¿ES ESTE EL FINAL DE RONDA ROUSEY? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Tras su fulminante derrota en el UFC 207, la luchadora más célebre de nuestro tiempo sabe que su futuro pasa por aceptar quien es realmente


"¡Olvídense de Ronda Rousey!", grita Amanda Nunes, actual campeona del Ultimate Fighting Championship (peso gallo), ante un público completamente enfebrecido. "Va a hacer películas. Olvídenla, ya tiene un montón de plata".

Al otro lado del octágono, Rousey intenta protestar la decisión arbitral de detener el combate después de 48 dolorosísimos segundos, pero sabe que esa también es una batalla perdida. Sin palabras, abandona la jaula en brazos de su madre, justo cuando la rabia de los aficionados empieza a enfocarse sobre su entrenador, Edmond Tarverdyan. Para muchos, el hombre que ha permitido que lo impensable ocurriese no una, sino dos veces. La Reina del UFC había dedicado los ultimos trece meses de su vida a un único y sencillo objetivo: recuperar su título de la manera más expeditiva posible. Se suponía que esto no podía pasar. Se suponía que Nunes era la que tenía que haber acabado desplumada antes de que los fans apurasen su primera cerveza.

En medio de todo ese marasmo de confusión, mientras Nunes sigue mandando callar al respetable, sólo parece haber una idea clara en la mente de todo el mundo: estamos ante el final de la línea para Ronda Rousey, luchadora de artes marciales mixtas. Lo cual, por supuesto, no quiere decir que estemos ante la última palabra de Ronda Rousey, superestrella y personalidad transmedia. A continuación, repasemos la serie de decisiones que la han llevado hasta su hora más oscura... y contemplemos sus opciones para renacer de sus cenizas, transformada quizá en algo contra lo que ella misma ha luchado sin descanso durante todo 2016: una campeona retirada (con deshonor).


CAMINO A LA RUINA

Noviembre de 2015. Tras años labrándose una reputación como la Mike Tyson del UFC (capaz de sentenciar a su rival antes de que se cumpliera el primer minuto de combate), Ronda Rousey muerde el polvo contra Holly Holm, devastador traspiés que, a la postre, le cuesta su título de campeona. Fue la primera ocasión en la que los aficionados pudieron comprobar que la dama de hierro era humana: las apuestas no podían estar más inclinadas en su favor, pero ocho minutos bastaron para que besase la lona del octágono.


El equipo de Rousey tuvo la oportunidad de interpretar esa derrota de dos maneras completamente diferentes. Para su madre, la medallista AnnMaria De Mars, fue una auténtica llamada de atención: el mundo de las MMA femeninas se encuentra en un estado muy diferente al que Rousey se encontró allá por 2012, cuando firmó contrato con la UFC como su primera campeona de peso gallo. En aquellos tiempos, aún era posible pensar que una judoka (medalla de bronce en Pekín, para más señas) podría pasarse a las artes marciales mixtas y ganar la friolera de doce combates antes de sufrir su primer revés, pero entonces llegaron luchadoras como Holm o Nunes, con un estilo y una disciplina física que las sitúa más cerca del boxeo profesional. De repente, la UFC ya no era un juego que se pudiera compaginar con el cine y la publicidad, sino algo a lo que había que dedicarse en cuerpo y alma si querías tener una mínima oportunidad de éxito.

Esa fue, al menos, la enseñanza que Rousey y su entrenador extrajeron del fiasco Holm. La luchadora ha pasado un 2016 tan alejada de los focos como le ha sido posible: salvo un episodio del Saturday Night Live, una aparición en el documental The Hurt Business y una sesión para el número de trajes de baño de Sports Illustrated, sus últimos trece meses han estado consagrados a lo que debería haber sido su combate de redención. Además, claro, de algunos compromisos publicitarios. Hoy, el sector más crítico de sus fans considera que esa ha sido su gran diferencia con respecto a Amanda Nunes, una luchadora completamente alejada del escrutinio público. En otras palabras: Ronda Rousey subió al octágono con una notable cantidad de ansiedad sobre sus hombros y tras haber ejercido un boicot mediático sobre el campeonato que alienó a más de un aficionado. Cuando gran parte de tu crédito se basa en tu habilidad para ganarte a las cámaras, no puedes negarte a asistir a eventos oficiales del UFC 207 y esperar comprensión. ¿Por qué nosotros no, pero Sports Illustrated sí? Es lícito argumentar que, antes incluso de esos 48 segundos, Rousey ya había sufrido una abultada derrota en el terreno de las relaciones públicas.

Mientras ella se encontraba lejos de los focos, otro rostro se ha alzado como favorito del público. El irlandés Conor McGregor se presenta a sí mismo un luchador cercano, popular y agresivo, además de como la clase de bocazas que vanagloria de su talento para la guerra psicológica contra el rival. Y, desde Cassius Clay, esa ha sido una característica que ha vuelto locos a los aficionados de los deportes de contacto. Rousey sólo tenía un as en la manga para contraatacar: la carta de la redención, tan usada y abusada por ella misma en sus diferentes entrevistas con Ellen DeGeneres. Durante la primera de ellas, emitida en febrero del año pasado, llegó a confesar que pensó brevemente en suicidarse tras su derrota contra Holly Holm. Sobre todo, Rousey incidió en el componente de búsqueda interior que han tenido estos últimos meses, generando la sensación de que su combate contra Nunes sería, en realidad, un gran clímax triunfal contra sus propios fantasmas. Y, si hay una tradición norteamericana capaz de superar a la del bacancito bocazas, es esa.


OPCIONES DE VICTORIA

Hoy por hoy, nadie tiene la menor duda de que Rousey no ha obtenido el final con el que soñaba para Through My Father's Eyes, documental autobiográfico que tiene pensado estrenar el próximo marzo. Es posible que su carrera nunca se haya encontrado en un punto más bajo, a pesar de que, en esta ocasión, el presidente electo de Estados Unidos se guardara su opinión al respecto. De Mars ha sido transparente en sus declaraciones: "Me hubiera gustado verla retirarse hace mucho tiempo. ¿Quién quiere ver a su hija recibir golpes". La propia superestrella ha aprendido de sus errores pasados y, en lugar de optar por el mismo silencio total de hace trece meses, tardó sólo unos días en hacer llegar un comunicado oficial como muestra de agradecimiento a todos sus fans. Sobre él, por supuesto, planea la sombra de la retirada ("Necesito algún tiempo para reflexionar y pensar sobre el futuro"), ya presente en su última entrevista con Ellen. Mientras, Edmond Tarverdyan recibe los golpes más duros. Hay quien piensa que es el responsable directo de esta caída en desgracia, el artífice de que Ronda Rousey se enamorara de la idea de una campeona invencible. Como mínimo, su entrenador ha sido incapaz de prepararla para comprender (no digamos ya esquivar) el feroz blitzkrieg que Nunes le tenía reservado.


La pregunta que confesó haberse hecho en febrero sigue siendo más relevante que nunca: ¿quién es, exactamente, Ronda Rousey? Su base de fans estadounidense viene de la MMA, pero muchos espectadores de cine la conocen simplemente como secundaria en The Expendables 3 y Furious 7 -será mejor que olvidemos la película de Entourage, pues bastante nos hemos centrado ya en sus desgracias-. Su faceta de actriz estaba a punto de despegar gracias al tan rumoreado remake de Road House, pero este segundo impacto consecutivo a su leyenda parece haber puesto en cuarentena cualquier plan profesional a corto plazo. No obstante, Rousey sigue teniendo una clase de carisma y un estatus de estrella que Conor McGregor o Amanda Nunes aún no han alcanzado y que muy probablemente no alcancen nunca. Puede que sus posibilidades como heroína de acción hayan quedado seriamente comprometidas tras una doble humillación deportiva, pero también la han humanizado. Puede que ya no sea un animal invencible sobre el octágono, pero a la cámara eso no le importa... siempre y cuando sepa reponerse de esta a través de una nueva evaluación de sus prioridades. Hay un largo y complicado camino por delante, uno que debería pasar necesariamente por decir adiós a sus aspiraciones en la UFC, pero este no puede ser el final de Ronda Rousey.

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