¿ATRAPARÁ LA MALDICIÓN DE LOS OSCAR A RYAN GOSLING AHORA QUE LEONARDO DICAPRIO SE HA LIBRADO DE ELLA? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Estos son los argumentos de por qué Stone puede llevarse el Oscar y Gosling no... ¿o será el revés?
La La Land está destinada a triunfar y ya se mira en el espejo de Titanic. Pero, como paso con aquella, tememos que Ryan Gosling sufra la suerte maldita que acompañó a DiCaprio cuando ni siquiera lo nominaron. Y aunque aquí las cosas son distintas -Kate Winslet no ganó y Emma Stone lo tiene todo a su favor-, nos tememos que Gosling sea la víctima señalada que justifique, en el día señalado, el tsunami de premios para el melodrama que ha hecho que Hollywood vuelva a ser, para el gran público, algo más que superhéroes y efectos especiales.
A FAVOR Y EN CONTRA DE EMMA STONE
A Emma Stone tenemos que aplaudirle que este año baile, cante, transmita fragilidad, fuerza, derrota y entusiasmo de manera multipolar según las necesidades de Damien Chazelle y que, básicamente, enamore de manera animal.
Lo de pelirroja no es mérito estrictamente suyo, pero también cuenta. Hay un tema con las cobrizas, y es que, pese a la mitología que las envuelve, su color las maldice en la carrera por el Oscar. Cierto que el año pasado ganó Julianne Moore pero no fue hasta su quinta nominación, y eso que es la segunda mejor actriz del mundo. Nicole Kidman tuvo que teñirse de morena y ponerse nariz de garfio para alzarse con la estatuilla y de eso ya hace tres lustros. En lo que va del siglo, cinco negras han besado las 32 estatuillas posibles... por sólo dos pelirrojas. Así que, es un clarísimo down para Stone.
Pero sales de la sala, unes todas las líneas de sus intangibles y la silueta que trasciende es una dignísima interpretación for your consideration. Si se trata de usar la paleta de emociones, las toca casi todas. Cuando no lloras te lleva a un punto muy sutil dificilísimo de igualar. Dicen siempre los actores a lo largo de la larga historia y del ancho mundo que hacer reír es aún más complicado que hacer llorar. Y Stone hace reír y llorar, pero hay casi más "melo-" que "-drama" en su receta presente y eso debería servir para romperle una lanza si nos guiamos por ese barómetro de dificultad autoimpuesto por el gremio.
A sus 28 años, la actriz encarna el sueño americano, tanto en realidad como en esta ficción. Y ahora que Jennifer Lawrence parece semiamortizada por culpa de declaraciones inadecuadas, promocionando papeles inadecuados, resultaría del todo conveniente que Hollywood coronara a Stone para ingresarla en su realeza particular. Sólo en prestigio, ganaría tanto o más la institución que ella.
A FAVOR Y EN CONTRA DE RYAN GOSLING
Lo de Gosling es otra cosa. Dijeron de Cary Grant durante toda su carrera y de George Clooney hasta hace cinco minutos que eran hombres que gustaban a las mujeres y caían simpáticos a sus congéneres. Y no era una cuestión de talento o técnica, sino de donaire. Tenían -tienen- la materia prima con la que están moldeadas las estrellas del firmamento. Y Gosling, heredero natural del segundo casi de manera telegrafiada y consciente, acarrea idénticas retribuciones y sinsabores. Sinsabores hasta el punto de que baila, canta, transmite fragilidad, fuerza, derrota y entusiasmo de manera multipolar según las necesidades de Damien Chazelle y, básicamente, enamora de manera animal. Pero, por lo que sea, casi nada de eso sirve para tomarle como serio candidato contra el "academiquísimo" desgarro de Casey Affleck en Manchester By The Sea.
Porque su parte de "melo-", que quizá es menos redonda que la parte "melo-" de Stone (pese a que aprendió a tocar el piano para el papel, Gosling canta como un grillo pisoteado), choca con la parte "-drama" del aura melancólica que le ha dibujado Winding Refn. Mientras en la lista de pros de Stone cuentan sus ojos chiribiteros y su legendario pizpiretismo labrado a golpe de Fallon desde los tiempos de Easy A. Pero, vete tú a saber por qué, esto es totalmente subjetivo, como todos los artículos de tendencias escritos al calor de unas nominaciones, cuesta ver reivindicado a Gosling por uno de sus papeles más lúdicos. Y eso es una pena tremenda.
Resulta que con el fluir de las palabras nos encontramos a dos personas gustándole a todos y haciendo feliz a la platea de una forma pocas veces vista antes. Y todos sabemos que para que haya yin ha de haber yang. Si este año premiamos la alegría de vivir, que sea de manera salomónica. Que no suceda como aquella vez que Kate Winslet fue nominada (aunque perdió) y Leonardo no.
Y tampoco como en The Apartment, quizá uno de los melodramas más redondos hasta el que nos ocupa, en el que ganaron casi todos menos los actores. Que lo que iba a comenzar como una reivindicación de la Stone y una provocación contra el hombre que más hombrías hace tambalear quede como carta atendida a los reyes magos de la Academia. En un futuro con tantas incertidumbres, necesitamos por lo menos otro nuevo día de sol.
La La Land está destinada a triunfar y ya se mira en el espejo de Titanic. Pero, como paso con aquella, tememos que Ryan Gosling sufra la suerte maldita que acompañó a DiCaprio cuando ni siquiera lo nominaron. Y aunque aquí las cosas son distintas -Kate Winslet no ganó y Emma Stone lo tiene todo a su favor-, nos tememos que Gosling sea la víctima señalada que justifique, en el día señalado, el tsunami de premios para el melodrama que ha hecho que Hollywood vuelva a ser, para el gran público, algo más que superhéroes y efectos especiales.
A FAVOR Y EN CONTRA DE EMMA STONE
A Emma Stone tenemos que aplaudirle que este año baile, cante, transmita fragilidad, fuerza, derrota y entusiasmo de manera multipolar según las necesidades de Damien Chazelle y que, básicamente, enamore de manera animal.
Lo de pelirroja no es mérito estrictamente suyo, pero también cuenta. Hay un tema con las cobrizas, y es que, pese a la mitología que las envuelve, su color las maldice en la carrera por el Oscar. Cierto que el año pasado ganó Julianne Moore pero no fue hasta su quinta nominación, y eso que es la segunda mejor actriz del mundo. Nicole Kidman tuvo que teñirse de morena y ponerse nariz de garfio para alzarse con la estatuilla y de eso ya hace tres lustros. En lo que va del siglo, cinco negras han besado las 32 estatuillas posibles... por sólo dos pelirrojas. Así que, es un clarísimo down para Stone.
Pero sales de la sala, unes todas las líneas de sus intangibles y la silueta que trasciende es una dignísima interpretación for your consideration. Si se trata de usar la paleta de emociones, las toca casi todas. Cuando no lloras te lleva a un punto muy sutil dificilísimo de igualar. Dicen siempre los actores a lo largo de la larga historia y del ancho mundo que hacer reír es aún más complicado que hacer llorar. Y Stone hace reír y llorar, pero hay casi más "melo-" que "-drama" en su receta presente y eso debería servir para romperle una lanza si nos guiamos por ese barómetro de dificultad autoimpuesto por el gremio.
A sus 28 años, la actriz encarna el sueño americano, tanto en realidad como en esta ficción. Y ahora que Jennifer Lawrence parece semiamortizada por culpa de declaraciones inadecuadas, promocionando papeles inadecuados, resultaría del todo conveniente que Hollywood coronara a Stone para ingresarla en su realeza particular. Sólo en prestigio, ganaría tanto o más la institución que ella.
A FAVOR Y EN CONTRA DE RYAN GOSLING
Lo de Gosling es otra cosa. Dijeron de Cary Grant durante toda su carrera y de George Clooney hasta hace cinco minutos que eran hombres que gustaban a las mujeres y caían simpáticos a sus congéneres. Y no era una cuestión de talento o técnica, sino de donaire. Tenían -tienen- la materia prima con la que están moldeadas las estrellas del firmamento. Y Gosling, heredero natural del segundo casi de manera telegrafiada y consciente, acarrea idénticas retribuciones y sinsabores. Sinsabores hasta el punto de que baila, canta, transmite fragilidad, fuerza, derrota y entusiasmo de manera multipolar según las necesidades de Damien Chazelle y, básicamente, enamora de manera animal. Pero, por lo que sea, casi nada de eso sirve para tomarle como serio candidato contra el "academiquísimo" desgarro de Casey Affleck en Manchester By The Sea.
Porque su parte de "melo-", que quizá es menos redonda que la parte "melo-" de Stone (pese a que aprendió a tocar el piano para el papel, Gosling canta como un grillo pisoteado), choca con la parte "-drama" del aura melancólica que le ha dibujado Winding Refn. Mientras en la lista de pros de Stone cuentan sus ojos chiribiteros y su legendario pizpiretismo labrado a golpe de Fallon desde los tiempos de Easy A. Pero, vete tú a saber por qué, esto es totalmente subjetivo, como todos los artículos de tendencias escritos al calor de unas nominaciones, cuesta ver reivindicado a Gosling por uno de sus papeles más lúdicos. Y eso es una pena tremenda.
Resulta que con el fluir de las palabras nos encontramos a dos personas gustándole a todos y haciendo feliz a la platea de una forma pocas veces vista antes. Y todos sabemos que para que haya yin ha de haber yang. Si este año premiamos la alegría de vivir, que sea de manera salomónica. Que no suceda como aquella vez que Kate Winslet fue nominada (aunque perdió) y Leonardo no.
Y tampoco como en The Apartment, quizá uno de los melodramas más redondos hasta el que nos ocupa, en el que ganaron casi todos menos los actores. Que lo que iba a comenzar como una reivindicación de la Stone y una provocación contra el hombre que más hombrías hace tambalear quede como carta atendida a los reyes magos de la Academia. En un futuro con tantas incertidumbres, necesitamos por lo menos otro nuevo día de sol.
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