¿DE DÓNDE VIENE LA COSTUMBRE DE GUARDAR UN MINUTO DE SILENCIO? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
El primer minuto de silencio registrado por parte de las autoridades para conmemorar la muerte de alguien tiene poco más de un siglo. Y duró 10 minutos. Fue en Portugal, en 1912, cuando el Senado anunció la muerte de José Maria da Silva Paranhos, barón de Río Branco, ministro de Exteriores portugués. El diario de sesiones recogía así la propuesta de ese 13 de febrero de 1912: "Propongo que la sesión se interrumpa durante 10 minutos y que los señores senadores permanezcan en sus escaños y en silencio durante ese espacio de tiempo".
La sesión se suspendió a las 14:45 y se retomó a las 14:55, pero no afectó más que a los senadores, ni hubo propuestas de trasladarla al pueblo.
La muerte del jugador Hands y el cañon del mediodía
Casi dos años y medio después, el 28 de julio de 1914, estallaba la Primera Guerra Mundial (en ese entonces llamada 'Gran Guerra'). Durante cuatro años, el conflicto causó cerca de 20 millones de muertos. Uno de ellos fue un jugador de rugby y cricket metido a artillero del frente occidental. Reginald Hands, capitán del Regimiento Real de Artillería surafricano, tres veces condecorado, comandante de la 73ª unidad de asedio del cuerpo. Hands murió el 20 de abril de 1918 tras sufrir un ataque con armas químicas.
Su padre, Sir Harry Hands, alcalde de Ciudad del Cabo, quedó devastado al leer el telegrama en el que se le informaba de la muerte de su hijo. El duelo paterno se vio interrumpido por las campanadas horarias del propio Ayuntamiento y, sobre todo, por la salva diaria que un cañón cargado con 1,5 kilos de pólvora disparaba a las 12 del mediodía desde la cima de Signal Hill (una tradición que se remonta a 1806 y que todavía perdura... con ese mismo cañón).
El alcalde Hands decidió que hacía falta silencio para que los vivos pudiesen rememorar a los muertos, y así se lo impuso a toda la ciudad. Con la complicidad de otro concejal (Robert Brydon) que también había perdido a su hijo en ese abril de 1918, instauró tres minutos de silencio el día 13 de mayo de 1918. Pero hasta él se dio cuenta de que se hacían demasiado largos, y los redujo a dos.
"A las 11 horas del undécimo día del undécimo mes…"
...de 1918 entró en vigor el Armisticio de Compiègne, que señalaba el fin de la Gran Guerra. Aquel silencio en Ciudad del Cabo duraría hasta principios de 1919, y lo mismo había pasado con otras ciudades de la Commonwealth que habían adoptado la práctica, cablegrafiada y extendida por Reuters.
Pero en primavera de ese mismo 1919, el exsoldado y periodista australiano Edward George Honey solicitaba en una carta a los periódicos que se dedicasen "cinco minutos de silencio" el día del aniversario del armisticio. ¿Le hicieron caso? No (aunque al ejército australiano le gusta pensar que sí. Honey tiene hasta una plaquita recordándole).
O al menos no tanto como a Sir James Percy FitzPatrick, político sudafricano que consiguió que el rey George V instaurase a toda velocidad la ceremonia de Ciudad del Cabo: lo pidió el 27 de octubre, se proclamó el 7 de noviembre y "a las 11 horas del undécimo día del úndécimo mes" de 1919 se celebraron dos minutos de silencio en todo el Imperio Británico, "desde las junglas de la India hasta los confines de Alaska", en recuerdo a los muertos de la Primera Guerra Mundial.
La sesión se suspendió a las 14:45 y se retomó a las 14:55, pero no afectó más que a los senadores, ni hubo propuestas de trasladarla al pueblo.
La muerte del jugador Hands y el cañon del mediodía
Casi dos años y medio después, el 28 de julio de 1914, estallaba la Primera Guerra Mundial (en ese entonces llamada 'Gran Guerra'). Durante cuatro años, el conflicto causó cerca de 20 millones de muertos. Uno de ellos fue un jugador de rugby y cricket metido a artillero del frente occidental. Reginald Hands, capitán del Regimiento Real de Artillería surafricano, tres veces condecorado, comandante de la 73ª unidad de asedio del cuerpo. Hands murió el 20 de abril de 1918 tras sufrir un ataque con armas químicas.
Su padre, Sir Harry Hands, alcalde de Ciudad del Cabo, quedó devastado al leer el telegrama en el que se le informaba de la muerte de su hijo. El duelo paterno se vio interrumpido por las campanadas horarias del propio Ayuntamiento y, sobre todo, por la salva diaria que un cañón cargado con 1,5 kilos de pólvora disparaba a las 12 del mediodía desde la cima de Signal Hill (una tradición que se remonta a 1806 y que todavía perdura... con ese mismo cañón).
El alcalde Hands decidió que hacía falta silencio para que los vivos pudiesen rememorar a los muertos, y así se lo impuso a toda la ciudad. Con la complicidad de otro concejal (Robert Brydon) que también había perdido a su hijo en ese abril de 1918, instauró tres minutos de silencio el día 13 de mayo de 1918. Pero hasta él se dio cuenta de que se hacían demasiado largos, y los redujo a dos.
"A las 11 horas del undécimo día del undécimo mes…"
...de 1918 entró en vigor el Armisticio de Compiègne, que señalaba el fin de la Gran Guerra. Aquel silencio en Ciudad del Cabo duraría hasta principios de 1919, y lo mismo había pasado con otras ciudades de la Commonwealth que habían adoptado la práctica, cablegrafiada y extendida por Reuters.
Pero en primavera de ese mismo 1919, el exsoldado y periodista australiano Edward George Honey solicitaba en una carta a los periódicos que se dedicasen "cinco minutos de silencio" el día del aniversario del armisticio. ¿Le hicieron caso? No (aunque al ejército australiano le gusta pensar que sí. Honey tiene hasta una plaquita recordándole).
O al menos no tanto como a Sir James Percy FitzPatrick, político sudafricano que consiguió que el rey George V instaurase a toda velocidad la ceremonia de Ciudad del Cabo: lo pidió el 27 de octubre, se proclamó el 7 de noviembre y "a las 11 horas del undécimo día del úndécimo mes" de 1919 se celebraron dos minutos de silencio en todo el Imperio Británico, "desde las junglas de la India hasta los confines de Alaska", en recuerdo a los muertos de la Primera Guerra Mundial.
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