¿Y QUÉ CARAJOS TENGO QUE VER YO CON ESO DE LAS ONDAS GRAVITACIONALES? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

A estas alturas ya sabes que unos investigadores de algo llamado LIGO y que funciona con rayos láser han detectado algo llamado 'ondas gravitacionales', que demuestran que Einstein tenía razón en una de esas cosas de la ciencia. Muy bien. ¿Y qué? ¿Para qué sirve? ¿Qué hago si mi trampa de esta noche me habla sobre el tema?


La opción más sencilla es tomarla de la mano y pedirle que cierre los ojos y dé un pequeño salto. Cuando aterrice y los abra, tienes que mirar a tu trampa muy fijamente y decirle que sin la gravedad ese salto no habría acabado nunca. Que habría seguido subiendo, te habría arrastrado contigo al espacio exterior y no estás seguro de qué los habría matado antes: si la falta de oxígeno o el frío [pista: ninguna de las anteriores. Sin gravedad no habría atmósfera y ni siquiera existiríamos. Nadie podría dar saltitos ni likes]. Y después -recuerda, sin parpadear o se pierde el efecto-, recita con voz muy grave que "no tenemos ni idea de cómo funciona la gravedad o por qué" [posta: sí sabemos, es una curvatura del espacio-tiempo, pero es más poético y artístico decir que no]. Que lo suponemos. Pero que hasta ahora creíamos en Einstein, y sólo porque era Einstein y, vaya tipo, cuánto sabía.

El resumen fácil de Einstein es que desde Newton nadie había trabajado tanto para entender mínimamente el universo. El universo implica todo, desde las estrellas del cielo hasta los átomos que te unen. Es la tercera pregunta de la ciencia: ¿cómo funciona?

La primera viene de la filosofía: ¿Por qué hay algo en vez de nada? Y pone en marcha todo lo demás: ¿Por qué vuelvo a aterrizar cuando salto? ¿Por qué se hace de noche? ¿Por qué existen las trampas? ¿Por qué no puede ser siempre domingo? Einstein intentó contestar a todo eso... ¡a la vez!

La segunda es algo parecido a toparse de golpe con un oso cuando nunca antes has visto uno: ¿Qué es eso? Aparte de para que tengamos nombre y no seamos siete mil millones de bípedos sin plumas, permite que otra gente que sí ha visto osos pueda explicarte por qué demonios no deberías acercarte nunca a un animal de más de 150 kilos con una boca capaz de aplastar cualquier celular Nokia de un mordisco y que corre más rápido que tú.

Es la diferencia fundamental entre ciencia básica y ciencia aplicada: si dejas que alguien estudie los osos y todos los animales vivos muy fuerte y a su manera (ciencia básica) es muy posible que ese alguien o sus colegas puedan salvarte la vida varias veces en lo que a osos se refiere. O también puedes subirte a un avión que va a Rusia y enterarte de lo mismo (ciencia aplicada). Lo segundo, digan lo que digan ciertas teorías económicas, no puede existir sin lo primero. Ya que nos metimos en la discusión: la economía no es una ciencia.

Einstein construyó un castillo de cartas llamado Relatividad General. Cada carta es un trocito del universo: los átomos, los rayos, tu horno microondas, tu smartphone, tu GPS, la gravedad. Todo funciona por alguna razón. Einstein levantó ese castillo que hemos mejorado desde entonces, pero en el que nos seguimos basando, porque funciona. Pero funciona con la dificultad de que, si una pieza falla, todo se viene abajo.

Conocemos que no todo es demostrable. Han hecho falta 100 años (Einstein las predijo en 1916) para observar y demostrar la existencia de ondas gravitacionales, que nos ayudan a entender mejor aquello de la gravedad, y que nos puede permitir observarla directamente, ver capítulos del universo donde la luz no llega o no existe. ¿Ver la gravedad? ¿Te imaginas algo así? ¡Es como ver en la oscuridad o sacarte una foto del esqueleto! También en el sentido de que más de una voz dijo en su momento lo de "eso no sirve para nada".

Lo importante de las ondas gravitacionales es que son nuevas. En ciencia lo nuevo es genial. Te permiten hacerte más preguntas, confirmar algunas de las que te habías hecho e inventar más cosas alucinantes para poder contestarlas. A un humano común y corriente que sale a trabajar todos los días de semana a las siete y treinta de la mañana a lo mejor no le va a decir nada que ahora podamos mirar mejor a los orígenes del universo, aprender más de las estrellas, y descubrir por qué demonios hay algo en vez de nada. Y está bien. No pasa nada. Pero los astrónomos van a estar muy contentos durante las próximas décadas y eso es bueno para la élite.

Porque para llegar a esto han tenido que inventar materiales estupendos que llevas en tu smartphone y en tu carro, estabilizadores que permiten que saques fotos maravillosas en medio segundo y con el pulso hasta las tristes huevas. Gracias a esa idea loca de Einstein de cómo se deforman el tiempo y el espacio tienes GPS y podemos poner los relojes del mundo en hora y usar el Waze (que volvió útil a cualquier hijo de vecino de unas cuantas machucadas de pulgar). Pero, ¿sabes qué?. Déjalos. Déjalos que hagan ciencia a la loca. Si vivimos en un mundo de Instragram y drones es en parte por la carrera hacia las ondas gravitacionales, igual que ir a la Luna nos sirvió para tener, por lo menos, unas zapatillas alucinantes.

Al menos agradece que haya gente que te diga por qué se hace de día y de noche y que te garantice que siempre que saltes vas a volver a pisar el suelo.

Nota: Rainer Weiss, Kip Thorne, Barry Barish y el grupo LIGO han sido galardonados con el Premio Princesa de Asturias por su investigación sobre las ondas gravitacionales.

PD: Volviendo a lo del principio con tu trampa: a partir de tomarla de la mano, la ciencia recomienda que no mires con ojos de loco y hables de la muerte en voz muy grave.

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