THE DRAGON AND THE WOLF: "AL FINAL PARECE QUE TODO ESTO SÓLO SE TRATA DE VERGAS" [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

El último capítulo nos introduce de lleno en el acto final de un Game Of Thrones que sigue siendo fiel a sus grandes conflictos y sirviéndole al público su tan ansiado fan service con la cuchara grande


Cuando Taylor Swift lanzó hace unos días su nuevo tema Look What You Made Me Do, en los análisis de casi todos los medios de comunicación se insertaron referencias a Game Of Thrones. Su oda a la venganza, inspirada en sus rivalidades con estrellas como Kanye West o Katy Perry, parecía escrita por la mismísima Arya Stark, incluidos sus guiños medievales (¿la Boda Roja?) y una lista de nombres tachados con rojo sangriento. Es como si Game Of Thrones estuviera en todas partes. La cultura popular se ha 'juegodetronosizado' como ya lo hizo la política aquí en Sudamérica, en Europa y en Estados Unidos. La relación entre la serie y la forma en que vemos a nuestros líderes locales y mundiales es curiosa. El éxito de la adaptación de HBO es imprescindible para explicarlo y entenderlo. Game Of Thrones se ha convertido en el gran fenómeno de nuestra década por ser puro espectáculo, pero también pura actualidad: cómo asumimos el peso de la Historia, la imposibilidad de superar las rencillas, la caída de las viejas estructuras ante la llegada de nuevos héroes y de nuevas amenazas, las alianzas que hay que hacer aunque sea a regañadientes y sólo por un rato, etc.

Todo eso ha estado en la controvertida séptima temporada de Game Of Thrones, y también en su episodio final, The Dragon And The Wolf. Aunque la estructura narrativa de la serie ha mutado en las últimas entregas, este capítulo se ha dedicado de nuevo al retrato de los personajes y a la asunción de las consecuencias de la penúltima emisión, y las anteriores. Beyond The Wall fue la definitiva constatación de una Gran Guerra inminente, y estos últimos minutos, escritos por D. B. Weiss y David Benioff y dirigidos por Jeremy Podeswa, abordan la imposibilidad de una coalición contra el Night King. La reunión entre Daenerys Targaryen, Jon Snow y Cersei Lannister, en unas ruinas de King's Landing donde se encadenaba a los dragones (con todos los mensajes que implica eso), ha sido uno de los momentos dramáticos y dialécticos más intensos de la ficción, también uno de los más frustrantes, trademark. A pesar de todo lo que sugerían esos esperados encuentros (geniales las escenas entre Cersei y Tyrion, y luego Cersei y Jaime), la Leona promete una traición que se desplegará en la octava temporada.


Podríamos decir que Cersei Lannister ha sido de nuevo la protagonista indiscutible, como ya lo fue en el insuperable The Winds Of Winter. Aunque The Dragon And The Wolf no ha deparado grandes muertes ni revelaciones sorprendentes, es justo alabar cómo los guionistas han encajado las piezas en la construcción de sus personajes, con especial interés en los femeninos. La Reina Lannister renuncia a una tregua con tal de mantener el poder para su futuro hijo (al contrario de lo que parece lógico: elegir la vida frente a los White Walkers), y por fin sabemos que el duelo entre Sansa y Arya Stark tenía un propósito, unir a las hermanas en un crimen que sabe más a justicia que a venganza, aunque la línea entre una y otra vuelve a difuminarse: Littlefinger muere degollado por todas sus traiciones a los Stark. Frente a la heroicidad a fuerza bruta de sus figuras masculinas, son las mujeres las que representan la única Revolución política en Westeros. Aunque no estemos de acuerdo con sus decisiones, son ellas que a oscuras y con bastante puntería han marcado la diferencia a la hora de hacer rodas cabezas.

La séptima temporada del fenómeno también ha demostrado que el camino para pulir esos arcos narrativos es muy titubeante; la rivalidad entre Sansa y Arya, que se ha pintado con brocha gorda, y el tratamiento de la terquedad de Daenerys son casos de estudio. De hecho, es curioso ver como la personalidad de Dany se ha domesticado a favor de obviedades heroicas (incluso románticas) descubiertas por los personajes masculinos. Está claro, amigos: ¡Dany necesita un macho (un reemplazo de Drogo)! Tyrion ha destacado por reprobar en todo momento la conducta de la Mother Of Dragons (con razón, sí, pero, si ya intuimos que es impulsiva y que está equivocada, ¿por qué señalarlo así?), y al final se la castiga con la muerte de Viserion, una crisis emocional que la termina empujando a los brazos del primer macho alfa que tiene cerca, o sea, de Jon. Esta penúltima secuencia de The Dragon And The Wolf, cuando se resuelve la tensión entre la Targaryen y el King In The North, a la vez que Sam y Bran narran su parentesco (el bastardo es hijo legítimo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark y heredero del Trono de Hierro, gran conflicto para el futuro), es un ejemplo perfecto de lo peor de esta entrega. Se premia una heroicidad superficial en lugar de sugerir los claroscuros morales y personales, habituales en la serie, tras cada decisión.

Han sido estas concesiones a la hora de escribir situaciones importantes y completar el desarrollo de los personajes lo que más recelos ha despertado en la serie, y no las polémicas elipsis. La rapidez con la que se han sucedido los acontecimientos de la séptima temporada, en ocasiones de forma inverosímil, no son tanto el resultado de abandonar la senda de George R. R. Martin como de habernos sumergido de lleno en el último acto de la historia. Los largos viajes a los que la serie nos tenía acostumbrados (recordemos la inmovilista quinta entrega; no todo ha sido ideal en su trayectoria) eran también una excusa para motivar el crecimiento de sus protagonistas, arcos narrativos ya prácticamente completos. Esta recta final ha sido algo más descuidada, pero también más espectacular, a la altura de sus mejores momentos; quizá no al nivel de la anterior, la casi redonda sexta entrega, pero tal vez sí al de la tercera, otra aventura explosiva y clave en la serie. Pisar el freno ahora es imposible, y además sería incoherente e innecesario. Así funcionan los clímax, y Game Of Thrones ha entrado en el suyo siendo no sólo fiel a sus grandes conflictos de actualidad, de épica y de moralidad, sino dando a sus espectadores lo que llevan años esperando: una Guerra en la que todo está en juego.

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