EL CAMPEONATO DE LOS CHICAGO CUBS NOS RECUERDA QUE EL BASEBALL PUEDE SER MÁS EXTRAÑO QUE LA FICCIÓN [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

Representa un hito más, quizá el más esperado, en la historia de un deporte repleto de historias más extrañas y fascinantes que la ficción


Cuando Marty McFly viaja desde 1985 a 2015 en Back To The Future II, parece quedarse más asombrado al enterarse de la victoria de los Chicago Cubs en las Series Mundiales de baseball que al probar grandes avances de la humanidad como el hoverboard o los robocordones. "Quién lo hubiera pensado. Las probabilidades eran de 100 contra 1 a principios de la temporada", le cuenta el viejo que quiere salvar la torre del reloj.

Bob Gale, coguionista de la película, explicó recientemente que incluyó la referencia porque el título de los Cubs era lo más absurdo que se le podía ocurrir a nadie en 1989, cuando se estrenó la cinta. Tres décadas después, Gale descubrió que lo absurdo se ha hecho realidad, sólo un año más tarde de lo profetizado. A él probablemente le habrá hecho más gracia que ilusión, dado que es fan de los St. Louis Cardinals, archirrivales de los cachorros, pero para Bill Murray y los miles de seguidores del equipo de Chicago, fue el acontecimiento de sus vidas. Lo fue más que nada porque ninguno de ellos estaba vivo en 1908, la última vez que los Cubs ganaron el campeonato. Para ponerlo en perspectiva, el Titanic aún no se había empezado a construir, el Imperio Otomano todavía existía y el mundo no había vivido una conflicto armado a gran escala.


Esta victoria, sin embargo, no se resume únicamente en los brutales 108 años que han transcurrido desde la anterior. Hay que recordar que el baseball es, ante todo, uno de los principales nexos emocionales entre generaciones y generaciones de estadounidenses, en un país donde hacerse mayor significa alejarse inexorablemente de aquellos quienes más te han ayudado crecer. Desde New York hasta Los Ángeles, ninguno se olvida de las tardes que pasó de niño lanzándose la pelotita con su padre o la primera vez que pisó un estadio de la mano de su papá o de su abuelo. Es un contrato sentimental inviolable, una conexión que empujó a cientos de aficionados de Chicago a peregrinar a Wrigley Field al término del partido sólo para escribir en sus sagradas paredes el nombre de los seres queridos que no vivieron lo suficiente para presenciar la gran noche. El mismo sentimiento que alentó a Wayne Williams a recorrer los casi 1.000 kilómetros que separan Carolina del Norte de Indiana únicamente para poder ver la gran final junto a la tumba de su progenitor.

Representa asimismo un hito más, quizá el más esperado, en la historia de un deporte repleto de historias más extrañas y fascinantes que la ficción. Es un juego de leyendas, dentro y fuera del campo. La de los Cubs, como se ha repetido en varias ocasiones estos últimos días, giraba en torno a una cabra y una supuesta maldición. Una maldición que, por cierto, se han sacudido de puro milagro, en la entrada extra (prórroga en el baseball) del último partido, cuando anteriormente habían levantado una desventaja de 3-1 en la serie (la final es al mejor de siete encuentros) frente a los Cleveland Indians, algo que sólo ha ocurrido en cinco ocasiones, la última en 1985. Pero volvamos a la cabra, o Murphy, como fue bautizada por su dueño, William Sianis, propietario de uno de los bares más míticos de Chicago (hoy en día una cadena), el Billy Goat Tavern. El maleficio comenzó cuando Sianis fue expulsado en 1945 de Wrigley Field durante un partido porque el resto de asistentes no le encontraban la gracia a su afición a compartir asiento con el animalito. "Estos Cubs no ganarán nada nunca más", se cuenta que pronunció Sianis mientras abandonaba enfurecido el estadio con la cabra del brazo. Y así fue hasta hoy.

Como mandan los cánones de la superstición, la única manera de deshacerse de una maldición es pasársela a otro. Y ahora parece que el sambenito recae en los propios Cleveland Indians, quienes, después de acariciar el título, se han convertido oficialmente en el equipo estadounidense con más temporadas en el dique seco, al no levantar la corona desde 1948. Para mejorar el karma podrían empezar por cambiar su nombre, bastante ofensivo para la población nativo americana. Aunque a esta ciudad de Ohio le queda el consuelo de haber conquistado su primer anillo de la NBA con los Cavs de LeBron. Curiosamente, también después de haber levantado un 3-1 a los Warriors.

Retomando la historia de los Cubs, la travesía en el desierto quizá hubiera sido un poco más llevadera si su afición no hubiese visto como su "hermano pobre" del sur de la ciudad, es decir, los Chicago White Sox, se hicieron con las Series Mundiales en 2005. Los White Sox arrastraban su propia maldición desde 1919, cuando, dos años después de ganar su anterior campeonato, ocho de sus jugadores, incluida su estrella, Shoeless Joe Jackson, fueron sancionados de por vida por verse envueltos en una red de amaños con apostadores. La redención la encontraron luego en el cine, en el momento en el que Kevin Costner decidió tirar abajo sus cultivos de maíz para construir un campo para que sus fantasmas pudieran volver a jugar al deporte que amaban. Y los White Sox volvieron a ganar, aunque tardaran unos añitos más.

No se puede por supuesto hablar de maleficios en el baseball sin tocar el de los Boston Red Sox, el que fue durante mucho tiempo el más famoso de todos. La maldición del Bambino debe su nombre a Babe Ruth, probablemente el mejor y más célebre de todos los peloteros. Tras la venta de Ruth a los New York Yankees, los Red Sox pasaron de ser los grandes dominadores del deporte a no ligar una en 86 años. Mientras, los Yankees tomaron el testigo, ganando títulos en casi todas las décadas y convirtiéndose en el equipo más laureado con 27 Series Mundiales hasta hoy. Es como si el Madrid hubiera vendido a Di Stéfano al Barça y desde entonces se hubieran puesto a ganar Copas de Europa como locos. Eso se tarda mucho tiempo en superar. Pero cuando finalmente lo hicieron y volvieron a ganar en 2004, los bostonianos dejaron de mirar atrás y lo celebraron como si no hubiera un mañana. Para hacerse una idea de lo que supuso, es recomendable ver Fever Pitch (2005), una de las comedias más infravaloradas de los hermanos Farrelly, basada en la novela homónima de Nick Hornby en la que da rienda suelta a su pasión por el Arsenal. Y la ansiada victoria también tuvo eco en Lost, cuando Jack no puede menos que partirse de risa ante la incredulidad de que los Red Sox hubieran salido campeones mientras él estaba varado en la isla.


El baseball, además de maldiciones, ofrece historias de superación difíciles de creer, como la de los Oakland Athletics a principios de este siglo, que fue llevada al cine en Moneyball. Con un presupuesto nimio y ayudados por análisis matemáticos y estadísticos, el manager de los A's, Billy Beane (Brad Pitt en la película), y su asistente, Peter Brand, construyeron con retazos un bloque de talentos que ningún otro equipo supo ver y batieron el record histórico de victorias seguidas en la liga. Nada supera por supuesto a la historia de Jackie Robinson que sólo por el hecho de convertirse en el primer afroamericano en jugar en las Grandes Ligas en 1947, adelantó la lucha por los derechos civiles una década.

Si todavía crees que este deporte es un soberano aburrimiento y que la mitología que lo rodea no es suficiente para despertar tu interés, el único argumento que resta es volverte a enseñar la cara de felicidad absoluta de Bill Murray (y por ahí estaba también Eddie Vedder).

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