A 50 AÑOS DEL SGT. PEPPER'S: ¿QUÉ FUE DE LA GENERACIÓN QUE IBA A CAMBIAR EL MUNDO? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Hoy celebramos 50 años del lanzamiento de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band en Inglaterra (en realidad salió el 26 de mayo y el 2 de junio en Estados Unidos). Es un disco conceptual de un grupo pop-rock llamado The Beatles, y fue uno de los broches de una generación de jóvenes que iban a cambiar el mundo y hacerlo todo mucho más cool para los que viniesen después. Se llamaban baby boomers, eran los hijos de los que se habían estado matando en la Segunda Guerra Mundial y todo fue paz y amor por un tiempo.
Esa generación no confiaba en nadie mayor de 30 años, iban a detener la Guerra de Vietnam con consignas en pancartas (el twitter de la época) y escuchaban una música incomprensible para los mayores (que habían intentado desterrar el rock'n'roll de los 50 de las radios y casi lo habían conseguido). Eran melenudos y drogadictos, intentaron implantar el poliamor cuando aún no existía el SIDA, y habían aceptado a los ingleses como banda sonora generacional.
Los Beatles habían pasado de ser una boy band imposible (empezaron siendo los One Direction de su época) a fenómeno mundial unificador. Hablaban abiertamente de drogas y política, de filosofía y del por qué de las cosas mientras disparaban obras maestras del pop. Drogas y política, por cierto, son dos cosas que habían descubierto en parte gracias al futuro Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, que estaba entusiasmado (en privado) con lo que hacían los de Liverpool.
Ese Premio Nobel, el hecho de que hoy sigamos celebrando el aniversario de este disco y el hecho de que los Beatles se hayan considerado de forma indiscutible lo más grande del pop durante tres generaciones, muestra muy bien qué pasó con su generación. Los boomers crecieron, dejaron al mundo sin LSD, y ya no hubo quién los moviese. Echaron unas raíces que fueron losas para todo lo que vino después: en la música, por ejemplo, un canon en el que The Beatles y Dylan simplemente eran lo mejor del universo y todo lo que viniese después tenía que ser juzgado por ellos. El caso de Sgt. Pepper's es el más evidente: The Beatles se apropiaron de buena parte de la psicodelia y la experimentación de la época y, talentosos como eran, lo convirtieron en un disco magistral, en un álbum que funcionaba como obra única. En una obra de arte.
Es decir, en algo que colgar en la pared y ver en un museo.
Pero todo es nuevo hasta que deja de serlo. Una de las cosas más horribles que la Generación X fue la perpetuación del canon generacional. En las facultades se enseñaba el Nuevo Periodismo de los 60 como si fuese nuevo y no una cosa con casi 30 años. A la Generación X se les echó encima el cambio de siglo y los boomers se negaban a irse: copaban el poder, copaban la cultura y las columnas con un cadáver incorruptible: el de The Beatles, que se separaron tres años después del Sgt. Pepper's y ya nunca volverían a ser. ¿Los Rolling Stones? Seguían tocando hasta convertirse en su propio chiste, anticipando en qué se convertirían 20 años después todos los festivales del mundo: en algo de viejos para viejos. ¿Dylan? Irlo a ver en vivo era, literalmente, como ir a misa, al lado de un montón de señores emocionados porque aquello era Lo Más Grande y tú no podías entender por qué (el funcionamiento exacto de la fe). No se iban nunca. Siguen sin irse: Hillary y Donald son boomers.
Los boomers fueron la primera generación en perpetuarse y hacer el tapón, y en hacerlo en una sociedad de medios de comunicación de masas. Nadie podía tumbarlos porque tenían todas las ventanas. A los X sólo les quedó un heroinómano fugaz llamado Kurt Cobain y, sobre todo, un montón de música de síntesis y electrónica que afortunadamente les permitió pasársela muy bien sin salir de la oscuridad, a sabiendas de que no había sitio para ellos. También empezaba a hablarse de algo llamado Internet, pero eso es otra historia.
De los boomers aprendimos que la nostalgia es una brújula, una arcadia feliz y que hay que mirar atrás hasta que se te rompa el cuello. Los X se convirtieron en la primera generación que prolongó la adolescencia hasta los 40 años (principalmente porque no les quedaba otra: todo lo adulto estaba reservado ya), mientras sus padres les seguían diciendo -y algunos hasta se lo creyeron- que jamás habría un disco como Sgt. Pepper's. Es una fábula que se intenta prolongar incluso en el mundo de hoy, en el que nos vamos a encontrar con dos millones de artículos (puede que estemos inventado esta cifra) glosando todas las maravillas y recovecos de una obra que, sí, está bien. Es un gran disco. Y puede que en 1967 capturase el espíritu de todo lo que se removía y fuese El Mejor Disco para la gente que entonces tenía 20 años.
Lo mismo que con el OK Computer, el Sgt. Pepper's es el hito de una generación: sí, son hitos. Es decir, son piedras en la Historia, enormes mojones que reflejan que allí pasó algo, que fue importante y que no está de más saber lo que les rodeó o cómo se forjaron. Pero que en ningún caso deberían seguir definiendo el mundo de hoy.
En Estados Unidos tienen suerte: los millennials ya son la principal fuerza de trabajo y, aunque exista Trump, tienen discursos inspiradores de gente de su edad a mano, como el de Zuckerberg. Cuyo mensaje más importante es que "los querrán frenar, no querrán que cambies el mundo".
En Sudamérica la cosa está más complicada porque los millennials son pocos y no tienen ni para los cigarrillos. Pero el mensaje es el mismo, incluso sí hablamos de The Beatles. Cada vez que leamos hoy que Sgt. Pepper's es el mejor disco de todos los tiempos, piensa un momento en que es el disco de la gente que ha hecho posible que no vivamos en el mejor de los tiempos y que intenta, cada día, que el mañana siga así. Dejemos ya de escuchar y hablar de discos de hace medio siglo: hoy es hoy y siempre será hoy.
Esa generación no confiaba en nadie mayor de 30 años, iban a detener la Guerra de Vietnam con consignas en pancartas (el twitter de la época) y escuchaban una música incomprensible para los mayores (que habían intentado desterrar el rock'n'roll de los 50 de las radios y casi lo habían conseguido). Eran melenudos y drogadictos, intentaron implantar el poliamor cuando aún no existía el SIDA, y habían aceptado a los ingleses como banda sonora generacional.
Los Beatles habían pasado de ser una boy band imposible (empezaron siendo los One Direction de su época) a fenómeno mundial unificador. Hablaban abiertamente de drogas y política, de filosofía y del por qué de las cosas mientras disparaban obras maestras del pop. Drogas y política, por cierto, son dos cosas que habían descubierto en parte gracias al futuro Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, que estaba entusiasmado (en privado) con lo que hacían los de Liverpool.
Ese Premio Nobel, el hecho de que hoy sigamos celebrando el aniversario de este disco y el hecho de que los Beatles se hayan considerado de forma indiscutible lo más grande del pop durante tres generaciones, muestra muy bien qué pasó con su generación. Los boomers crecieron, dejaron al mundo sin LSD, y ya no hubo quién los moviese. Echaron unas raíces que fueron losas para todo lo que vino después: en la música, por ejemplo, un canon en el que The Beatles y Dylan simplemente eran lo mejor del universo y todo lo que viniese después tenía que ser juzgado por ellos. El caso de Sgt. Pepper's es el más evidente: The Beatles se apropiaron de buena parte de la psicodelia y la experimentación de la época y, talentosos como eran, lo convirtieron en un disco magistral, en un álbum que funcionaba como obra única. En una obra de arte.
Es decir, en algo que colgar en la pared y ver en un museo.
Pero todo es nuevo hasta que deja de serlo. Una de las cosas más horribles que la Generación X fue la perpetuación del canon generacional. En las facultades se enseñaba el Nuevo Periodismo de los 60 como si fuese nuevo y no una cosa con casi 30 años. A la Generación X se les echó encima el cambio de siglo y los boomers se negaban a irse: copaban el poder, copaban la cultura y las columnas con un cadáver incorruptible: el de The Beatles, que se separaron tres años después del Sgt. Pepper's y ya nunca volverían a ser. ¿Los Rolling Stones? Seguían tocando hasta convertirse en su propio chiste, anticipando en qué se convertirían 20 años después todos los festivales del mundo: en algo de viejos para viejos. ¿Dylan? Irlo a ver en vivo era, literalmente, como ir a misa, al lado de un montón de señores emocionados porque aquello era Lo Más Grande y tú no podías entender por qué (el funcionamiento exacto de la fe). No se iban nunca. Siguen sin irse: Hillary y Donald son boomers.
Los boomers fueron la primera generación en perpetuarse y hacer el tapón, y en hacerlo en una sociedad de medios de comunicación de masas. Nadie podía tumbarlos porque tenían todas las ventanas. A los X sólo les quedó un heroinómano fugaz llamado Kurt Cobain y, sobre todo, un montón de música de síntesis y electrónica que afortunadamente les permitió pasársela muy bien sin salir de la oscuridad, a sabiendas de que no había sitio para ellos. También empezaba a hablarse de algo llamado Internet, pero eso es otra historia.
De los boomers aprendimos que la nostalgia es una brújula, una arcadia feliz y que hay que mirar atrás hasta que se te rompa el cuello. Los X se convirtieron en la primera generación que prolongó la adolescencia hasta los 40 años (principalmente porque no les quedaba otra: todo lo adulto estaba reservado ya), mientras sus padres les seguían diciendo -y algunos hasta se lo creyeron- que jamás habría un disco como Sgt. Pepper's. Es una fábula que se intenta prolongar incluso en el mundo de hoy, en el que nos vamos a encontrar con dos millones de artículos (puede que estemos inventado esta cifra) glosando todas las maravillas y recovecos de una obra que, sí, está bien. Es un gran disco. Y puede que en 1967 capturase el espíritu de todo lo que se removía y fuese El Mejor Disco para la gente que entonces tenía 20 años.
Lo mismo que con el OK Computer, el Sgt. Pepper's es el hito de una generación: sí, son hitos. Es decir, son piedras en la Historia, enormes mojones que reflejan que allí pasó algo, que fue importante y que no está de más saber lo que les rodeó o cómo se forjaron. Pero que en ningún caso deberían seguir definiendo el mundo de hoy.
En Estados Unidos tienen suerte: los millennials ya son la principal fuerza de trabajo y, aunque exista Trump, tienen discursos inspiradores de gente de su edad a mano, como el de Zuckerberg. Cuyo mensaje más importante es que "los querrán frenar, no querrán que cambies el mundo".
En Sudamérica la cosa está más complicada porque los millennials son pocos y no tienen ni para los cigarrillos. Pero el mensaje es el mismo, incluso sí hablamos de The Beatles. Cada vez que leamos hoy que Sgt. Pepper's es el mejor disco de todos los tiempos, piensa un momento en que es el disco de la gente que ha hecho posible que no vivamos en el mejor de los tiempos y que intenta, cada día, que el mañana siga así. Dejemos ya de escuchar y hablar de discos de hace medio siglo: hoy es hoy y siempre será hoy.
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