¿CÓMO SE MANTIENEN JÓVENES LAS PELÍCULAS POR LAS QUE NUNCA PASA EL TIEMPO? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

El truco, casi imposible, consiste en apelar a valores eternos y capturar la esencia de tus días al mismo tiempo. En ocasiones, es tan simple como escoger la banda sonora o los peinados correctos. ¿Pero cómo saber cuáles van a serlo dentro de 20 años?


George Lucas sabía que su épica espacial sobre un granjero que se convierte en samurai ya era lo suficientemente exótica como para añadirle una banda sonora futurista o, al estilo de Forbidden Planet (Fred M. Wilcox, 1965), completamente electrónica. De hecho, lo que necesitiba era justo lo contrario: "Estaba buscando a un compositor que pudiera escribir al estilo clásico del Hollywood de los 30 y los 40", recordó años más tarde. Su amigo Steven Spielberg le recomendó a John Williams, con el que acababa de trabajar en The Sugarland Express (1974) y Jaws (1975). Lucas se encontró con un alma gemela que no sólo le proporcionó a su película un halo sonoro deudor de Max Steiner, sino que fue mucho más lejos: hasta la época silente, hasta Stravinsky, hasta Strauss. "Alrededor del 90% de las películas de Star Wars es música", reconoció el director. "Las melodís están hechas en un estilo muy de la vieja escuela, como películas mudas, así que la música más o menos cuenta la historia".



Si comparamos Star Wars (1977) con el resto de la ciencia-ficción de su década, puede que no encontremos la clave de su extraordinaria longevidad en las imágenes, sino en el audio. Williams aportó a la narración una serie de leit motivs clasicistas que ayudaron al público a comprender, a nivel casi subliminal, el caracter eterno de sus temas y arquetipos. No es el caso de Westworld (Michael Crichton, 1973) o Logan's Run (Michael Anderson, 1976), películas mucho más preocupadas por aplicar el pulso, la estética y (sí) los sonidos de su tiempo a sus visiones del porvenir. Al fin y al cabo, Star Wars está técnicamente ambientada en el pasado, pero hay ocasiones en las que ni siquiera una banda sonora de Williams puede salvar a tu blockbuster de la maldición de un mal envejecimiento. ¿Quién puede volver a ver hoy día el Superman (1978) de Richard Donner sin que se activen sus alertas kistch? ¿Y quién puede llegar a identificar, ya mucho menos listar, las condiciones que debe reunir una película para resultar eterna?


ABRAZAR EL PASADO Y CAMUFLAR EL PRESENTE

Partamos del Top 250 de IMDb, una lista de las películas más votadas por los usuarios de la web que, al parecer, siempre estará dominada por The Shawshank Redemption (Frank Darabont, 1994). Puede que uno de los secretos de permanecer siempre joven sea abrazar el pasado, gran truco para aparentar un halo clásico de manera casi instantánea y evitar los peligros inherentes a las radiografías del presente. Películas como Tron (Steven Lisberger, 1982), Manhunter (Michael Mann, 1986) o Highlander (Russell Mulcahy, 1986) se sumergieron tanto en la aesthetic ochentera que hoy resultan cápsulas del tiempo, pero Ghostbusters (Ivan Reitman, 1984), canción oficial y diseño de vestuario de Gozer aparte, bebía tanto de la comedia de los años 40 que sigue resistiendo, incluso después de su remake.


Volviendo a The Shawshank Redemption, su triunfo reside en tratar temas tan universales como la camaradería o la esperanza en uno de esos lugares, la prisión, por los que el tiempo realmente no deja huella. Lo mismo va para The Godfather (Francis Ford Coppola, 1972), cuya tragedia de sangre tiene más que ver con la Grecia clásica que con la época (o épocas, si entramos en las secuelas) en la que se ambientaba.

Quentin Tarantino es especialista en localizar su cine en una suerte de no-tiempo, ni aquí (el presente) ni allí (el pasado), que ha permitido a películas como Reservoir Dogs (1992) o Pulp Fiction (1994) seguir siendo rabiosamente modernas, cuando muchos otros éxitos indie de los 90 son, indefectiblemente, demasiado indie de los 90. Sin embargo, hay algunos productos culturales que han conseguido la vida eterna siendo tan noventeros como el peinado de Rachel Green. Está bien: hay uno en concreto, y se llama Friends (1994-2004). Su condición de serie que siempre está de moda, incluso más de una década después de su final, tiene que ver con factores nostálgicos, pero sus múltiples reposiciones y su presencia en canales de VOD también le han asegurado un público adolescente en pleno 2016. ¿Por qué? Es un misterio, pero quizá tenga que ver con lo imperecedero de su tema central: todos tenemos un grupo de amigos, todos hemos vivido situaciones graciosas con ellos. Tampoco hay que subestimar el arte de contar historias a prueba de bombas o escribir diálogos forjados en hierro: North by Northwest (Alfred Hitchcock, 1959) es una película de su época en muchos sentidos, pero también está dotada de una elegancia narrativa y de un sentido del ritmo que nunca podrán envejecer.



¿CÓMO TENER 16 AÑOS POR SIEMPRE?

Quizá la forma más difícil de resistir el paso del tiempo sea adelantarse a él, como hizo The Truman Show (Peter Weir, 1998), cuyo tratamiento de, respectivamente, la opresión patriarcal o la identidad no podrían resultar más contemporáneos. La película protagonizada por Jim Carrey también es un ejemplo del difícil equilibrio entre mirar hacia atrás -Weir insistió en cambiar la ciudad ultra tecnológica en la que transcurrían las primeras versiones del guión por una comunidad tradicional que se diría hija de Norman Rockwell y Lucille Ball- y capturar las ansiedades de su tiempo: quizá ese sea el secreto que le permitió predecir el futuro con tanta exactitud.

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