VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS: UN MUNDO DONDE EL TURISMO SE HACE CON VIEJOS CASCOS DE REALIDAD VIRTUAL [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Luc Besson llevaba toda una vida esperando llevar a la pantalla el comic protagonizado por los agentes espacio-temporales Valerian y Laureline, personajes que llegan a los cines usando las caras de resaca de Dane DeHaan y Cara Delevingne. Con más de 200 millones de euros en presupuesto y trillones de efectos especiales, Valerian and the City of a Thousand Planets es el parque de atracciones espacial de este crudo invierno sudamericano


Luc Besson no tenía televisor cuando era niño. Tampoco existía Internet, ni Star Wars, y sus padres, profesores de buceo del Club Mediterranée (de ahí el argumento de su The Big Blue), tampoco lo llevaban demasiado al cine. Pero estaban los comics. Y, entre todos ellos, la saga Valerian, protagonizada por la pareja de agentes espacio-temporales Valerian y Laureline, le sopló la cabeza como cantan los Beatles en el trailer del film ("because the wind is high it blows my mind"). Todo bien, porque el comic creado por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières dinamita las últimas fronteras de la ficción: sus protagonistas no sólo se mueven a su antojo por el espacio infinito, sino que, además, también viajan en el tiempo. Luc Besson suspira, nostálgico: "Sí, empecé a leer los comics de Valerian cuando tenía 10 años. Es el patrimonio de mi infancia y de mi país, y hace mucho que quería trasladarlo al cine. Pero, para esta primera aventura, no quisimos meter viajes en el tiempo. Ya había demasiados elementos en el film".

Besson confiesa: "La dimensión psicodélica que poseen los comics fue la parte más difícil de plasmar en la pantalla, aunque hay momentos en los que la película se vuelve muy loca". ¿Qué clase de locura? Besson, didáctico, nos lo explica: "Es como si tomaras a un viejo que ha vivido toda su vida en una aldea recóndita y, de repente, lo metes en una discoteca con luces estroboscópicas y toda clase de tecnología ultra avanzada. Es la locura que nace de cómo nos imaginamos el siglo XXVIII. Demasiados estímulos de golpe". La película proporciona ese tipo de viaje. "Esto va a ser una fiesta", promete al principio del film Laureline, encarnada por la pizpireta actriz y modelo Cara Delevingne. Y vaya que ella sí que sabe de fiestas locas.


LA PAREJA DEL SIGLO XXVIII

Vale la pena detenerse en la pareja protagonista, una apuesta que puede parecer arriesgada cuando hablamos de la producción más cara del cine europeo (197 M€ sin contar la publicidad). Aunque hizo de James Dean en Life (Anton Corbijn, 2015), Dane DeHaan no es piedra, tampoco es marcado, y ni siquiera es demasiado conocido. "Me enamoré al instante", confiesa Besson: "Ese carisma, esa sonrisa, esa mirada azul, esa voz un poco grave... ¡era el perfecto Valerian! Quizás no es la típica estrella con la que se cuenta en producciones de estas características, pero yo no funciono así". Delevingne sí es sobradamente conocida, incluso como actriz, pero tampoco se puede decir que sea ir sobre seguro. Y, sin embargo, aquí hay química. Él es un donjuán con ojeras, y ella, una action girl del futuro, modernísimos ambos (aunque sigan creyendo en el matrimonio). Luc Besson confiesa que, en la escena en la que Cara reparte patadas, "uno de los especialistas acabó sangrando", y se enfada si no le reconocemos que lo de las action girls lo inventó él con Nikita en 1990: "¡Fue la primera! Antes no había mujeres en papeles de acción. Hollywood se subió al coche mucho después con Angelina Jolie" y su Lara Croft: Tomb Raider (Simon West, 2001). "Cara está muy en forma y funciona muy bien en todos los registros". Ellos son los absolutos protagonistas, con un notable plantel de secundarios: criaturas alienígenas aparte, destacan el número de baile de Rihanna, la guapería de Ethan Hawke y los cameos de Herbie Hancock y Alain Chabat, entre otras sorpresas.

De la misma manera que Alpha, estación espacial a la que se han ido sumando especies de todos los rincones del universo, Valerian and the City of a Thousand Planets tiene mucho de compendio de clásicos sci-fi. Rutger Hauer, el replicante de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), tiene un cameo al principio del film, y Besson reconoce que los universos de Star Wars y Valerian son compatibles. La nave de Valerian evoca al Millennial Falcon, cosa nada extraña si recordamos que el comic francés fue una de las influencias mayores en George Lucas a la hora de crear su propio universo. "¡Si apareciera R2-D2 no desentonaría en absoluto!", se regodea Besson, aunque lo que más pesa en su película, sobre todo en lo que respecta al Planeta Mül, a sus habitantes y a su obvio mensaje ecológico, es Avatar (James Cameron, 2009). "¡Debía darme prisa antes de que Cameron estrenara Avatar 2!", bromea el galo, que tiró a la basura un primer guión tras ver el revolucionario film de Cameron. "Es como si fueses un atleta que ha hecho una buena marca y luego viene Usain Bolt y te deja en ridículo. Es mejor volver a empezar de cero", explica el bueno de Luc.


LA DIMENSIÓN YA CONOCIDA

"De 2.900 planos que tiene el film, 2.734 fueron hechos con efectos" comenta, orgulloso y con afán de exactitud, Besson. "Pero todos los personajes son reales", advierte: "Cuando vemos un alien, siempre hay un actor que lo interpreta, y algunos actúan con parte del traje que se ve en el plano final. Los efectos especiales están por todas partes, pero, al final, lo que cuenta es la historia". La película demuestra que, al igual que nosotros pasamos más y más tiempo sumidos en mil pantallas, el cine tiende a ser, en sintonía, cada vez más virtual. En el film, donde se proyecta nuestro futuro, el turismo se hace con viejos cascos de Realidad Virtual, porque todo lo que hay que ver y comprar, más allá del mundo polvoriento, tiene lugar en esa otra dimensión que sería la del cine digital y la de nuestros teléfonos y ordenadores. Y, sin embargo, Besson es optimista, porque sólo en ese futuro que nos avanza puede darse un lugar como Alpha, el punto central del film: Es el lugar en el que todas las razas del universo convergen y comparten su sabiduría, conocimiento y cultura. Eso a lo que nos gustaría llegar, pero que, de momento, somos incapaces de alcanzar. Al menos que ya lo hayamos alcanzado y se llame Internet, ese lugar único en el que todo converge de forma virtual.

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