ZEGARRA DESENCADENADO

Su más reciente opus –de título Mamita, ¡no te mueras! Virgencita de Urcupiña– está a punto de estrenarse en Bolivia, y no hay planes de traerla a Perú. Tal noticia llamó la atención del plantel de periodistas que madruga para elaborar esta sección y brindarle la palpitante actualidad cultural: Leonidas Zegarra es, para muchos, algo así como el Ed Wood peruano. Algo así. Según nuestro columnista de cine Carlos Torres Rotondo, quien prepara un libro sobre la Serie B en el Perú junto con el poeta José Carlos Yrigoyen, Zegarra es “carne de cañón de la crítica nacional, improbable pionero del cine de migración y de largometrajes realizados en video, indiscutible maestro de lo sicotrónico en el Perú y sin duda el mayor cineasta de culto de la cinematografía nacional”. Sicotrónico: dícese del cine de excentricidad evidente, bajo presupuesto y calidad ídem. De culto: que atrae a enormes minorías. Cultura y culto provienen del latín “cultus”: he ahí un dato de cultura general, lector. A ver, cómo está esto.
ESCRIBEN: CARLOS TORRES ROTONDO
Y JOSÉ CARLOS YRIGOYEN
LA INVEROSÍMIL AVENTURA DE LEONIDAS CANDELARIO ZEGARRA UCEDA COMEN­ZÓ EN 1949, año de su nacimiento, en el caserío La Soledad, ubicado en la sierra del departamento de La Liber­tad. Los nombres de aquellos lugares son todo un símbolo de su trayecto­ria. Según propia confesión, al entrar a la adolescencia realizó un corto de animación de veinte minutos, Galac­to, en el que un extraterrestre baja de una nave espacial y se pelea con una lagartija casera con ojos de canica. Poco después conoció a miembros de la Gran Fraternidad Universal, con quienes hizo dos películas, Yoga y yo Yoga y los magnéticos. Aparte del tes­timonio del mismo Zegarra, no hay evidencia alguna de la existencia de estos filmes. Emigró a Lima en el ve­rano de 1966 con la firme decisión de hacerse cineasta. Con ese fin postuló a la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Lima, donde com­partió aula con Francisco Lombardi, el cineasta más reconocido de su ge­neración. El universo del desconocido Zegarra, poblado de santones, ultra­melodramáticas desgracias familiares y un torcido regodeo en la miseria humana, no podía ser más distinto del impersonal, claustrofóbico y terca­mente realista universo del consagra­do director tacneño.
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Camucha Negrete, en un alto del rodaje de su película con Rulito Pinasco. También, escenas de Mi crimen al desnudo.
Antes de egresar realizó algunos cortos, producidos por Filmaciones Pueblo, empresa cinematográfica que acababa de crear y por medio de la cual filmaría su primer largometraje,De nuevo a la vida, financiado por su extensa familia, que se dedicaba a la industria y tenía pequeñas empresas de confección. La película, todo un entrevero de géneros –el melodrama más miserabilista, la denuncia so­cial y la telenovela–, está ambientada en la época de la Reforma Agraria y cuenta la historia de una familia que emigra de los Andes a Lima. El padre y la madre se dedican a la venta am­bulatoria. La hija –interpretada por Camucha Negrete– se ve obligada a prostituirse; por su parte, el hijo muere atropellado por robar un pollo a la brasa (con todo y ban­deja) de la mesa de un restauran­te lujoso. Finalmente, con la Re­forma Agraria ya instaurada en el Ande, los sufridos protago­nistas regresan a su tierra para poseerla y trabajarla.
PERÚ INSÓLITO 
Luego de la postproducción comen­zaron los infortunios que atrasarían el estreno de su ópera prima durante tres años. Según el crítico Oscar Contreras, Zegarra, pese a los alegatos de la cinta a favor de las acciones sociales del gobier­no militar, habría disparado involunta­riamente sobre los ideólogos marxistas cercanos al gobierno. El filme se estrenó el 22 de marzo de 1973. Hay versiones encontradas sobre su recepción. Mien­tras el crítico Ricardo Bedoya afirma que la vio en una sala de barrio semiva­cía entre accesos de risa incontrolable, Leonidas Zegarra proclama que la pe­lícula fue un éxito, al punto de que las colas daban vuelta a la manzana en los cines donde se exhibió…
Lo cierto es que Zegarra no realizó un largometraje en más de dos déca­das. Dirigió, sí, unos cincuenta cortos entre 1974 y 1992. El cineasta, orgullo­so, ha declarado que su noticiero satí­rico de los setenta, Perú insólito, fue el preludio de Pataclaun, un espectáculo teatral triunfador en la televisión pe­ruana de los noventa caracterizado por una estética a medio camino en­tre el circo, el cómic y el videoclip. En realidad, Perú insólito es más bien una desordenada compilación de sketches didáctico humorísticos que aspiraba a informar y prevenir a la ciudadanía sobre temas de actualidad, tales como las tapas de desagüe robadas, los peli­gros del alcohol, el maltrato de los co­bradores en los buses o las violaciones de menores de edad en los pueblos jó­venes de El Callao. La exhibición obli­gatoria de cortos nacionales permitía tales desaguisados.
EL MUERTO NO HA MUERTO
El regreso de Zegarra al mundo del largometraje se daría doce años después del estreno deDe nuevo a la vida, aunque no oficialmente como director. En 1985 produce dos pelí­culas de manera casi simultánea: ¿…Y dónde está el muerto? Los siete peca­dos capitales… y mucho más. Por ra­zones desconocidas Zegarra prefirió no aparecer como director de estas cintas, a pesar de que es notoria su im­pronta en ellas. Los siete pecados capi­tales… y mucho más fue nominalmen­te dirigida por Carlos Barrios Porras, discretísimo productor televisivo de programas cómicos y de variedades. Se estrenó en la semana de Fiestas Pa­trias de 1985, en seis cines de tercera línea sin respuesta alguna del público ni de la prensa de espectáculos. La película estaba compuesta por epi­sodios que se encargaban de ilustrar situaciones pretendidamente cómicas en base a los siete principales pecados señalados por el cristianismo, enlaza­dos por los comentarios que el diablo en persona hace desde una gruta del infierno.
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En cuanto a ¿…Y dónde está el muerto?, recién fue estrenada el 9 de abril de 1992, cuatro días después del autogolpe de Fujimori. Esta vez los directores-títere de Zegarra fueron Joaquín Caparrós y Rafael Var­gas, quienes habían trabajado en el teatro y la televisión. El motivo de este retraso en su exhibición no está del todo claro. Y como en todo lo que no está del todo claro en su obra (que es mucho), Zegarra da una antojadiza y discutible versión de los sucesos: según él fue prohibida du­rante siete años por el gobierno. No hemos encontrado ninguna noticia, testimonio o fuente que confirme este dato. Lo cierto es que no hay nada en ¿…Y dónde está el muerto? que sea susceptible de ser prohibido. Inofen­siva hasta la nulidad, la cinta se desa­rrollaba en torno a un lugar común: el millonario excéntrico que se hace el muerto para jugarle una mala pasada a sus familiares y que termina reci­biendo su merecido.
En 1993 dirige sin intermedia­rios ni subterfugios Cantinflas no ha muerto (Vives en mi corazón, chato), quizá la película más misteriosa de su filmografía. Realizada al poco tiempo de la muerte de Mario Moreno, Ze­garra asegura que esta película fue su deseado ingreso a Hollywood. Según sus propias declaraciones fue recluta­do por una productora chicana llama­da Laguna Films. Con un presupuesto mínimo le propusieron aprovechar la leyenda del cómico mexicano para ganar unos centavos. Según Zega­rra, Cantinflas no ha muerto era una amalgama de picaresca con musical ranchero que fue exhibida en el mer­cado centroamericano, pero no hay evidencia de esto, como no la hay tampoco de tantas otras de sus afir­maciones. Otra fuente señala que Ze­garra habría tenido problemas con la familia del célebre cómico mexicano, lo cual habría detenido la producción.
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En La Noche en blanco del 2012, acompañado por una excongresista de la República. Abajo: Jorge Montoro, el “poeta hippie” en De nuevo a la vida.

DOBLEMENTE AL DESNUDO
A su regreso filma sus pe­lículas más sicotrónicas. El díptico Mi crimen al desnudo (2000) yVedettes al desnudo (2003) es quizás la radio­grafía más fiel de una déca­da perversa que encontraría su eco más chirriante en el mundo de la farándula. Los tabloides amarillistas de la era Fujimori hallaron así su más perfecta correspondencia en una humilde película grabada en Súper VHS y exhibida en apenas dos cines del Centro de Lima: el Tacna y el Ex­celsior. Lo tosco de la hechura de am­bos filmes se debe, en gran parte, a su filmación en soporte magnético, lo que le daba a la copia final una tonalidad oscura que conspiraba para convertirla en una de las películas más informales del cine nacional.
La historia de Mi crimen al desnu­do comienza en la banca de un par­que, donde el psicólogo Mario Poggi –as himself– le cuenta a la cantante de tecnocumbia Rossy War –as her­self– los pormenores del asesinato que lo convirtió en la extravagante figura mediática que es hoy. Se suceden entonces una serie de flashbacks –aquí el hiperactivo psicólogo es interpretado por Víctor Ángeles– en los que se de­sarrolla todo el antecedente narrativo y se insertan largas escenas de Poggi bailando candentes ritmos tropicales con frenesí. Entretanto, se muestra una Lima aterrada por los crímenes de un descuartizador que previamen­te viola a sus víctimas. Este, que pare­ce no haberse bañado en un mes, se refocila todo el día en el catre con su amante, interpretada por la caballuna vedette Yesabella.
Vedettes al desnudo, por su parte, es un remontaje del filme anterior y se realizó para cubrir las deudas que había dejado la producción de este. En esta ocasión Leonidas Zegarra insertó muchas más escenas eróticas, esta vez protagonizadas por Susy Díaz, Azu­cena del Río, Rudy Renteros y Jackie Castañeda, entre otras conocidas ve­dettes del medio. En un involuntario guiño al Luis Buñuel de Ese oscuro objeto del deseo, el mismo personaje –la amante del asesino– es interpreta­do por dos actrices, Yesabella y Susy Díaz. Para publicitarla, la excongre­sista de la República se prestó a una conferencia de prensa en la que, se dice, aparecía fornicando en vivo con su pareja, el popular Mero Loco. Poco después volvería a ponerse en manos del maestro en Una chica buena de la mala vida (2004), cinta con la que cul­minaría su trilogía del vedetismo.
VÍRGENES Y EN BOLIVIA
Prácticamente expulsado del Perú por la indiferencia del público y los furibundos ataques de la crítica, Ze­garra inició entonces un periplo por el Altiplano que lo llevó primero a Puno e inmediatamente después a Bolivia, país donde conocería a la que sería su nueva actriz fetiche, Mariana Liquitaya, quien también asumiría las labores de producción en todas sus siguientes pelí­culas. La primera de ellas, 300 millas en busca de mamá, es un melodrama al es­ tilo hindú, género de mucho éxito en los sectores populares. De ahí que el mis­mo Zegarra haya aceptado la expresión “cine chicha” para describir su obra.
A este título seguiría su tan espe­rada película de terror. En ella regresa una vez más al misticismo. El malo, in­terpretado por el recordado Rocky Bel­monte, contrata a un brujo negro para que haga que el personaje interpretado por Mariana Liquitaya caiga en sus brazos. Pero no cuenta con que el ma­rido de esta contrata a un brujo blanco –que resulta ser hermano gemelo del anterior– para que exorcice a su mujer.
Poco después Leonidas Zegarra Uceda emigraría definitivamente a Bolivia, donde consiguió otro socio, el padre Sebastián Obermaier, con quien colaboraría en su trilogía religiosa compuesta por las películas María y los niños pobres Niños de la calleVirgen de Copacabana: su historia y sus mila­gros, y Mamita ¡No te mueras! Virgen­cita de Urcupiña, de próximo estreno.
Por cierto, el padre Obermaier ac­túa en todas estas películas. En Virgen de Copacabana: su historia y sus mila­gros hace de narrador, y canta y toca la guitarra mientras a su alrededor se producen milagros.
Como vemos, el Maestro sigue fiel a su mundo personal.

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