LO MISMO DA SI MBAPPÉ ES EL NUEVO THIERRY HENRY O TERMINA COMO ANELKA [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

¿Y sabes qué es lo peor? ¡Ni siquiera sabemos si Zidane lo va a poner!


Los principios de acuerdo son sólo eso: principios. A veces los caminos se tuercen y la cosa acaba en nada, pero la noticia de que el Mónaco habría aceptado traspasar al Real Madrid a su delantero estrella, Kylian Mbappé, por 180 millones de euros, ha provocado todo tipo de reacciones escandalizadas que pertenecen a otra época. La más habitual es el clásico "ese jugador no vale eso", combinado con "¿Caga plata el Real Madrid?".

Vayamos por partes: el fichaje de Mbappé tiene muy poco de deportivo en sentido estricto. Se trata de un delantero formidable, explosivo, que recuerda al mejor Ronaldo Nazario de los noventa... pero que tiene diecinueve años y juega en un equipo relativamente menor. Ahora mismo, es una moneda al aire y nada asegura que vaya a ser un prodigio o que su fichaje se vaya a traducir en otras doce Copas de Europa.

Lo que ha hecho el Madrid es algo muy simple: impedir que lo fiche otro. Da igual si luego Mbappé es un fiasco y acaba retirándose en el Al Jazira. Ese es un riesgo que una institución como la del Bernabéu se puede permitir, entre otras cosas porque acaba de vender a Morata y a Danilo por 110 millones de euros, es decir, porque es una autoridad en el mercado.

Lo importante aquí es precisamente no ceder esa hegemonía. El fútbol es ahora mismo una gran industria y toda operación hay que medirla en términos empresariales: ganar títulos es sólo un camino más para consolidar el estatus, elevar el caché de los amistosos, generar ingresos por merchandising y publicitar la marca por el mundo entero.

Esto no es algo que lo haya inventado el Real Madrid: la globalización la empezó el fútbol inglés a principios de siglo y la llevó al extremo el Manchester United, un club con un palmarés internacional más bien modesto y que aun así ha conseguido fidelizar a millones de aficionados -es decir, consumidores- repartidos por todo el mundo pero especialmente por el sudeste asiático.

Si el United vende algo parecido al pop, a la diversión, a la extraña mezcla de George Best y David Beckham, al Madrid le gusta vender ostentación, poderío, puñetazo en la mesa. Que nadie se enfade con esto porque no tiene nada de malo. El adagio que acompaña cualquier propaganda del Madrid es "somos el club más grande de la historia". No el más divertido, no el que mejor juega, no el que tiene más valores... el que más gana, el que más tiene, el que corta el bacalao. Si a eso le unimos una figura como la de Florentino Pérez, con tendencia a la megalomanía, es normal que pasen estas cosas: los 96 millones por Cristiano, los 100 -o vaya el diablo a saber cuántos- por Bale y ahora los 180 por Mbappé.

Con este principio de acuerdo, el Madrid no se asegura ningún título -ya tiene muchos- pero sí las portadas de todo el mundo. Se las asegura antes incluso de abonar un euro y refuerza su imagen de club todopoderoso. De nada sirve pensar si Mbappé va a generar ese dinero. La cosa ya no funciona así. Mbappé hace marca, hace empresa, demuestra a los demás muchachos de diecinueve años con ganas de comerse el mundo que su lugar está en el tráfico de La Castellana. Es una inversión, nada más, y ahí no cabe indignación alguna, igual que ver el logotipo de ZARA en plena Quinta Avenida es un símbolo de poder que va más allá de la facturación diaria de la tienda en cuestión.

Se rumorea, además, que el gran rival en el fichaje del jugador francés ha sido el Manchester City. Los viejos ricos hacen bien en proteger su estatus ante los nuevos, y no importa que se les vaya mucho en ello. Es más: les gusta mantener su status. Por ejemplo, para el Barcelona es decisivo que Neymar no se vaya al París Saint Germain sin importar el dinero que reciba a cambio. No puede dejar que su futuro se convierta en el futuro de un equipo sin pasado. De la misma manera, el Madrid no puede permitir que el City se convierta en un rival de verdad, un rival de tú a tú. Mientras las libras se gasten en los De Bruyne, Fernandinho o el Agüero de turno, no pasa nada. La clase media, para ti. Otra cosa es la aristocracia. Esa, siempre conmigo.

No hay que darle más vueltas ni analizar números, ni goles, ni posiciones en el campo. El Madrid ficha a Mbappé porque tiene el dinero y porque sabe que la inversión va más allá del rendimiento concreto del jugador. Ni siquiera es soberbia, es negocio. El negocio del Madrid consiste en que cada titular que incluya el nombre del equipo vaya acompañado por una expresión de asombro y respeto.

Juegue o no juegue Mbappé -ni siquiera sabemos si Zidane lo va a poner-, su solo fichaje, justo después de ser campeón de Europa por tercera vez en cuatro años, consolida al club como la gran referencia del panorama empresarial futbolístico. Sí, esto es un negocio. ¿Y a los que no les gusta el fútbol moderno? Y, bueno, también puedes encerrarte en el ático y desempolvar tus viejos álbumes de Panini.

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