UN CABALLERO NUNCA VISTE DE MARRÓN... A VER QUIÉN SE ATREVE A DECÍRSELO A TOM HIDDLESTON [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Un caballero nunca viste de marrón. Puede que hayas oído estas palabras en muchas ocasiones. El manual del buen vestir parece vetar dicho color. Al menos teóricamente, pues a pesar de todo sigue siendo un básico de los armarios masculinos junto al gris, el azul marino y el negro. Sin embargo, es un color que no goza de grandes simpatías. Y es que el marrón no es amado, pero: ¿por qué?
Muchas son las feas connotaciones que acompañan al pobre tono. Los anglosajones se refieren a la persona aduladora o interesada o lameculos como 'brown noser'. En España tienen el verbo 'enmarronar' (aún no reconocido por la Real Academia de la Lengua Española) como palpable sinónimo de adjudicar una tarea enojosa o desagradable a alguien. A nadie le apetece vérselas con un marrón. Acuérdate del fastidio con que Tarantino se expresaba en Reservoir Dogs sobre el hecho de ser el Señor Marrón.
Pese a sus complicaciones, el marrón tiene ilustres partidarios. El último baluarte del marronismo es Tom Hiddleston, subido a la ola de celebridad que le deparó su interpretación en la trilogía de Thor como Loki, dios del engaño y resentido segundón. Su emergente carrera se ha cimentado también junto a Spielberg y Woody Allen. Hiddleston no sólo se ha ganado el respeto por su trabajo, sino que se ha elevado a tótem del estilo. Su aura y elegancia british le han colocado en una posición favorable en la tienta para sustituir a Daniel Craig como futuro espía seductor. Puede dar vida a un vampiro hipster, a un sombrío aristócrata o al inquilino de un rascacielos alegórico que se come a su perro en el balcón.
Tom ha ganado volumen corporal, compostura, quilates de sonrisa y un cabello tan perfecto como la cresta del casco de Minerva. El tipo está que se cae de la bandeja. Detrás tiene una lujosa educación en recintos tan elevados como Eton y la Universidad de Cambridge. Es un políglota que además se maneja con soltura en latín y griego antiguo, y ha hecho sus pininos -muy notables- en las tablas teatrales con el inevitable Shakespeare de por medio. Además, ha sido novio de Taylor Swift, el pináculo de una larga serie de conquistas. A ver quién puede superar todo esto.
De momento Hiddleston está tan seguro de sí mismo que se atreve a adoptar el marrón. El simbolismo más fiable de dicho color lo relaciona con el trabajo, la perseverancia y la fiabilidad. Es el color de los que se adaptan más que de los que sobresalen. Y Tom está dispuesto a dar mucho que hablar en los tiempos que vienen. Un británico que quiere comerse América a dentelladas, con esos dientes que parecen azulejos, y esa sombra perpetua de barba, del tono de una mancha uniforme de cerveza en un posavasos de pub inglés.
Tratándose de alguien que cuida hasta el mínimo detalle sus apariciones y que mide cada palabra que se le cae de la boca, no puede ser casual que esté apostando tan radicalmente por el marrón. Hiddleston es el nuevo y legítimo Señor Marrón, sin perder en ningún momento el estilo.
Muchas son las feas connotaciones que acompañan al pobre tono. Los anglosajones se refieren a la persona aduladora o interesada o lameculos como 'brown noser'. En España tienen el verbo 'enmarronar' (aún no reconocido por la Real Academia de la Lengua Española) como palpable sinónimo de adjudicar una tarea enojosa o desagradable a alguien. A nadie le apetece vérselas con un marrón. Acuérdate del fastidio con que Tarantino se expresaba en Reservoir Dogs sobre el hecho de ser el Señor Marrón.
Pese a sus complicaciones, el marrón tiene ilustres partidarios. El último baluarte del marronismo es Tom Hiddleston, subido a la ola de celebridad que le deparó su interpretación en la trilogía de Thor como Loki, dios del engaño y resentido segundón. Su emergente carrera se ha cimentado también junto a Spielberg y Woody Allen. Hiddleston no sólo se ha ganado el respeto por su trabajo, sino que se ha elevado a tótem del estilo. Su aura y elegancia british le han colocado en una posición favorable en la tienta para sustituir a Daniel Craig como futuro espía seductor. Puede dar vida a un vampiro hipster, a un sombrío aristócrata o al inquilino de un rascacielos alegórico que se come a su perro en el balcón.
Tom ha ganado volumen corporal, compostura, quilates de sonrisa y un cabello tan perfecto como la cresta del casco de Minerva. El tipo está que se cae de la bandeja. Detrás tiene una lujosa educación en recintos tan elevados como Eton y la Universidad de Cambridge. Es un políglota que además se maneja con soltura en latín y griego antiguo, y ha hecho sus pininos -muy notables- en las tablas teatrales con el inevitable Shakespeare de por medio. Además, ha sido novio de Taylor Swift, el pináculo de una larga serie de conquistas. A ver quién puede superar todo esto.
De momento Hiddleston está tan seguro de sí mismo que se atreve a adoptar el marrón. El simbolismo más fiable de dicho color lo relaciona con el trabajo, la perseverancia y la fiabilidad. Es el color de los que se adaptan más que de los que sobresalen. Y Tom está dispuesto a dar mucho que hablar en los tiempos que vienen. Un británico que quiere comerse América a dentelladas, con esos dientes que parecen azulejos, y esa sombra perpetua de barba, del tono de una mancha uniforme de cerveza en un posavasos de pub inglés.
Tratándose de alguien que cuida hasta el mínimo detalle sus apariciones y que mide cada palabra que se le cae de la boca, no puede ser casual que esté apostando tan radicalmente por el marrón. Hiddleston es el nuevo y legítimo Señor Marrón, sin perder en ningún momento el estilo.
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