¿HA INGRESADO BEN AFFLECK AL CLUB DE LOS DIRECTORES MALDITOS? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Analizamos si realmente existe una maldición que condena a ciertos directores al olvido y cómo todo esto ha mutado por obra y gracia de Internet
Es puro esoterismo. Hay una norma no escrita que dice que cada equis tiempo alguien entra en el club de los directores malditos. Es así desde el principio. Siempre ha sido así. La lista es larga y las razones, varias. El último en entrar en ese club exclusivo podría haber sido Ben Affleck, que se ha dado un buen batacazo con Live by Night (2016), su cuarta película como director, y acaba de anunciar que no dirigirá The Batman. Ya había algo premonitorio, de mal presagio, en uno de los afiches de su película: ahí está él, con sombrero y en penumbra, como si se avergonzara de su suerte. Es evidente que existe ese club. Y también que han cambiado las normas para entrar en él.
No son pocos los directores que se han hundido (de las formas más variadas) tras el fracaso (también de las formas más variadas) de una película y o no han vuelto a levantar cabeza o les ha costado recuperarse. Tradicionalmente, las razones del escarnio han sido más o menos razonables. Lo que no quiere decir, para nada, que sean justas. En el pasado, algunos cayeron por razones políticas, porque convenía silenciar su espíritu crítico. Otros, por arruinar (o casi) un estudio: Michael Cimino y Heaven's Gate (1980). La mayoría, por generar resultados lamentables en taquilla. Que se lo digan a Lana y Lilly Wachowski, quienes pasaron del elogio desmedido al ataque radical con Speed Racer (2008), hoy día película de culto. Un buen puñado, entre ellos M. Night Shyamalan con Lady in the Water (2006), fueron lapidados por hacer algo tan fuerte como salirse de un patrón que les/nos funcionaba. Y otros, no nos engañemos, cayeron porque se les fue la olla. Southland Tales (2006) puede ser defendida en ciertos círculos, pero Richard Kelly jugó muy duro rodando algo así después de Donnie Darko (2001). Aún así, esto es 2017 y ya no hacen falta grandes razones para lanzar a un director al abismo.
Live by Night no es una obra maestra, pero parte de su fracaso y de la posterior -y consecuente- huida de Affleck de The Batman tiene mucho que ver con la manera en la que Internet trata hoy a las películas y a sus autores. Antes había razones de peso (correctas o equivocadas, pero de peso) para cuestionárselos, ahora todo es más visceral y caprichoso. Se extrema tanto la recepción de las cosas, son tantas las ganas de que arda Twitter cada día, que una patinada puede hundir una carrera. No hace demasiado, un director tenía que liarla mucho para que le quitaran o le retuvieran el carnet, ahora basta con que unos cuantos decidan que ya no les gusta y su opinión correrá como la pólvora.
Es cuestionable que exista un rechazo irracional hacia Affleck, pero ya antes del estreno de Live by Night se palpaba en el ambiente que empezaba a caer gordo. Pueden intuirse varias razones. La primera, esa tendencia tan de nuestro tiempo a inquietarnos cuando un cineasta se estanca, ya sea en lo bueno o en lo malo. La buena racha de Affleck, que encima tiene un suculento pasado de malas decisiones al que volver en busca de argumentos para tumbarle, ya duraba demasiado. La segunda, la evidencia de que para consolidar el prestigio fraguado estos últimos años tenía que ir un paso más allá y rodar su mejor película. Y no es el caso. Para los interesados en el Affleck director, Live by Night no es un gran salto adelante. Para los que veían en él a un Clint Eastwood descafeinado, todavía menos. La tercera y más importante de las razones sería su total inmersión en el universo cinematográfico de DC, gestado a base de malas decisiones (con la espantosa Suicide Squad como, de momento, punta de lanza) que han encendido Internet y generado muchísimo rechazo.
Aunque seguirá ultra implicado en el proyecto, Affleck no dirigirá The Batman. Según el comunicado recogido por Variety, el cineasta se ha dado cuenta de que no puede hacer los dos trabajos a la vez (dirigir e interpretar) al nivel que exigen. Y, obviamente, las pérdidas económicas que ha ocasionado Live by Night a Warner Bros. habrán tenido que ver con la decisión. Aún así, suguro que uno de los motivos principales de la espantada ha sido la maldición referida en el titular, bastante letal con casi todos los damnificados. Y subrayemos lo de "casi todos" porque algunos salen hasta fortalecidos. Un ejemplo clarísimo es Nicolas Winding Refn. La deriva que ha tomado en sus dos últimos filmes no ha gustado a todos, pero es incontestable que las críticas le han hecho fuerte para hacer lo que le da la gana, pasarse por el forro las expectativas del espectador y llevar al límite el deseo de vaciar sus películas en busca de un éxtasis exclusivamente formal. Dice la prensa que es un tipo inseguro, pero lo cierto es que no se intuye sombra de indecisión en The Neon Demon (2016) ni en alguien que tiene el valor de firmar como NWR.
A Affleck, sin embargo, el ataque no parece haberle hecho fuerte. Y el recuerdo, aun muy fresco, del Sad Affleck video durante la promoción de Batman v. Superman (2016) corrobora que no lleva demasiado bien el fracaso. Pero tiene que relajarse porque la maldición ahora es más reversible que nunca.
Pero Ben no tiene por qué preocuparse tanto, si pone un poco de su parte, saldrá del club a la misma velocidad con la que entró. Miren a Shyamalan. Antes de que Internet se convirtiera en el Lejano Oeste, alguien decidió que Lady in the Water era muy mala y al pobre le colgaron el sambenito a las malas. Parece que no nos acordamos, pero su única película realmente mala fue The Last Airbender (2010). Y ahora, con Split (2016) vuelve a ser un maestro. Como si su anterior The Visit (2015) no fuera ya una maravilla. Se ha roto la maldición. En realidad, la ha roto él mirando a su alrededor y explorando nuevas vías. Su historia, al contrario de la de Cimino, no se convertirá en leyenda.
Dentro de un tiempo, nadie (bueno, él sí) recordará la temporada que pasó en el club de los malditos y hablaremos de esos años como una simple mala racha en su filmografía. Al querido Ben le sucederá lo mismo. Pronto, muy pronto, habrá pasado todo.
Es puro esoterismo. Hay una norma no escrita que dice que cada equis tiempo alguien entra en el club de los directores malditos. Es así desde el principio. Siempre ha sido así. La lista es larga y las razones, varias. El último en entrar en ese club exclusivo podría haber sido Ben Affleck, que se ha dado un buen batacazo con Live by Night (2016), su cuarta película como director, y acaba de anunciar que no dirigirá The Batman. Ya había algo premonitorio, de mal presagio, en uno de los afiches de su película: ahí está él, con sombrero y en penumbra, como si se avergonzara de su suerte. Es evidente que existe ese club. Y también que han cambiado las normas para entrar en él.
No son pocos los directores que se han hundido (de las formas más variadas) tras el fracaso (también de las formas más variadas) de una película y o no han vuelto a levantar cabeza o les ha costado recuperarse. Tradicionalmente, las razones del escarnio han sido más o menos razonables. Lo que no quiere decir, para nada, que sean justas. En el pasado, algunos cayeron por razones políticas, porque convenía silenciar su espíritu crítico. Otros, por arruinar (o casi) un estudio: Michael Cimino y Heaven's Gate (1980). La mayoría, por generar resultados lamentables en taquilla. Que se lo digan a Lana y Lilly Wachowski, quienes pasaron del elogio desmedido al ataque radical con Speed Racer (2008), hoy día película de culto. Un buen puñado, entre ellos M. Night Shyamalan con Lady in the Water (2006), fueron lapidados por hacer algo tan fuerte como salirse de un patrón que les/nos funcionaba. Y otros, no nos engañemos, cayeron porque se les fue la olla. Southland Tales (2006) puede ser defendida en ciertos círculos, pero Richard Kelly jugó muy duro rodando algo así después de Donnie Darko (2001). Aún así, esto es 2017 y ya no hacen falta grandes razones para lanzar a un director al abismo.
Live by Night no es una obra maestra, pero parte de su fracaso y de la posterior -y consecuente- huida de Affleck de The Batman tiene mucho que ver con la manera en la que Internet trata hoy a las películas y a sus autores. Antes había razones de peso (correctas o equivocadas, pero de peso) para cuestionárselos, ahora todo es más visceral y caprichoso. Se extrema tanto la recepción de las cosas, son tantas las ganas de que arda Twitter cada día, que una patinada puede hundir una carrera. No hace demasiado, un director tenía que liarla mucho para que le quitaran o le retuvieran el carnet, ahora basta con que unos cuantos decidan que ya no les gusta y su opinión correrá como la pólvora.
Es cuestionable que exista un rechazo irracional hacia Affleck, pero ya antes del estreno de Live by Night se palpaba en el ambiente que empezaba a caer gordo. Pueden intuirse varias razones. La primera, esa tendencia tan de nuestro tiempo a inquietarnos cuando un cineasta se estanca, ya sea en lo bueno o en lo malo. La buena racha de Affleck, que encima tiene un suculento pasado de malas decisiones al que volver en busca de argumentos para tumbarle, ya duraba demasiado. La segunda, la evidencia de que para consolidar el prestigio fraguado estos últimos años tenía que ir un paso más allá y rodar su mejor película. Y no es el caso. Para los interesados en el Affleck director, Live by Night no es un gran salto adelante. Para los que veían en él a un Clint Eastwood descafeinado, todavía menos. La tercera y más importante de las razones sería su total inmersión en el universo cinematográfico de DC, gestado a base de malas decisiones (con la espantosa Suicide Squad como, de momento, punta de lanza) que han encendido Internet y generado muchísimo rechazo.
Aunque seguirá ultra implicado en el proyecto, Affleck no dirigirá The Batman. Según el comunicado recogido por Variety, el cineasta se ha dado cuenta de que no puede hacer los dos trabajos a la vez (dirigir e interpretar) al nivel que exigen. Y, obviamente, las pérdidas económicas que ha ocasionado Live by Night a Warner Bros. habrán tenido que ver con la decisión. Aún así, suguro que uno de los motivos principales de la espantada ha sido la maldición referida en el titular, bastante letal con casi todos los damnificados. Y subrayemos lo de "casi todos" porque algunos salen hasta fortalecidos. Un ejemplo clarísimo es Nicolas Winding Refn. La deriva que ha tomado en sus dos últimos filmes no ha gustado a todos, pero es incontestable que las críticas le han hecho fuerte para hacer lo que le da la gana, pasarse por el forro las expectativas del espectador y llevar al límite el deseo de vaciar sus películas en busca de un éxtasis exclusivamente formal. Dice la prensa que es un tipo inseguro, pero lo cierto es que no se intuye sombra de indecisión en The Neon Demon (2016) ni en alguien que tiene el valor de firmar como NWR.
A Affleck, sin embargo, el ataque no parece haberle hecho fuerte. Y el recuerdo, aun muy fresco, del Sad Affleck video durante la promoción de Batman v. Superman (2016) corrobora que no lleva demasiado bien el fracaso. Pero tiene que relajarse porque la maldición ahora es más reversible que nunca.
Pero Ben no tiene por qué preocuparse tanto, si pone un poco de su parte, saldrá del club a la misma velocidad con la que entró. Miren a Shyamalan. Antes de que Internet se convirtiera en el Lejano Oeste, alguien decidió que Lady in the Water era muy mala y al pobre le colgaron el sambenito a las malas. Parece que no nos acordamos, pero su única película realmente mala fue The Last Airbender (2010). Y ahora, con Split (2016) vuelve a ser un maestro. Como si su anterior The Visit (2015) no fuera ya una maravilla. Se ha roto la maldición. En realidad, la ha roto él mirando a su alrededor y explorando nuevas vías. Su historia, al contrario de la de Cimino, no se convertirá en leyenda.
Dentro de un tiempo, nadie (bueno, él sí) recordará la temporada que pasó en el club de los malditos y hablaremos de esos años como una simple mala racha en su filmografía. Al querido Ben le sucederá lo mismo. Pronto, muy pronto, habrá pasado todo.
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