FESTIVAL DE LIMA - CRÍTICA: TERCERA LLAMADA de Francisco Franco
TERCERA LLAMADA de Francisco
Franco
Guión: Francisco Franco y María
Renée Prudencio
Reparto: Karina Gidi, Ricardo
Blume, Irene Azuela, Anabel Ferreire, Silvia Pinal, Fernando Luján, Cecilia
Suárez, Mariana Treviño, Jorge Poza y Lalo España.
¿Cómo conseguimos una gran película?
Con un gran final. Simple. Pero Tercera Llamada de Francisco Franco consigue
una película redonda, completa, fascinante, con personajes inolvidables, frases
para el recuerdo de toda una vida, mejores actuaciones y un clímax final que se
extiende como con un hilo mágico hasta tocar a todos los personajes envueltos y
termina siendo una película imperdible, un culto que hay que ver una y otra
vez, una comedia irrefutable con final de drama excepcional, tan excepcional
que no hay lugar a críticas. Tapada de boca total a quien quiera buscarle algún
defecto a esta perfección rodante.
Todo en esta película es
inolvidable. Eso sí, empieza como cualquier película que parece no interesarle
a nadie. Es cuando, ahí nomás, se marca, lentamente, a paso preciso, lo que
será el gran problema de la obra. Hay problemas, y como dirían los filósofos, y
los que saben de contar historias, si hay problemas significa que todo marcha
bien. Los personajes tienen problemas, pero no solo eso, la película se da maña
para que además de tener problemas el espectador conozca sus problemas y,
parece increíble, hasta se da maña para que el espectador se identifique con
ellos, y, todavía, lo que es ya maravilloso, el guión tiene la habilidad de
mostrarnos además partes de su vida que describen a los personajes de manera
que conocemos parte importante de su historia, que luego nos servirá para
prendernos de ellos y no olvidarlos jamás.
Karina Gidi hace de una directora
de teatro a la que se le presentan infinitos problemas para poder estrenar una
obra, la famosa Calígula (la película se basa en la adaptación de la obra
‘Calígula, probablemente…’ de Albert Camus). Lo atractivo es que todos tienen
problemas, un actor viejo y deprimido porque ya está en el ocaso, otro que no
puede tener el perdón de su hija pero que sabe que el camino que le espera a su
cachorra es el que él mismo ha pasado ya, un actor superocupado y superdivo con
una nuez en la cabeza que es echado del elenco, una actriz novata que recibe la
oportunidad de hacer del emperador romano a pesar de tener dos tetas y tener
que luchar contra los prejuicios, una vestuarista con problemas existenciales
que se agarra al técnico de luces por arrecha, el técnico de luces que sólo ve
en ella diversión y que ante tanta presión explota y se trauma por una
cachetada, otro luminotécnico cerca de la pubertad que para todo el día
‘marihuano’, una alcohólica sin remedio pero con carisma, una ex diva que sabe
que ya pasaron sus 15 minutos pero que aún tiene dignidad para llevar su
corazón bien a puestas, un técnico que es jefe del sindicato (de esos que no te
dejan mover ni una silla) y que no aguanta más caprichos a nadie, dos actores
que se ponen a pelear un minuto antes de que se abra el telón frente a una
Silvia Pinal que hace de una jefa del sindicato de actores que viene a cancelar
la obra con su mimado perrito en brazos, y de remate, dos travestis que se
cuelan a la función sin boletos y toman los asientos de los mismos financistas
de la obra. Perfecto.
La película funciona como una
comedia genial hasta la parte final, en donde sucede un clímax perfecto. Clase
maestra de cómo lograr una crisis y un clímax inolvidable, con una expresión
que resume todo lo vivido en la hora y media de función, una sonrisa exacta del
compañero del alma y las lágrimas precisas. Y cuando pensábamos que ya no se
podría obtener más, la impecable dirección, el sonido intacto, y la dirección
de arte inclaudicable, hacen posible que Ricardo Blume, que hasta ese momento
lucía como el viejo en el que Atenea convirtió a Odiseo para que no lo
reconocieran en su casa, frota la lámpara que guardaba debajo de su túnica y se
convierte el aquel héroe griego y empieza a matar el filme de una forma
exquisita. Un cadáver exquisito en la pantalla que llama las lágrimas en donde
nunca se pensó que tendrían lugar. Ya sería necio tratar de plasmar los sentimientos
que generan una crisis y clímax extraordinarios en este texto. Ya sólo vale ir
a ver la película.
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