¿CORREMOS EL RIESGO DE QUE MILLIE BOBBY BROWN NOS SATURE? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Su padre, Bobby Brown, parece más interesado en que exista un rendimiento económico que en protegerla a ella y ha pedido a las agencias de representación un adelanto de 100.000 dólares
Millie Bobby Brown, Eleven, es sin duda la estrella revelación de la temporada, surgida de ese milagro de Netfllix llamado Stranger Things que sólo no gusta a las personas que están podridas por dentro y que no saben apreciar la belleza de la última década en la que fue cool ser niño: los 80.
Desde que se vislumbra el planteamiento de su personaje, el absorbido espectador comienza a albergar el miedo de que una niña tan pequeña sea incapaz de afrontar la carga dramática que le toca, pero ella sale airosa incluso en los momentos más trágicos con un control asombroso, robando escenas no sólo a los demás niños del reparto, sino a los adultos que la rodean.
Desde que se estrenó la serie con un éxito arrollador en julio, han sido numerosas las apariciones de Millie y sus compañeros en todo tipo de eventos, programas, actos, ceremonias y late nights. Si te encantó la serie, si te encantan los niños, si te puede la nostalgia ochentera o incluso si eres madre y te emocionan estos encantadores chibolos, seguro que vibraste con los primeros setecientos videos de dichas apariciones que surgieron en tu facebook.
Luego quizá se te empezó a atragantar ver que de cada dos posts de cualquiera de tus timelines, uno era Millie rapeando por Nicky Minaj con Jimmy Fallon y con Jimmy Kimmel indistintamente, o bien Millie versionando el Uptown Funk en los Emmys, o Millie enseñando millenial a Stephen Colbert, o Millie diciendo que le impresiona la fama en Chelsea, o Millie con su Nicolas Ghesquière en las oficinas de Louis Vuitton en París… pero ni a la Casa Blanca invitaron al pequeño Will Byers, que harto de tanta marginación, se ha vuelto a la otra dimensión, porque al menos el Demigorgon le hace caso.
Quizá sea el formato condensado de lanzamiento a temporada completa que ideó Netflix, o las redes sociales, o el perfecto consumible que son estos niños, pero el empacho del público podría ejercer un efecto rebote en la fabulosa acogida que tuvo Stranger Things.
La última es que, tras la confirmación a finales de agosto de que la serie tendrá una segunda temporada, el papá de Millie Bobby Brown ha puenteado a su representante para ofrecer a las agencias de representación a su hija a cambio de un adelanto de 100.000 dólares, lo cual ha causado ondas expansivas de indignación, porque Hollywood no funciona así. Los representantes se llevan un porcentaje de los trabajos que consiguen a sus clientes, pero no hay pujas ni adelantos, algo que al parecer le fue sugerido por un amigo de la familia perteneciente al ámbito futbolístico inglés, donde sí que se ejerce este tipo de práctica.
Bobby Brown, así se llama el padre, es un agente inmobiliario inglés que afirma haber sacrificado su vida y la estabilidad económica de la familia para que Millie triunfara. Los padres y los cuatro hermanos vivieron en España, Reino Unido y Florida para acabar en Los Ángeles, donde la pequeña actriz comenzó a conseguir papeles en series de primera línea como NCIS o Modern Family, si bien apenas eran apariciones de más de un capítulo, hasta que los hermanos Duffer le entrevistaron por videoconferencia y decidieron que ya tenían a su Eleven, la niña-princesa-experimento que al final acaba salvando a todos y encerrando al monstruo en su interior.
Millie, al igual que Eleven, se está criando en el aislamiento, rodeada de adultos como todos los niños actores, sin ir al colegio, por tanto víctima del home-schooling y quizá por eso las incontables apariciones le puedan parecer normales a ella y a su entourage. No sabemos si Millie, que por cierto nació en Marbella, se marcará un Culkin, un Lohan o un Birch, o si quizá se quemará con la fama a una edad tan temprana. Su padre, Bobby Brown, parece más interesado en que exista un rendimiento económico que en protegerla a ella, y a nosotros por ende, de la sobreexposición que está teniendo. Quizá Winona pueda aconsejarle y prevenirle sobre las consecuencias del síndrome de Ícaro al que parece estar abocada.
Pero lo cierto es que todo esto no quita que Millie sea una estrella: ser capaz de adueñarse de sus escenas de esa manera a pesar del pelo rapado, a pesar de que apenas tiene cuatro líneas reales de diálogo en toda la serie, a pesar de estar, como siempre, en minoría numérica con respecto a sus compañeros masculinos, es innegablemente digno de reconocimiento, y los fans de la serie sin duda aplaudirían la continuidad de su personaje en una segunda temporada.
Millie Bobby Brown, Eleven, es sin duda la estrella revelación de la temporada, surgida de ese milagro de Netfllix llamado Stranger Things que sólo no gusta a las personas que están podridas por dentro y que no saben apreciar la belleza de la última década en la que fue cool ser niño: los 80.
Desde que se vislumbra el planteamiento de su personaje, el absorbido espectador comienza a albergar el miedo de que una niña tan pequeña sea incapaz de afrontar la carga dramática que le toca, pero ella sale airosa incluso en los momentos más trágicos con un control asombroso, robando escenas no sólo a los demás niños del reparto, sino a los adultos que la rodean.
Desde que se estrenó la serie con un éxito arrollador en julio, han sido numerosas las apariciones de Millie y sus compañeros en todo tipo de eventos, programas, actos, ceremonias y late nights. Si te encantó la serie, si te encantan los niños, si te puede la nostalgia ochentera o incluso si eres madre y te emocionan estos encantadores chibolos, seguro que vibraste con los primeros setecientos videos de dichas apariciones que surgieron en tu facebook.
Luego quizá se te empezó a atragantar ver que de cada dos posts de cualquiera de tus timelines, uno era Millie rapeando por Nicky Minaj con Jimmy Fallon y con Jimmy Kimmel indistintamente, o bien Millie versionando el Uptown Funk en los Emmys, o Millie enseñando millenial a Stephen Colbert, o Millie diciendo que le impresiona la fama en Chelsea, o Millie con su Nicolas Ghesquière en las oficinas de Louis Vuitton en París… pero ni a la Casa Blanca invitaron al pequeño Will Byers, que harto de tanta marginación, se ha vuelto a la otra dimensión, porque al menos el Demigorgon le hace caso.
Quizá sea el formato condensado de lanzamiento a temporada completa que ideó Netflix, o las redes sociales, o el perfecto consumible que son estos niños, pero el empacho del público podría ejercer un efecto rebote en la fabulosa acogida que tuvo Stranger Things.
La última es que, tras la confirmación a finales de agosto de que la serie tendrá una segunda temporada, el papá de Millie Bobby Brown ha puenteado a su representante para ofrecer a las agencias de representación a su hija a cambio de un adelanto de 100.000 dólares, lo cual ha causado ondas expansivas de indignación, porque Hollywood no funciona así. Los representantes se llevan un porcentaje de los trabajos que consiguen a sus clientes, pero no hay pujas ni adelantos, algo que al parecer le fue sugerido por un amigo de la familia perteneciente al ámbito futbolístico inglés, donde sí que se ejerce este tipo de práctica.
Bobby Brown, así se llama el padre, es un agente inmobiliario inglés que afirma haber sacrificado su vida y la estabilidad económica de la familia para que Millie triunfara. Los padres y los cuatro hermanos vivieron en España, Reino Unido y Florida para acabar en Los Ángeles, donde la pequeña actriz comenzó a conseguir papeles en series de primera línea como NCIS o Modern Family, si bien apenas eran apariciones de más de un capítulo, hasta que los hermanos Duffer le entrevistaron por videoconferencia y decidieron que ya tenían a su Eleven, la niña-princesa-experimento que al final acaba salvando a todos y encerrando al monstruo en su interior.
Millie, al igual que Eleven, se está criando en el aislamiento, rodeada de adultos como todos los niños actores, sin ir al colegio, por tanto víctima del home-schooling y quizá por eso las incontables apariciones le puedan parecer normales a ella y a su entourage. No sabemos si Millie, que por cierto nació en Marbella, se marcará un Culkin, un Lohan o un Birch, o si quizá se quemará con la fama a una edad tan temprana. Su padre, Bobby Brown, parece más interesado en que exista un rendimiento económico que en protegerla a ella, y a nosotros por ende, de la sobreexposición que está teniendo. Quizá Winona pueda aconsejarle y prevenirle sobre las consecuencias del síndrome de Ícaro al que parece estar abocada.
Pero lo cierto es que todo esto no quita que Millie sea una estrella: ser capaz de adueñarse de sus escenas de esa manera a pesar del pelo rapado, a pesar de que apenas tiene cuatro líneas reales de diálogo en toda la serie, a pesar de estar, como siempre, en minoría numérica con respecto a sus compañeros masculinos, es innegablemente digno de reconocimiento, y los fans de la serie sin duda aplaudirían la continuidad de su personaje en una segunda temporada.
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