¿Y QUÉ HICIERON LOS ALEMANES MIENTRAS OCURRÍA DUNKERQUE? RESPUESTA RÁPIDA: LA CAGARON [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

La Fuerza Aérea Británica tenía una sorpresita llamada Spitfire, un nuevo caza. Y Francia tenía otra: el espíritu de sacrificio de sus últimos ejércitos para dar tiempo a la evacuación de los ingleses derrotados (una guerra paralela que los soldados atrapados en Dunkerque ni siquiera sabían que estaba ocurriendo a su alrededor)


La historia que Christopher Nolan ha llevado a la pantalla ha sido, durante años, la de un milagro: el de cerca de 340.000 soldados entre belgas, holandeses, restos de tres ejércitos franceses y el grueso de la Fuerza Expedicionaria Británica arrinconados en la ciudad portuaria de Dunkerque intentando escapar de Francia. A su alrededor, el grueso de las fuerzas alemanas que, en apenas tres semanas, habían conquistado la mayor parte del Benelux y Francia bajo los motores de unos Panzer que nadie podía detener. ¿Nadie?

Recapitulemos, el 26 de mayo de 1940, algo menos de 7.700 soldados abandonan las costas de Dunkerque. Sobre sus cabezas, la Luftwaffe intentaba detener la fuga. Los aviones alemanes se encontraron con la feroz resistencia de la Royal Air Force (RAF) y la Armada británica mientras la infantería abordaba cualquier barco disponible en pequeños botes -los buques de guerra no podían correr el riesgo de quedarse atrapados en el puerto-, dejando atrás todo un botín de guerra: armas, vehículos, combustible y municiones. Salvando únicamente a los soldados.

¿Pero qué estaban haciendo el Sexto Ejército alemán y el resto de fuerzas de la Wehrmacht? ¿Por qué los ingleses pudieron evacuar Dunkerque? La respuesta está en los mariscales de campo Gerd von Rundstedt y Günther von Kluge, que pidieron un respiro allá por el 24 de mayo.


La estrategia alemana de devorar millas, aplastar todo a su paso y consolidar después el terreno con infantería había dejado a las fuerzas de la Wehrmacht al borde del colapso: 14 días de combate ininterrumpido, con avances forzados, sin tiempo para reemplazos, refuerzos o reabastecimiento. Francia había sido conquistada, sí, pero dejando al país en ruinas que hacían imposible el paso de los tanques alemanes.

La orden de detenerse llegó en el peor momento: entre el 23 y el 24 de mayo, cuando los alemanes tenían a tiro de cañón Calais y Dunkerque, los dos puertos principales que unían Francia con Dover. Los restos de las fuerzas aliadas tuvieron tres días para atrincherarse en Dunkerque (Calais ya estaba sitiada) y poner en marcha el plan de evacuación que veremos en la película de Nolan. Un plan concebido el día 20 de mayo, cuando ya había quedado claro que no había nada que hacer en el continente. La voluntad de lucha británica había durado 10 días de campaña. Y esa previsión de retirada también ayudó a los británicos: los alemanes no podían ni imaginarse que la evacuación estaba ya decidida. Hasta esa fecha, estaban convencidos de que Dunkirk, como le decían los ingleses, sería la tumba de Inglaterra en Francia.

Para terminar de amolar las cosas en el bando alemán, una vez que Hitler firmó la orden de detenerse -ante la previsión de que sus preciosos y escasos tanques tendrían problemas para entrar en Dunkerque- el presuntuoso Hermann Göring vio la oportunidad de lucirse delante del Führer. Que se paren y descansen los tanques y los hombres, no hay problema. Si los ingleses intentaban escapar de Dunkerque, la Luftwaffe los haría pedazos y teñiría el Canal de la Mancha con la sangre de la última esperanza de Europa.

Göring había prometido demasiado. Mientras la evacuación empezaba, la RAF tomó la protección de los cielos, en un prólogo de lo que más tarde conoceríamos como La Batalla de Inglaterra: una guerra de máquinas y reflejos, de anfetaminas y voluntades de acero, librada a tal velocidad que los aviones disparaban al futuro: allí donde se cruzaría el enemigo. Los ingleses contaban, además, con una nueva máquina: el Spitfire, que el 23 de mayo derribó sobre los cielos de Calais a los casi invencibles BF-109 de la Luftwaffe.

Y la terminaron de cagar peor porque la doctrina de Göring y de Hitler era que los cazas estorbaban. Eran una molestia pero un mal necesario. Si querías hundir barcos, necesitabas cazabombarderos. Necesitabas Stukas JU-87 capaces de reventar un destructor con un impacto directo de sus temibles bombas de 500 kilos al final de un picado casi suicida. Un blanco fácil para los novatos Spitfire. Fue una tozudez que se prolongó durante el resto de la guerra. Para Hitler, el dominio del aire significaba bombardear, no disparar a otros aviones. Y así les fue: pese a perder 67 Spitfires sobre los cielos de Francia, la RAF se dio cuenta de que tenía en sus manos la llave para defender Inglaterra. Esos combates, sin embargo, tuvieron lugar lejos de las playas, provocando entre las tropas de tierra la sensación de que la RAF los había abandonado, mientras 16 escuadrones británicos intentaban por todos los medios que ningún aparato de la Luftwaffe atravesase su red aérea.

En tierra, los alemanes tenían sus propios problemas. Las escasas fuerzas francesas del sur se habían reagrupado y hostigaban en dos frentes al ejército alemán. En Calais, en Lille, en Amiens, las últimas fuerzas francesas, en un acto de valentía para la Historia, se dieron cuenta de que Francia estaba perdida, pero que si los ingleses no conseguían escapar, entonces Inglaterra también caería. Y decidieron darles tiempo aunque combatiendo lejos de la vista de los británicos atrapados en las playas de Dunkerque.

Fuera de la vista de Nolan, los franceses lucharon hasta el límite y más allá: en Lille, durante cinco días eternos, las escasas decenas de miles de soldados del Primer Ejército francés mantuvieron a raya a siete divisiones de soldados, granaderos y tanques con apoyo aéreo. El 31 de mayo, sin comida ni municiones, los últimos 35.000 soldados franceses en Lille se rindieron. En esos cinco días de resistencia, los británicos consiguieron evacuar a unos 200.000 hombres, mientras llenaban los huecos que iban dejando las constantes rendiciones: al este, los belgas entregaron las armas el día 28. Calais había caído el día 26. Göring, enfurecido, ordenó intensificar los ataques aéreos. Según empezaba junio, hubo que suspender la evacuación diurna: eran un blanco demasiado fácil para las bombas dobles de 250 kilos de los Stukas, que se habían cobrado cuatro destructores británicos durante la campaña.

El día 4 de junio, mientras la retaguardia compuesta por 40.000 efectivos franceses se rendía ante los alemanes -habían cubierto la evacuación de más del doble de los suyos en los últimos dos días-, Churchill pronunciaba su famoso discurso "Lucharemos en las playas...". Churchill sabía que la evacuación de Dunkerque había conseguido salvar a Inglaterra: si los alemanes pretendían invadir Great Britain, tendrían que enfrentarse a muchísimos Dunkerques. Pero el alto mando alemán sabía la verdad: tras el enorme error de haberse detenido a recuperar fuerzas y no dar el golpe de gracia, tras haber dejado todo en manos de los Stukas de Göring y los reticentes avances del Sexto Ejército, no habría invasión.

Haber acabado con 68.000 ingleses y con todas las fuerzas francesas en el país no era una victoria. Si acaso, una medallita, un bálsamo para untar la herida de que, por titubear, Alemania había perdido la oportunidad de conquistar toda Europa. Incluida Inglaterra. El milagro de Dunkerque, la Operación Dinamo, que dejó en el fondo del Canal medio centenar de buques entre militares y mercantes, fue constatar que los alemanes no podrían acabar con Inglaterra de un solo golpe. Ahora, los ingleses, totalmente solos, limitados a librar una guerra inútil en el Norte de África, sólo tendrían que resistir un año más a la espera de los otros dos grandes errores del Eje: la invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 y el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre del mismo año.

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