EL FINAL DE LA TERCERA TEMPORADA DE FARGO TIENE UNA EXPLICACIÓN [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Noah Hawley vuelve a cerrar una temporada memorable con Ewan McGregor, Mary Elizabeth Winstead, Carrie Coon y David Thewlis a la cabeza


A continuación hay spoilers de toda la tercera temporada de Fargo, incluido su episodio final.

En la escena ambientada en Berlín Oriental que abre la tercera temporada de Fargo, un oficial de la Unión Soviética interroga a un hombre sospechoso de haber matado a su novia. La historia que cuenta el señalado evidencia que él es sólo un inocente supeditado al status quo del régimen. "Lo que usted me está dando son palabras", le dice el oficial. "Eso es a lo que llamamos 'una historia'. Y no estamos aquí para contar historias, estamos aquí para contar la verdad".

La conversación dibuja la temática para el resto de la temporada: ¿qué es verdad? Pero sobre todo, ¿qué es una historia verdadera, o una true story, como se lee en los títulos de cada episodio de Fargo?

El creador de la serie Noah Hawley ha demostrado en anteriores ocasiones ser un autor dado a experimentar con formas y narrativas, pero la última temporada de su serie estrella es también la que mejor sabe jugar con las expectativas de los espectadores. Ya es conocido que la historia verdadera que empezaron los Coen es un chiste, pero: ¿y si resulta que aquí la misma palabra historia es otro chiste? ¿Y si realmente la tercera temporada de Fargo no está para contar historias, sino para contar (nuevas) verdades?

Porque Hawley vuelve a coger prototipos de personajes, estilos de género y clichés de libreto para enmarcarlos en una Minnesota en la que cada expectativa es acribillada o acuchillada. Creías que tenías que encariñarte con Ray Stussy (Ewan McGregor) porque el viaje argumental iba más pegado a él y acaba degollado de forma patética. Creías que Yuri Gurka (Goran Bogdan) recibiría un merecido finiquito gore acorde a su mezquindad y muere fuera de plano enfrentado a fantasmas de un pasado en blanco y negro en un bowling purgatorial. Creías que Nikki Swango (Mary Elizabeth Winstead) sólo quería a Ray para aprovecharse de su placa y resultó que era por amor del bueno. La chica más bonita del cuento se convierte en un ángel vengativo y fallece de un tiro en la cabeza sin completar su misión. Creías que verías algún tipo de resolución para la empresa de Gloria Burgle (Carrie Coon) por encarcelar a V.M. Varga (David Thewlis) pero te deja esperándo sentado.

Con eso, Hawley hace más difícil que nunca viajar junto a sus protagonistas. Los personajes no responden a los arquetipos narrativos conocidos, sino a la volatilidad de un mundo que no reconocen. La sucesión de hechos imprevisibles, como la salvaje entrada de Varga en la vida de los protagonistas, fomenta un caos al que Emmit Stussy (Ewan McGregor) o Sy Feltz (Michael Stuhlbarg) sólo conceden absoluta estupefacción. Y el contexto completo de Gloria, que pierde a su marido, a su padrastro y la jefatura en la policía en un corto espacio de tiempo, encima desencadena una realidad en la que nadie le cree nada (o en la que nadie la detecta, como todos esos lavabos y puertas automáticas). Por eso la forma en la que los protagonistas reaccionan a ese universo dislocado, lejos de ayudar a que los espectadores los conozcan mejor, sólo consigue interponer más obstáculos morales, y el cómo esquivarlos, a un mundo ya de por sí bastante complejo.


LA INFLUENCIA ELECTORAL

Es en la construcción del universo moral que rodea a los personajes donde Hawley convierte la tercera temporada de Fargo en una apuesta más relevante, al menos en el plano político. Sus idilios con la posverdad, donde cada personaje, héroe o villano, establece la suya propia según le conviene, está muy presente a lo largo del tramo final y, principalmente, porque las elecciones de Estados Unidos tuvieron lugar cuando Hawley ya tenía escritos cuatro episodios.

Esa realidad estructural, la que tiene como única verdad palpable de toda la serie que el mundo es moralmente complejo, choca con todos y cada uno de sus personajes. Y el sueño americano, expuesto a la explotación de villanos asquerosos como Varga o de criminales inconscientes como Ray y memorables como Nikki, se vuelve contra la mayoría de implicados. Ni tan siquiera Varga, con esa enfermiza glotonería (la escena del helado, ¡magistral!), es capaz de escapar a la perversidad capitalista que le rodea. Es demasiado incluso para alguien tan calculador como él.

Esa unión de expectativas rotas con realidad política se apoya en otra temporada de increíble factura técnica. Hawley y sus directores aprovechan cada bifurcación moral para situar emocionalmente a los personajes. Los espejos infinitos en varias salas de interrogatorio para sembrar confusión o el juego laberíntico de bosques y fábricas para el terror son ejemplos de una serie que siempre ha sabido hacer la mayor de sus posibilidades formales.

Y es algo que encaja muy bien en la comparación de universos que pretende Hawley con la escena de Berlín Oriental que abre la temporada. No hay espejos, sólo la realidad de un régimen autoritario que hace certero que ese hombre inocente pasará por la horca. En Minnesota, y Estados Unidos, la democracia hace más ambigua la atmósfera de la escena final entre Varga y Gloria. El caos reinante, y la imposibilidad de decidir qué verdad es la verdadera, hacen obligatorios los reflejos en el fondo. Por eso Fargo cierra con la duda de saber si Varga será detenido o si saldrá libre una vez más, de si puede haber justicia entre tanta desinformación y absurdidad o si está todo a merced de los malos. Porque no es que Hawley haya sembrado de incertidumbre su serie, es que el mundo que le rodea es ahora todo incertidumbre.

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