidad de crear un atajo haya influido en las modernas recreaciones de Caperucita y el Lobo. El Lobo, aunque siga siendo un animal, es un seductor que viste como un señor. Así, el crítico espectador moderno concibe que la niña se detenga a hablar con el depredador y le confíe una información indebida. Pero en las palabras, la historia de Caperucita y el Lobo permanece inalterable.
Salvo que la belleza sea el tema, no debería preocuparnos el físico de los personajes. Importa la belleza en las historias de patitos feos o cuando la belleza o falta de ella es un estigma social, como en algunos episodios de Twilight Zone o Bridget Jones's Diary.
No confiemos que describir a una ejecutiva como bella o a un policía como un tipo con cuerpo atlético y el rostro de un héroe romántico, dé mayor interés o fuerza a la historia. Las historias deben tener fuerza con independencia de la belleza de los protagonistas. En la pantalla del ordenador, los personajes deben ser atractivos por lo que dicen y lo que hacen. Las descripciones físicas deben ser escuetas. La primera escena debe decir al espectador: "Mira, este tipo es especial" o "atentos a lo que hace esta chica". Preocupémonos por nuestro trabajo, no por los actores que darán cuerpo a los personajes; preocupémonos de la escritura porque ni el rostro más bello del mundo salvará una mala historia.
Comentarios
Publicar un comentario