¿ESTÁN TODAS LAS CÓMICAS NORTEAMERICANAS OBLIGADAS A PUBLICAR UN LIBRO DE MEMORIAS AUTOBIOGRÁFICAS? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Amy Schumer es la última mujer joven, famosa y graciosa que publica, con sustancioso cheque previo, un ensayo autobiográfico. Todos estos libros parecen cortados por el mismo patrón, que mezcla anécdotas personales con un tono cercano al manual de autoayuda


Amy Schumer sólo ha tenido una encamada de una noche en toda su vida y el número aproximado de veces que le ha hecho sexo oral a un hombre hasta que éste eyaculó es ocho. Lo sabemos porque la Schumer ha publicado The Girl With The Lower Back Tattoo, el libro recién lanzado de una de las comediantes más importantes del momento, creadora y protagonista tanto de su propia serie en Comedy Central (Inside Amy Schumer) como de la película que, con Judd Apatow a la batuta, la lanzó definitivamente al estrellato: Trainwreck.

La publicación de esta colección de ensayos e historias personales ha llegado en un momento complicado para Schumer, a quien le ha tocado pagar el pato de unas acciones ajenas: la diatriba de Kurt Metzger -guionista de su serie y amigo personal- en defensa de otro cómico acusado de agresiones sexuales. Sorprendentemente, de los tres implicados en la historia, es Schumer, que simplemente pasaba por ahí con el doble problema de ser famosa y mujer, la que está recibiendo más calor en la hoguera. Y sorprendentemente, a pesar de todo lo anterior, el éxito de su libro parece no peligrar. Por si necesitábamos otra prueba de que vivimos un boom literario de historias contadas por mujeres hilarantes que, de momento, no parece tener fin a la vista.

Lo dicen, entre otras cosas, los nueve millones de dólares que Gallery Books, su editorial, le puso sobre la mesa a Amy Schumer como incentivo para empezar a sentarse y escribir cosas como que de joven le gustaba robar ropa en grandes centros comerciales, que se estrenó como cómica en una sinagoga o que conoció a su actual pareja gracias a un app para ligar parejas muy misteriosa cuyo nombre, en un giro de guión contrario al ciclón verborréico del resto de su relato, se niega a revelar.

Nueve millones de George Washingtons, uno detrás de otro, son muchos Washingtons, pero si nos atenemos al éxito apabullante del resto de libros de sus compañeras de comedia, las cuentas empiezan a salir. Tina Fey, Amy Poehler, Mindy Kaling, Sarah Silverman, Lena Dunham… Hoy en día no eres nadie en un escenario si, además de contar chistes, no tecleas frenéticamente sobre tu vida y milagros. Piensa el nombre de una cómica en actividad de cierta fama y reconocimiento. ¡Tiene un libro! Y, además, sus ventas han funcionado entre moderada y escandalosamente bien.

Y todo porque nos morimos por saber cómo se conquista un Olimpo de la comedia que, hasta ahora, ha defendido su cima de voces femeninas como si del muro de Winterfell se tratara. Si alguien ha sido capaz de sobrevivir a una avalancha de testosterona continua, y aún así llegar a lo más alto y dominar su campo, puedes estar seguro de que nos interesa absolutamente todo lo que tenga que contarnos. Aunque lo que tenga que contarnos sea increíblemente similar al resto de relatos de sus compañeras de profesión.


LA EXPERIENCIA DE LAS PIONERAS

La culpa, en parte, es de Tina Fey, que en el año 2011 nos encandiló a todos con Bossypants, un libro en el que saciaba nuestra curiosidad sobre su experiencia en el icónico Saturday Night Live, la creación de 30 Rock y, entre medias, todo lo demás. Entendiendo por todo lo demás algo que en corto sería "su vida", y en largo podríamos resumir como una guía a seguir para el resto de compañeras de profesión dispuestas a hacer una aparición estelar en las listas de los libros más vendidos. Capítulos dedicados a la infancia (y aderezados con alguna experiencia traumática), párrafos rendidos a narrar -a golpe de autocrítica- adolescencias bochornosas de acné, peleas y escarceos tan románticos como vergonzosos y hasta trabajos denigrantes por dinero.

Todo cambió tras el éxito de Bossypants. De repente, compartir con el mundo, vía editorial, el monto total de la experiencia y sabiduría de las mujeres que nos hacen reír dejó de ser una opción para convertirse prácticamente en una obligación. Una lucrativa e hilarante obligación, pero una obligación después de todo.

Si Fey tiene libro, entonces obviamente también Poehler lo ha de tener. Aunque se pase la mayor parte de Yes, Please quejándose de lo cuesta arriba que se le hace escribirlo. Y si Mindy Kaling ha creado y protagonizado su propia serie y tiene dos libros, cómo no va a publicar también la mujer que, vía su alter ego en Girls, se proclamó la voz de su generación. O, al menos, una voz de una generación.


COQUETEANDO CON LA AUTOAYUDA

Lena Dunham vino a romper con su Not That Kind of Girl el patrón literario de su compañeras, que consiste en contarnos sus extraordinarias y brillantes vidas para conseguir que nos veamos reflejados como esa persona desastrosa y adorablemente humana que, quizá, con un poco de suerte y talento, puede alcanzar el éxito sin dejar de ser una más. Lo podemos tener todo, parecen querer decir: ponernos bonitas a punta de vino y doritos y, además, ser jefas de lo nuestro.

La historia de Dunham se escribe libremente, paseando entre lo universal y lo absolutamente personal. La temática es similar al resto de su género, pero la lectura de su libro se hace, por ratos, hasta incómoda. Como si estuviera devorando un melón que hemos decidido entre todos, de manera tácita, no abrir: nuestros momentos más egoístas, más profundamente vergonzosos y erráticos. Es decir, las verguenzas.

Y, sin embargo, con sus profundas diferencias, hay dos cosas que unen a Dunham y a todas y cada una de sus compañeras de profesión: su flirteo con la sección de autoayuda, en un intento loable de utilizar su fama y experiencias como apoyo en la batalla campal que para muchos es su vida (incluso cuando, para ello, deben indagar en los momentos más traumáticos y dolorosos de sus vidas). Y también en la obligatoriedad de contar, en mayor o menor detalle, qué significa ser cómica y mujer. Jefa y mujer. Famosa y mujer. Ser humano y mujer.

Porque hasta que llegue el día en el que Amy Schumer consiga su sueño y dejemos de considerarla una gran comediante mujer en lugar de una gran comediante y punto, el éxito femenino seguirá siendo un misterio insondable que hay que explicar y justificar.

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