HACE FALTA HUEVOS PARA LLEGARTE A LOS TALONES

Miguel Ángel Peralta (más conocido como Miguel Abuelo), de infancia agitada, separado al nacer de su madre debido a que ella sufría de tuberculosis. Expulsado de distintos colegios de los que decía no haber aprendido mucho.

Quienes lo conocieron lo recuerdan como un poeta de la calle, siempre frenético, culto y encantador. De baja estatura, ojos saltones y cabellos negros y rizados. “Los abuelos de la nada” no fue una banda convencional, porque Miguel Abuelo empujaba el coche con hermosa irreverencia. Nos dejaron ver revolucionarias vestimentas que jugaban con los extremos de la sexualidad, cargadas de color y escarchada gracia que liberaban la voz única de Miguel. 

Maquillado desde la cara hasta las caderas, que se movían de aquí para allá cuando se oía sonar la música. “Diana Divaga” es el primer sencillo que lanzaron en el año 1968. Más adelante cuando se le consulta a Miguel de cómo nace el nombre para la banda, él comenta que ante la pregunta de un empresario musical ‘‘¿Vos tenés un grupo?’’, él responde “Sí, Abuelos de la Nada”. Para ese entonces él iba leyendo un libro que se llamaba “El Banquete de Severo Arcángel” y extrajo la frase: “Padre de los piojos, abuelos de la nada”. Todo era mentira, ya que hasta entonces su banda no existía. Actitud que demuestra su irrefrenable ímpetu por trascender a toda costa. “Yo siempre fui un propulsor de la verdad, pero la mentira la tengo en la punta de la boca, para lo que haga falta, esa es la herramienta”, solía decir. 

Ya para el año 71 Miguel viaja solo a Europa, saltimbanqui, saltinmundo, saltincalzón. En Londres un productor francés le ofrece financiarle un disco con su productora “Los unos con los otros” y así graba “Et Nada Miguel Abuelo”, un disco de sonidos hippies con matices rock de jugueteos líricos y acústicas melodías. “Estoy aquí parado, sentado y acostado”, uno de los temas de este álbum, recoge pasajes de atmósferas inciertas, melancolía que relata lo impreciso de no saber exactamente dónde se está.