BEWARE THE SLENDERMAN: CUANDO EL HOMBRE LARGO DE TRAJE SE CONVIERTE EN REALIDAD [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

La directora Irene Taylor Brodsky utiliza una tragedia ocurrida hace un par de años en Wisconsin como punto de partida para reflexionar sobre el poder psicológico del folclore en nuestra vida digital



¿De dónde vienen los mitos del folclore? ¿Cuál es, exactamente, el origen de las leyendas populares? Tenemos teorías (psicoanalíticas y antropológicas, en su mayor parte) para explicar al lobo feroz o a la bruja del bosque, pero sus orígenes suelen perderse en la brumosa tradición oral, en un proceso de transmisión cultural que pueden remontarse hasta Esopo o la mitología nórdica. Sin embargo, los primeros pasos de su perfecto equivalente moderno en la cultura pop están más que documentados: un concurso para aficionados al retoque fotográfico que se celebró en los foros de una web humorística. Puede parecer prosaico, pero nada más lejos de la verdad: estamos hablando del nacimiento de una Idea con mayúscula. De la que puede mutar algo infinitamente más poderoso. De la que engendran fenómenos masivos, subculturas y, al final, están a punto de costarle la vida a una niña de doce años en Waukesha, Wisconsin.

Beware the Slenderman, documental que HBO estrena el próximo 24 de enero, no es simplemente la crónica de esta desconcertante página negra del Medio Oeste norteamericano: es la disección de un meme tan poderoso que se ha demostrado capaz de penetrar en el tejido de la realidad. Para ir abriendo boca, conviene familiarizarse con los orígenes y primeros pasos del nuevo Hombre del Saco, quizá la primera leyenda urbana de código abierto. Corramos, pues, a recibir el abrazo de Slenderman.


"NO QUERÍAMOS IR, NO QUERÍAMOS MATARLOS"

El 10 de junio de 2009, el usuario Victor Surge publicó dos fotografías retocadas con Photoshop en los foros de Something Awful. Su objetivo original -incorporar una pincelada sobrenatural a imágenes cotidianas para ganar un concurso- acabó viéndose superado por la fuerza de su creación: una figura desproporcionada, con ausencia de rasgos faciales y un elegante traje negro, acompañando a un grupo de niños en lo que parecía un parque infantil. En caso de que la potencia icónica no fuera suficiente por sí misma, el autor escribió también unos pies de foto tan sugerentes como este: "No queríamos ir, no queríamos matarlos, pero su silencio persistente y sus brazos alargados nos horrorizaban y reconfortaban al mismo tiempo".

El crítico literario Jack Zipes elabora una teoría en Beware the Slenderman: nuestro inconsciente colectivo ha estado fascinado con la figura del encantador de inocentes desde los tiempos de los hermanos Grimm. Para él, Slenderman no es más que la declinación moderna de la fábula del Flautista de Hamelín, cuyas raíces históricas parecen remontarse a alguna tragedia (natural o relacionada con la peste) ocurrida en la Baja Alemania alrededor del año 1300. En cualquier caso, la figura central responde a un arquetipo muy concreto: la figura misteriosa con un poder casi preternatural sobre las vidas infantiles. Slenderman es, en otras palabras, el secuestrador del que te adivirtieron tus padres, el Hombre de Negro del que hablan los contactados extraterrestres, el Ser Sombra que siempre entraba en tu habitación dentro de una pesadilla. No resulta casual que se parezca tanto a los villanos de Hush, el antológico episodio silente de Buffy the Vampire Slayer, pues Joss Whedon también buscó su inspiración en los cuentos de hadas (que no dejan de ser, según Richard Dawkins, un ejemplo supremo de meme).

Slenderman también es la primera leyenda urbana construida en torno a la imagen. En lugar de un relato para contarlo junto al fuego de campamento, nuestro primer contacto con él fue una foto retocada, un video de YouTube o una pieza de fan art. Es posible que el secreto de su éxito casi inmediato residiese en su condición de código abierto: cualquiera podía apropiarse de una estética que, para empezar, tenía muy poco de concreto, prefiriendo operar a nivel casi subliminal. Así, hablamos casi de un lienzo en blanco sobre el que desarrolladores de videojuegos independientes, cineastas, músicos, dibujantes o simples fans han publicado sus temores ocultos, siempre relacionados con una cierta idea (vagamente lovecraftiana) de la Naturaleza como templo de Satán. Esa es la razón por la que Slenderman habita en el bosque, donde jóvenes insensatos irrumpen armados con su tecnología para, quizá, intentar capturar el misterio. 28 años después del estreno de The Blair Witch Project, primer fenómeno de culto que exploró las posibilidades de la web para generar una suerte de neo-folclore, su principio básico sigue tan vigente que, de hecho, ha convertido a su reboot oficial en una redundancia. No necesitábamos otra Blair Witch canónica, pues estamos viviendo el apogeo definitivo de su espantosa progenie: la creepypasta.


MITOLOGÍA EN TIEMPOS DE INTERNET

Es probable que la webserie Marble Hornets sea una de las ficciones terroríficas más importantes del siglo XXI. Sus creadores, Joseph DeLage y Troy Wagner, cogieron el meme de Slenderman y decidieron construir una narrativa experimental a su alrededor, válida como historia de terror fragmentada y como experiencia multiplataforma. Gracias a ella, el Hombre del Saco de la generación Instagram saltó al mainstream, convirtiéndose en el mascarón de proa y talismán de webs como Wiki Creepypasta, centro neurálgico de las leyendas urbanas concebidas como virales. Para entendernos, existe un Slenderman anterior a Marble Hornets y otro posterior, tan masivo y ubicuo que ha llegado a inspirar incluso poemas de amor, tal como se recoge en Beware the Slenderman. El documental también muestra el impacto internacional del fenómeno, con la webserie española Croatian Files como representante de esa ficción creepypasta nacida bajo la sombra de Marble Hornets.

La última fase de este complejo proceso de desarrollo cultural es la que inspiró a la directora Irene Taylor Brodsky a descender por esta madriguera de conejo. En mayo de 2014, dos colegialas residentes en un suburbio de Milwaukee decidieron convencer a una compañera de clase para acompañarlas hasta el bosque, donde le asestaron 19 puñaladas y la dieron por muerta. De alguna manera, la víctima consiguió reunir fuerzas suficientes como para arrastrarse hasta la carretera y pedir ayuda. Los médicos situaron más tarde la distancia que la separó de una muerte segura en un milímetro. Cuando interrogaron a sus atacantes, ambas hablaron de que un ritual así era necesario. De lo contrario, Slenderman podría enfadarse. "Tenía muchísimo miedo -declaró una de ellas- pues sabía que él podía matar a toda mi familia en tres segundos". Sin embargo, más adelante confesaron que su pequeño acto privado no surgió de la necesidad, sino de una suerte de deseo oculto. Ambas querían servir a Slenderman. Demostrarle, en suma, que eran dignas. En sus peores tramos, el trabajo de Brodsky parece un catálogo de las muchas posibilidades que una cámara dron pone a disposición del documentalista. En los mejores, es un fascinante estudio psicológico sobre el poder del folclore y las leyendas del subconsciente en nuestra vida hiper-tecnológica. El caso reprodujo, a pequeña escala, escenas de pánico moral similares a las que Jesús Palacios recoge en su libro Juegos Mortales: Katanas, Mentiras y Cintas de Video. Si, hace veinte años, ciertos guardianes de la moral aprovechaban tragedias relacionadas tangencialmente con los videojuegos para estigmatizar estas formas de cultura juvenil, el Apuñalamiento de Slenderman llevó a los colegios de Waukesha a capar el acceso a Wiki Creepypasta desde sus servidores, como si una colección de relatos escritos por aficionados a la literatura fueran materia prohibida. En cualquier caso, el propio creador del personaje acabó redactando un comunicado oficial con la víctima aún hospitalizada. En él, Eric Knudsen (el hombre tras Victor Surge) confesaba estar apenado y un tanto aterrorizado por la forma en la que su inocente creación había acabado convirtiéndose en dolorosa realidad. Quizá había descubierto, sin pretenderlo, el poder tectónico que pueden llegar a tener ciertas ideas. En serio, son peores que un virus. Son lo que ha guiado a la civilización occidental hasta aquí y ahora.

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