LUIS FIGO VESTIDO DE BLANCO Y LA HISTORIA DE LA NOCHE DEL CERDO [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
El clásico español de noviembre de 2002 no hubiese tenido más importancia si no llega a ser porque el jugador portugués, antes de lucir la pulcra camiseta del Real Madrid, había sudado la del Barcelona. Según los comentaristas de entonces, lo que desató el comportamiento no fue que Luis Figo dejase al club azulgrana por unos dineros, sino que lo negase hasta el último momento
Salvo contadas excepciones, el clásico español que enfrenta al Barcelona contra el Real Madrid siempre ha sido un encuentro con goles. Es muy raro que el marcador se quede bostezando el 0-0. Una de las últimas veces que ocurrió fue en el partido celebrado en el Camp Nou el 23 de noviembre de 2002. La fecha no se olvida ya que se trata de un episodio histórico que lleva por nombre La Noche del Cerdo.
Aunque los marcadores indicasen lo contrario, aquel encuentro estuvo entretenido. Sobre todo para la policía antidisturbios que tuvo que hacer un cordón alrededor del terreno de juego durante un buen rato. El Real Madrid dejó de jugar y abandonó el campo, directo al vestuario. El Barcelona hizo lo mismo seguidamente. Al árbitro Luis Medina Cantalejo no le quedó más remedio que pitar la para hasta que el público se calmase.
Pero empecemos por el principio, que es por donde empieza todo partido. A pesar de los fríos que ya destacaban en la Ciudad Condal, el derby español prometía un partidazo. Eran los tiempos pregalácticos del Real Madrid y a Beckham le faltaban todavía unos pocos meses para llegar al club blanco. De momento, el fichaje estrella (además de los de Zidane y Ronaldo) seguía siendo el del portugués Figo, un futbolista de combinación rápida cuando se trataba de juntar la potencia con la técnica. De ahí que su efecto en el balón fuese temeroso para cualquier guardameta.
El asunto de Figo no hubiese tenido más importancia si no llega a ser porque el jugador portugués, antes de lucir la pulcra camiseta del Real Madrid, había sudado la del Barcelona. Con estas cosas, el club azulgrana había perdido a Figo y con estas mismas cosas, su eterno rival, el Real Madrid, se lo había ganado. Por lo dicho, aquel encuentro Luis Figo lo jugó con la boca seca.
Nada más al salir al campo, el jugador fue recibido por una afición con ganas de guerra. Su antigua casa le daba la bienvenida desde las gradas arrojando insultos, monedas y otros artículos cada vez que se aproximaba a la banda. Algunos seguidores se comportaron igual que se comporta una mujer despechada cuando, en un ataque de celos, tira por la ventana la maleta con los enseres del rompedor. La pasión no conoce límites cuando se trata de juzgar traiciones. A Figo le mentaban a toda su parentela. Bien puede ponerse que su árbol genealógico fue cubierto de olorosa blasfemia durante el histórico encuentro.
Según los comentaristas de entonces, lo que desató el comportamiento no fue que Figo dejase al club azulgrana por un puñado de dólares más, sino que el portugués lo negase hasta el último momento. Aquello había ocurrido hacía un par de años, o algo más, pero lo que se consideraba una traición no se había olvidado.
El asunto se vivió en primera en todos los diarios. Todavía no existían las redes sociales y el sentimiento fue tan demoledor que en las calles de Barcelona todas las gargantas se hicieron una sola para responder. Llegada la noche del citado encuentro, hasta el terreno de juego llegaron todo tipo de objetos que eran arrojados desde la grada. Desde mecheros a botellas de whisky. Hasta hubo un intento de lanzar una muñeca inflable con el número diez pintado en la espalda. Pero la vedette de la noche fue una cabeza de cerdo.
Sí, tal y como suena: una cabeza de gorrino recién cocinada, con toda su grasa y con esa expresión resignada que se les queda a los animalitos cuando han sido dispuestos para el sacrificio, ya sean cerdos o cabritos. El despojo se lanzó con tan mala sombra que fue a parar justo detrás de Figo cuando este se disponía a tirar un saque de esquina. En aquel escenario, donde los insultos al portugués atravesaban la barrera del sonido, la cabeza de cerdo fue un elemento más del rito satánico que buena parte de la afición culé había pactado con el mismísimo diablo. Pero Figo cruzó los dedos y metió un puntapié al balón, con tal efecto que si no llega a ser por el despeje del guardameta azulgrana, hubiese sido golazo. La humillación final para el Barcelona.
El asunto de la noche del cerdo llegó a las altas jerarquías futboleras, que decidieron sancionar al club azulgrana. En un principio se habló de cerrar el Camp Nou, pero al final hubo acuerdo y tuvieron que apoquinar una montonera de euros como multa. Por una cabeza, como en el tango.
Salvo contadas excepciones, el clásico español que enfrenta al Barcelona contra el Real Madrid siempre ha sido un encuentro con goles. Es muy raro que el marcador se quede bostezando el 0-0. Una de las últimas veces que ocurrió fue en el partido celebrado en el Camp Nou el 23 de noviembre de 2002. La fecha no se olvida ya que se trata de un episodio histórico que lleva por nombre La Noche del Cerdo.
Aunque los marcadores indicasen lo contrario, aquel encuentro estuvo entretenido. Sobre todo para la policía antidisturbios que tuvo que hacer un cordón alrededor del terreno de juego durante un buen rato. El Real Madrid dejó de jugar y abandonó el campo, directo al vestuario. El Barcelona hizo lo mismo seguidamente. Al árbitro Luis Medina Cantalejo no le quedó más remedio que pitar la para hasta que el público se calmase.
Pero empecemos por el principio, que es por donde empieza todo partido. A pesar de los fríos que ya destacaban en la Ciudad Condal, el derby español prometía un partidazo. Eran los tiempos pregalácticos del Real Madrid y a Beckham le faltaban todavía unos pocos meses para llegar al club blanco. De momento, el fichaje estrella (además de los de Zidane y Ronaldo) seguía siendo el del portugués Figo, un futbolista de combinación rápida cuando se trataba de juntar la potencia con la técnica. De ahí que su efecto en el balón fuese temeroso para cualquier guardameta.
El asunto de Figo no hubiese tenido más importancia si no llega a ser porque el jugador portugués, antes de lucir la pulcra camiseta del Real Madrid, había sudado la del Barcelona. Con estas cosas, el club azulgrana había perdido a Figo y con estas mismas cosas, su eterno rival, el Real Madrid, se lo había ganado. Por lo dicho, aquel encuentro Luis Figo lo jugó con la boca seca.
Nada más al salir al campo, el jugador fue recibido por una afición con ganas de guerra. Su antigua casa le daba la bienvenida desde las gradas arrojando insultos, monedas y otros artículos cada vez que se aproximaba a la banda. Algunos seguidores se comportaron igual que se comporta una mujer despechada cuando, en un ataque de celos, tira por la ventana la maleta con los enseres del rompedor. La pasión no conoce límites cuando se trata de juzgar traiciones. A Figo le mentaban a toda su parentela. Bien puede ponerse que su árbol genealógico fue cubierto de olorosa blasfemia durante el histórico encuentro.
Según los comentaristas de entonces, lo que desató el comportamiento no fue que Figo dejase al club azulgrana por un puñado de dólares más, sino que el portugués lo negase hasta el último momento. Aquello había ocurrido hacía un par de años, o algo más, pero lo que se consideraba una traición no se había olvidado.
El asunto se vivió en primera en todos los diarios. Todavía no existían las redes sociales y el sentimiento fue tan demoledor que en las calles de Barcelona todas las gargantas se hicieron una sola para responder. Llegada la noche del citado encuentro, hasta el terreno de juego llegaron todo tipo de objetos que eran arrojados desde la grada. Desde mecheros a botellas de whisky. Hasta hubo un intento de lanzar una muñeca inflable con el número diez pintado en la espalda. Pero la vedette de la noche fue una cabeza de cerdo.
Sí, tal y como suena: una cabeza de gorrino recién cocinada, con toda su grasa y con esa expresión resignada que se les queda a los animalitos cuando han sido dispuestos para el sacrificio, ya sean cerdos o cabritos. El despojo se lanzó con tan mala sombra que fue a parar justo detrás de Figo cuando este se disponía a tirar un saque de esquina. En aquel escenario, donde los insultos al portugués atravesaban la barrera del sonido, la cabeza de cerdo fue un elemento más del rito satánico que buena parte de la afición culé había pactado con el mismísimo diablo. Pero Figo cruzó los dedos y metió un puntapié al balón, con tal efecto que si no llega a ser por el despeje del guardameta azulgrana, hubiese sido golazo. La humillación final para el Barcelona.
El asunto de la noche del cerdo llegó a las altas jerarquías futboleras, que decidieron sancionar al club azulgrana. En un principio se habló de cerrar el Camp Nou, pero al final hubo acuerdo y tuvieron que apoquinar una montonera de euros como multa. Por una cabeza, como en el tango.
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