LAS CUENTAS DE TWITTER CON MAYOR NÚMERO DE SEGUIDORES SON UN NIDO DE BOTS [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Katy Perry acaba de llegar a los 100 millones de followers, pero es posible que más de la mitad sean spam. ¿Cómo ocurre esto? ¿Y por qué la compañía lo niega?
El pasado viernes 16 de junio, @katyperry se convirtió en la primera cuenta de Twitter en sobrepasar la barrera de los 100 millones de followers, hito que la red social decidió celebrar con la pompa y circunstancia de las grandes ocasiones. La razón por la que tuvimos un emoji especial (#LoveKaty), un video recopilatorio con sus mejores tuits desde 2009 y un puñado de Moments es que el evento no podía haber llegado en un mejor momento para ninguna de las dos partes: la cantante acababa de concluir su streaming en vivo/experimento sociológico/campaña promocional para su nuevo disco Katy Perry Live: Witness World Wide, mientras que Twitter necesita más que nunca asociarse con personas famosas que, con suerte, nos distraigan del debate sobre sus problemas con el ciberacoso o su cuestionable viabilidad económica a medio plazo.
La gran paradoja consiste en que el récord de la popstar lleva incorporada una incómoda letra pequeña. La clase de letra pequeña que consigue poner en ridículo a las dos partes en mitad de su celebración. En cuanto se anunciaron esos 100 millones de seguidores, Digital Spy corrió a pasar la cuenta de Katy Perry por el filtro de Twitter Audit, una web que analiza el porcentaje de bots oculto entre los followers genuinos de un perfil determinado. El resultado no es precisamente agradable: al parecer, solo el 37% de las cuentas que siguen a @katyperry son reales, lo cual nos deja con más de 62 millones de fakes. Para echarle más leña al fuego, Audit indica que @taylorswift13 tiene un impresionante 83% de followers no programados como spam, lo cual la convertiría a ella en la persona con más seguidores de la historia tuitera. ¡Auch!
El caso de Taylor Swift es una excepción entre las cuentas de Twitter con mayor número de seguidores. Por ejemplo, Justin Timberlake sólo tiene un 39%, Rihana un 44%, Lady Gaga un 48% y Britney Spears un 52%, lo cual significa que más o menos la mitad de los seguidores de estas cuentas son bots. El propio presidente de Estados Unidos podría tener casi doce millones de followers ilegítimos, lo que supone un porcentaje similar al de su némesis, Barack Obama. Ni siquiera Alejandro Sanz (53%) se libra de esta plaga, ante la que Kim Kardashian (84%) y Ariana Grande (85%) parecen salir mejor paradas.
Cuando Mashable se puso en contacto con la red social para aclarar el asunto de Katy Perry y sus misteriosos seguidores no-mamíferos, su respuesta oficial fue inequívoca: "Twitter ha verificado que Katy tiene realmente 100 millones se seguidores. La metodología empleada por Twitter Audit tiene fallos y su información incorrecta no debería ser tomada en serio".
Desde hace ya tres años, la política del CEO Jack Dorsey consiste en repetir, cual mantra, que solamente el 5% de las cuentas registradas son spam, un porcentaje ínfimo contra el que, no obstante, se están revisando métodos. Sin embargo, los servicios de compra-venta de followers falsos no han parado de multiplicarse desde que, allá por 2012, Forbes anunciara que el 71% de los seguidores de @POTUS (por entonces, Obama) eran falsos. La pregunta que nos debemos hacer en cada uno de los ejemplos citados es evidente: ¿estamos ante un caso de fraude intencionado o, simplemente, las avispas se sienten atraídas de forma natural hacia los avisperos con más miel? Es inevitable sentir una punzada de schadenfreude ante la idea de una celebridad adulterando sus cifras en Twitter personalmente, pero tendremos que concluir que no es un caso muy probable. Puede que algún equipo encargado de gestionar manchas digitales haya tenido la tentación de hacer trampas alguna vez, pero Forbes está de acuerdo con la teoría general de que los desarrolladores de bots acuden antes a los famosos con millones de followers (y, por tanto, muchas más posibilidades de visibilizar su mensaje) que a la cuenta de tu primo nerd. Por no hablar de que la posibilidad de acumular cuentas inactivas (consideradas como fakes por herramientas como Twitter Audit) es mayor cuanto más tiempo lleves en Twitter. Sólo imagina cuánta gente debió de seguir a Katy Perry en 2009, cuando Hot 'n Cold aún pegaba fuerte, sólo para abandonar su actividad tuitera un par de años después.
No es un secreto que Twitter está atravesando problemas. Algunos dirían incluso que una crisis existencial, lo cual explicaría por qué se preocupa más por implementar cambios superficiales (¡avatares en forma de círculo!) que por solucionar sus carencias más profundas. ¿No es acaso lo que hacemos todos en nuestro día a día? Los 100 millones de Perry podrían haberle servido para sacar pecho y celebrar sus éxitos, pero al final sólo han reavivado la vieja sospecha de la red social como Las Vegas para spammers y bots de todo tipo. La postura negacionista de la compañía recuerda mucho a la que mantiene con respecto al acoso, pues se trata de dos dilemas profundos (quizá incluso inherentes) ante los que no existe una solución clara o sencilla. Por supuesto, uno siempre puede dedicarse a evaluar personalmente cada uno de sus seguidores, en un esfuerzo por purgar su cuenta de perfiles falsos o inactivos. No nos preguntes por qué, pero Taylor Swift nos encaja en la descripción de persona que haría algo así.
El pasado viernes 16 de junio, @katyperry se convirtió en la primera cuenta de Twitter en sobrepasar la barrera de los 100 millones de followers, hito que la red social decidió celebrar con la pompa y circunstancia de las grandes ocasiones. La razón por la que tuvimos un emoji especial (#LoveKaty), un video recopilatorio con sus mejores tuits desde 2009 y un puñado de Moments es que el evento no podía haber llegado en un mejor momento para ninguna de las dos partes: la cantante acababa de concluir su streaming en vivo/experimento sociológico/campaña promocional para su nuevo disco Katy Perry Live: Witness World Wide, mientras que Twitter necesita más que nunca asociarse con personas famosas que, con suerte, nos distraigan del debate sobre sus problemas con el ciberacoso o su cuestionable viabilidad económica a medio plazo.
La gran paradoja consiste en que el récord de la popstar lleva incorporada una incómoda letra pequeña. La clase de letra pequeña que consigue poner en ridículo a las dos partes en mitad de su celebración. En cuanto se anunciaron esos 100 millones de seguidores, Digital Spy corrió a pasar la cuenta de Katy Perry por el filtro de Twitter Audit, una web que analiza el porcentaje de bots oculto entre los followers genuinos de un perfil determinado. El resultado no es precisamente agradable: al parecer, solo el 37% de las cuentas que siguen a @katyperry son reales, lo cual nos deja con más de 62 millones de fakes. Para echarle más leña al fuego, Audit indica que @taylorswift13 tiene un impresionante 83% de followers no programados como spam, lo cual la convertiría a ella en la persona con más seguidores de la historia tuitera. ¡Auch!
El caso de Taylor Swift es una excepción entre las cuentas de Twitter con mayor número de seguidores. Por ejemplo, Justin Timberlake sólo tiene un 39%, Rihana un 44%, Lady Gaga un 48% y Britney Spears un 52%, lo cual significa que más o menos la mitad de los seguidores de estas cuentas son bots. El propio presidente de Estados Unidos podría tener casi doce millones de followers ilegítimos, lo que supone un porcentaje similar al de su némesis, Barack Obama. Ni siquiera Alejandro Sanz (53%) se libra de esta plaga, ante la que Kim Kardashian (84%) y Ariana Grande (85%) parecen salir mejor paradas.
Cuando Mashable se puso en contacto con la red social para aclarar el asunto de Katy Perry y sus misteriosos seguidores no-mamíferos, su respuesta oficial fue inequívoca: "Twitter ha verificado que Katy tiene realmente 100 millones se seguidores. La metodología empleada por Twitter Audit tiene fallos y su información incorrecta no debería ser tomada en serio".
Desde hace ya tres años, la política del CEO Jack Dorsey consiste en repetir, cual mantra, que solamente el 5% de las cuentas registradas son spam, un porcentaje ínfimo contra el que, no obstante, se están revisando métodos. Sin embargo, los servicios de compra-venta de followers falsos no han parado de multiplicarse desde que, allá por 2012, Forbes anunciara que el 71% de los seguidores de @POTUS (por entonces, Obama) eran falsos. La pregunta que nos debemos hacer en cada uno de los ejemplos citados es evidente: ¿estamos ante un caso de fraude intencionado o, simplemente, las avispas se sienten atraídas de forma natural hacia los avisperos con más miel? Es inevitable sentir una punzada de schadenfreude ante la idea de una celebridad adulterando sus cifras en Twitter personalmente, pero tendremos que concluir que no es un caso muy probable. Puede que algún equipo encargado de gestionar manchas digitales haya tenido la tentación de hacer trampas alguna vez, pero Forbes está de acuerdo con la teoría general de que los desarrolladores de bots acuden antes a los famosos con millones de followers (y, por tanto, muchas más posibilidades de visibilizar su mensaje) que a la cuenta de tu primo nerd. Por no hablar de que la posibilidad de acumular cuentas inactivas (consideradas como fakes por herramientas como Twitter Audit) es mayor cuanto más tiempo lleves en Twitter. Sólo imagina cuánta gente debió de seguir a Katy Perry en 2009, cuando Hot 'n Cold aún pegaba fuerte, sólo para abandonar su actividad tuitera un par de años después.
No es un secreto que Twitter está atravesando problemas. Algunos dirían incluso que una crisis existencial, lo cual explicaría por qué se preocupa más por implementar cambios superficiales (¡avatares en forma de círculo!) que por solucionar sus carencias más profundas. ¿No es acaso lo que hacemos todos en nuestro día a día? Los 100 millones de Perry podrían haberle servido para sacar pecho y celebrar sus éxitos, pero al final sólo han reavivado la vieja sospecha de la red social como Las Vegas para spammers y bots de todo tipo. La postura negacionista de la compañía recuerda mucho a la que mantiene con respecto al acoso, pues se trata de dos dilemas profundos (quizá incluso inherentes) ante los que no existe una solución clara o sencilla. Por supuesto, uno siempre puede dedicarse a evaluar personalmente cada uno de sus seguidores, en un esfuerzo por purgar su cuenta de perfiles falsos o inactivos. No nos preguntes por qué, pero Taylor Swift nos encaja en la descripción de persona que haría algo así.
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