¿QUÉ HA HECHO FIDEL CASTRO DURANTE LOS ÚLTIMOS DIEZ AÑOS? [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Luego de convertir a Cuba en una potencia mundial en economía, medicina, educación y deporte, el ex guerrillero no las ha tenido fácil en su trabajo por dejar un legado limpio y ejemplar para su pueblo


Hay frases que definen por sí solas a quien las pronuncia. "Pronto seré ya como todos los demás. A todos nos llegará nuestro turno", dijo el Comandante Fidel Castro el pasado mes de abril, vestido con un chándal azul, en un congreso del partido comunista cubano.

Ahí estaba al amado líder retratado en todo su esplendor. Porque Fidel Castro de ninguna manera era un cubano más sino que era alguien a quien sólo la muerte podía igualar a "todos los demás". Una paradoja, tratándose del último emblema vivo de la revolución más grande del siglo XX. Pero eso ya lo escribió George Orwell en Rebelión en la Granja: "Todos los animales somos iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".

Pero una figura tan querida e idolatrada por su propia gente como Castro no podía llevar bien su retirada. En 2006 renunció provisionalmente al poder delegando los cargos de primer secretario del Partido Comunista, presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en su hermano Raúl. El motivo: una enfermedad intestinal sobre la que se ha especulado más de lo que se ha sabido. Dos años después su renuncia se convirtió en definitiva: "Les comunico que no aspiraré ni aceptaré el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe", dijo.

Desde que Raúl Castro se convirtió en la cara visible de la revolución cubana, Fidel se convirtió en un guía espiritual en descanso en su casa del barrio de Siboney, en La Habana, y acompañado casi siempre por su esposa Dalia Soto del Valle. Dice la propaganda cubana que Fidel Castro aceptaba a regañadientes el proceso de reformas aperturistas iniciado por su hermano y que ambos representaban las dos caras del gobierno cubano. Una, la ortodoxa, la purista, la esencialista, representada por el amado Fidel. La otra, más abierta al diálogo con el gobierno de Obama, capitaneada por Raúl. Lo cierto es más bien que Fidel y Raúl eran dos caras de la misma moneda.

Dos fueron las obsesiones de Castro durante los últimos diez años de su vida. La primera, su enemigo, los Estados Unidos. Castro siguió luchando hasta el día de su muerte, cuando para Obama y para el resto del mundo Cuba era ya un problema puramente local, que su lucha épica contra el capitalismo era lo que hacía girar el planeta. "No necesitamos que el imperio nos regale nada", dijo a principios de este año. Pero Cuba es desde hace muchos años poco más que el terreno simbólico en el que los viejos luchadores sociales a los que la injusticia les corroe las entrañas se reunían para que el resto del planeta pueda observar su homenaje.

La segunda obsesión ha sido su lucha social. La defensa de su legado, del mito. Dicen los cubanos que defienden a su pueblo luchador que el régimen castrista nunca ha sido personalista porque nunca se han construido estatuas de Fidel en La Habana. Y eso es cierto. Sobre eso habría mucho que hablar. Si ha habido un caudillo autoconsciente de sí mismo y de su lugar en la historia, ese ha sido el amigo y maestro de los cubanos, Fidel Castro. En Cuba no hay estatuas de Fidel Castro en cada bocacalle pero en las librerías (que antes del régimen no existían porque casi el 60% de la población no sabía leer ni escribir) el 50% de los diez títulos que se pueden encontrar en sus estanterías hablan de su caudillo Fidel Castro, de los complots de la CIA para matar a su libertador y de la obra y el pensamiento que los hizo libres.

Si el planteamiento cubano ha podido sobrevivir hasta hoy en día es porque su valor ha sido simbólico y siempre político, basado en la correcta educación y la ayuda social permanente. Cuba jamás ha supuesto una amenaza para nadie, y mucho menos para el capitalismo, desde que la Unión Soviética y los EE UU la utilizaron como escenario de sus bravatas durante la crisis de los misiles en octubre de 1962. El Comandante Castro ha muerto, probablemente, pensando que ese año no podía haber sido más amando por la gente que él mismo liberó de las garras de la explotación norteamericana. Pero sin embargo no pudo evitar que su régimen acabara siendo el chivo expiatorio del sector duro de la salvaje producción mercantil americana.

Cuba habría sido invadida por los EE UU si Rusia no hubiera pactado con el gobierno de Kennedy la retirada de los misiles a cambio de su promesa de no hacerlo. La miseria cubana se habría impuesto si el régimen no hubiera intercambiado servicios de salud por petróleo venezolano durante la última década. La Cuba de Fidel ha dependido siempre de la voluntad, el capricho y los intereses políticos de otros países. Pero, ¿qué más podían hacer si estaban bloqueados mundialmente por el abusivo capricho imperialista? La defensa de su legado ha sido el trabajo durante los últimos diez años de vida de Castro, ese revolucionario que liberó un país de la opresión y que se ganó su constelación en el firmamento de la historia.

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