DE SHAKESPEARE A KING'S LANDING: EL REFUGIO DE LOS ACTORES MÁS ILUSTRES SE LLAMA GAME OF THRONES [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Hay que haber mamado mucho Shakespeare para ser un villano tan enorme como Twin Lannister
Game Of Thrones ha fichado a Jim Broadbent para su séptima temporada, el último en una tradición de actores shakesperianos que aportan clase a producciones fantásticas. La serie lleva en esa línea desde que Tywin Lannister nos estremeció a todos por primera vez. Es una filosofía de reparto que ya usaron sagas como Harry Potter -donde Broadbent era uno de los "profesores dorados"- o The Lord Of The Rings, y que se remonta hasta Star Wars, donde Alec Guinness ponía el aplomo teatral a una saga con espadas láser y poderes ninja galácticos: la Maniobra Obi-Wan.
En Game Of Thrones, donde el lenguaje es un arma tan potente como la espada, la inclusión de grandes del teatro sirve para disipar el recelo ante tanto dragón y zombi helado. La dimensión de prestigio pop que ha alcanzado este constructo cultural, muy posible reclamo para unos actores de mucha talla que buscan divertirse (y divertir a sus nietos) sin miedo al descrédito.
JIM BROADBENT: EL ÚLTIMO FICHAJE DE KING'S LANDING
En la recta final de Harry Potter, Broadbent se convirtió en Horace Slughorn, el profesor de Pociones. Un Slytherin bueno que llegaba a Hogwarts con un Oscar bajo el brazo (por Iris), y una carrera teatral y cinematográfica al servicio de directores como Terry Gilliam, Mike Leigh, o Stephen Frears. Broadbent fue uno de los últimos "profesores dorados", un grupo de actores de la saga Potter con exquisita clase que apoyaban, año tras año, al casting juvenil. Kenneth Brannagh, Emma Thompson, Alan Rickman, Maggie Smith...
Broadbent es el último fichaje anunciado de la séptima temporada de Game Of Thrones, una serie que también decidió apostar por los casting mixtos por partida triple: un grupo de desconocidos muchachos más potentes actores intermedios, aderezados con algún gran nombre de la actuación teatral. Una filosofía en la que podemos remontarnos hasta Obi-Wan Kenobi: ¿qué hacía Alec Guiness -hasta él mismo se lo preguntaba- rodeado de un puñado de niños, un carpintero socarrón apellidado Ford y un desconocido actor de teatro metido dentro de un robot (Anthony Daniels)? Pues la Maniobra Kenobi: aportar clase a tu producción fantástica/ciencia-ficción tirando de tablas.
Es algo que vimos con Harry Potter o The Lord Of The Rings (sólo por citar uno: el Gandalf de Ian McKellen, nominadísimo por Gods and Monsters y ganador de Globos de Oro y Tonys) y de los que Game Of Thrones aprendió rápido y convirtió en su propia categoría. Gracias a la velocidad con la que hay que reemplazar personajes en los Siete Reinos. Si Sean Bean era el gran gancho de la primera temporada es porque ya era fácil imaginarse a un Boromir más moderado y con una espada aún más grande.
Pero si Bean era el gran lobo para que el público se acostumbrase a los cachorros Stark, la serie contaba a cambio con gigantes como:
CHARLES DANCE
Tywin Lannister fue -sorpresa- miembro de la Royal Shakespeare Company (RSC), y desembarcó en King's Landing con toda la intensidad que dan 40 años de inyectarse al Bardo en la vena. Porque, y este es otro movimiento fundamental, el idioma común de los siete reinos de la serie es un inglés lleno de latigazos, donde la lengua es, en muchas ocasiones, el preámbulo de la espada. El éxito de Dance fue convertirse en ese villano serpiente, encantador y odioso, más grande que la vida.
Y la revitalización de su carrera (ha aparecido en más títulos en el último lustro que en las dos décadas anteriores), una señal para todos los que pensaban que cómo iban a arrastrar su nombre por un fango de dragones, zombis congelados, lugares con nombres de montañas mágicas y calatas y tetas por doquier. El cheque que puede ofrecer HBO tampoco es un obstáculo.
IAN MCSHANE
Así llegamos al nivel actual de Game Of Thrones, una serie que puede permitirse contar con McShane (un Globo de Oro por Deadwood y 42 años de cine, televisión y teatro) para un único capítulo, ¡y como personaje de apoyo para reintroducir a un personaje veterano que todos dábamos por muerto! McShane, eso sí, no tiene miedo a nada: fue Barbanegra en Pirates of the Caribbean y uno de los secundarios cómicos en ese Hercules que hasta a The Rock le costaba creerse.
MAX VON SYDOW
O introducir la voz de bronce de Max Von Sydow (dos nominaciones al Oscar, tantos premios de cine europeo como puedas imaginar, sesenta y cinco años de cine) para tenerle atado a un árbol durante tres capítulos… ¡Y que le nominen a un Emmy!
JONATHAN PRYCE
El Papa Francisco Malvado de King's Landing fue, antes que nada, "el Hamlet definitivo de su generación", un título que acompañó a su premio Olivier a principios de los 80. El antes y el después de una carrera teatral en la que ya le había dado tiempo, a finales de los 70, a compaginar Broadway (y los premios Tony) con la RSC y debutar en el cine. Después protagonizaría Brazil, de Terry Gilliam (donde coincidiría con Broadbent) y llevaría una carrera de secundario de lujo en el cine en la que le recordarás mejor por ser el Gobernador Swann de Pirates of the Caribbean, otra franquicia que arropó a sus protagonistas con secundarios de altísimo nivel.
CIARÁN HINDS
Nacido norirlandés y fogueado en el teatro escocés, Hinds ni siquiera es el actor más veterano de Game Of Thrones en haber participado en Harry Potter (fue el hermano de Dumbledore). Pero es lo de menos: ha trabajado con Spielberg (Munich), tiene una estupenda carrera cinematográfica en la que debutó, precisamente, con fantasía medieval (a las órdenes de John Boorman en Excalibur) y suyo fue el honor de abrir la primera serie de HBO que quiso aspirar al título de superproducción: Roma pertenecía a Julio César. En Game Of Thrones, su Mance Rayder también aspiraba a cruzar un Rubicón: el Muro.
DAVID BRADLEY
Walder Frey: maquinador, retorcido, planificador de bodas frustrado... tenía bastante en común -ese tipo con algo de poder que abusa todo lo que puede de él con los más débiles- con el celador Argus Filch, aquel personaje peripatético que conocimos en la primera entrega de Harry Potter. Detrás de esos viejos funestos se encuentra David Bradley, que lleva desde los años 70 en la RSC (también tiene un Olivier, en 1991, por el bufón de El Rey Lear) y en la televisión británica.
EL MEJOR CASTING LIBRA POR LIBRA
Podríamos seguir durante horas: Stephen Dillane, el último rey Baratheon, es otro impresionante actor de teatro -más entregado a lo contemporáneo y celebrado por haber cometido la locura de realizar todo un Macbeth de un solo hombre-. Junto a él estaba Melisandre, una de las mejores actrices holandesas: Carice Van Houten. Y eso sin entrar en los nombres más jóvenes pero también dignos de pedegree, como la vengativa Obara de Dorne, Keisha Castle-Hughes (nominada al Oscar en 2004 por Whale Rider y que se dejó ver en el Episodio III de Star Wars).
Game Of Thrones, que ha catapultado carreras improbables como la de Peter Dinklage, generado jóvenes talentos como Kit Harington, Sophie Turner o Maisie Williams, ha conseguido rodearse durante años de un enjambre de ilustres, de actores indiscutibles capaces de conseguir que algo con dragones pueda tomarse en serio. El fichaje de Broadbent es sólo una piedrecita más en un mosaico de lujo.
Game Of Thrones ha fichado a Jim Broadbent para su séptima temporada, el último en una tradición de actores shakesperianos que aportan clase a producciones fantásticas. La serie lleva en esa línea desde que Tywin Lannister nos estremeció a todos por primera vez. Es una filosofía de reparto que ya usaron sagas como Harry Potter -donde Broadbent era uno de los "profesores dorados"- o The Lord Of The Rings, y que se remonta hasta Star Wars, donde Alec Guinness ponía el aplomo teatral a una saga con espadas láser y poderes ninja galácticos: la Maniobra Obi-Wan.
En Game Of Thrones, donde el lenguaje es un arma tan potente como la espada, la inclusión de grandes del teatro sirve para disipar el recelo ante tanto dragón y zombi helado. La dimensión de prestigio pop que ha alcanzado este constructo cultural, muy posible reclamo para unos actores de mucha talla que buscan divertirse (y divertir a sus nietos) sin miedo al descrédito.
JIM BROADBENT: EL ÚLTIMO FICHAJE DE KING'S LANDING
En la recta final de Harry Potter, Broadbent se convirtió en Horace Slughorn, el profesor de Pociones. Un Slytherin bueno que llegaba a Hogwarts con un Oscar bajo el brazo (por Iris), y una carrera teatral y cinematográfica al servicio de directores como Terry Gilliam, Mike Leigh, o Stephen Frears. Broadbent fue uno de los últimos "profesores dorados", un grupo de actores de la saga Potter con exquisita clase que apoyaban, año tras año, al casting juvenil. Kenneth Brannagh, Emma Thompson, Alan Rickman, Maggie Smith...
Broadbent es el último fichaje anunciado de la séptima temporada de Game Of Thrones, una serie que también decidió apostar por los casting mixtos por partida triple: un grupo de desconocidos muchachos más potentes actores intermedios, aderezados con algún gran nombre de la actuación teatral. Una filosofía en la que podemos remontarnos hasta Obi-Wan Kenobi: ¿qué hacía Alec Guiness -hasta él mismo se lo preguntaba- rodeado de un puñado de niños, un carpintero socarrón apellidado Ford y un desconocido actor de teatro metido dentro de un robot (Anthony Daniels)? Pues la Maniobra Kenobi: aportar clase a tu producción fantástica/ciencia-ficción tirando de tablas.
Es algo que vimos con Harry Potter o The Lord Of The Rings (sólo por citar uno: el Gandalf de Ian McKellen, nominadísimo por Gods and Monsters y ganador de Globos de Oro y Tonys) y de los que Game Of Thrones aprendió rápido y convirtió en su propia categoría. Gracias a la velocidad con la que hay que reemplazar personajes en los Siete Reinos. Si Sean Bean era el gran gancho de la primera temporada es porque ya era fácil imaginarse a un Boromir más moderado y con una espada aún más grande.
Pero si Bean era el gran lobo para que el público se acostumbrase a los cachorros Stark, la serie contaba a cambio con gigantes como:
CHARLES DANCE
Tywin Lannister fue -sorpresa- miembro de la Royal Shakespeare Company (RSC), y desembarcó en King's Landing con toda la intensidad que dan 40 años de inyectarse al Bardo en la vena. Porque, y este es otro movimiento fundamental, el idioma común de los siete reinos de la serie es un inglés lleno de latigazos, donde la lengua es, en muchas ocasiones, el preámbulo de la espada. El éxito de Dance fue convertirse en ese villano serpiente, encantador y odioso, más grande que la vida.
Y la revitalización de su carrera (ha aparecido en más títulos en el último lustro que en las dos décadas anteriores), una señal para todos los que pensaban que cómo iban a arrastrar su nombre por un fango de dragones, zombis congelados, lugares con nombres de montañas mágicas y calatas y tetas por doquier. El cheque que puede ofrecer HBO tampoco es un obstáculo.
IAN MCSHANE
Así llegamos al nivel actual de Game Of Thrones, una serie que puede permitirse contar con McShane (un Globo de Oro por Deadwood y 42 años de cine, televisión y teatro) para un único capítulo, ¡y como personaje de apoyo para reintroducir a un personaje veterano que todos dábamos por muerto! McShane, eso sí, no tiene miedo a nada: fue Barbanegra en Pirates of the Caribbean y uno de los secundarios cómicos en ese Hercules que hasta a The Rock le costaba creerse.
MAX VON SYDOW
O introducir la voz de bronce de Max Von Sydow (dos nominaciones al Oscar, tantos premios de cine europeo como puedas imaginar, sesenta y cinco años de cine) para tenerle atado a un árbol durante tres capítulos… ¡Y que le nominen a un Emmy!
JONATHAN PRYCE
El Papa Francisco Malvado de King's Landing fue, antes que nada, "el Hamlet definitivo de su generación", un título que acompañó a su premio Olivier a principios de los 80. El antes y el después de una carrera teatral en la que ya le había dado tiempo, a finales de los 70, a compaginar Broadway (y los premios Tony) con la RSC y debutar en el cine. Después protagonizaría Brazil, de Terry Gilliam (donde coincidiría con Broadbent) y llevaría una carrera de secundario de lujo en el cine en la que le recordarás mejor por ser el Gobernador Swann de Pirates of the Caribbean, otra franquicia que arropó a sus protagonistas con secundarios de altísimo nivel.
CIARÁN HINDS
Nacido norirlandés y fogueado en el teatro escocés, Hinds ni siquiera es el actor más veterano de Game Of Thrones en haber participado en Harry Potter (fue el hermano de Dumbledore). Pero es lo de menos: ha trabajado con Spielberg (Munich), tiene una estupenda carrera cinematográfica en la que debutó, precisamente, con fantasía medieval (a las órdenes de John Boorman en Excalibur) y suyo fue el honor de abrir la primera serie de HBO que quiso aspirar al título de superproducción: Roma pertenecía a Julio César. En Game Of Thrones, su Mance Rayder también aspiraba a cruzar un Rubicón: el Muro.
DAVID BRADLEY
Walder Frey: maquinador, retorcido, planificador de bodas frustrado... tenía bastante en común -ese tipo con algo de poder que abusa todo lo que puede de él con los más débiles- con el celador Argus Filch, aquel personaje peripatético que conocimos en la primera entrega de Harry Potter. Detrás de esos viejos funestos se encuentra David Bradley, que lleva desde los años 70 en la RSC (también tiene un Olivier, en 1991, por el bufón de El Rey Lear) y en la televisión británica.
EL MEJOR CASTING LIBRA POR LIBRA
Podríamos seguir durante horas: Stephen Dillane, el último rey Baratheon, es otro impresionante actor de teatro -más entregado a lo contemporáneo y celebrado por haber cometido la locura de realizar todo un Macbeth de un solo hombre-. Junto a él estaba Melisandre, una de las mejores actrices holandesas: Carice Van Houten. Y eso sin entrar en los nombres más jóvenes pero también dignos de pedegree, como la vengativa Obara de Dorne, Keisha Castle-Hughes (nominada al Oscar en 2004 por Whale Rider y que se dejó ver en el Episodio III de Star Wars).
Game Of Thrones, que ha catapultado carreras improbables como la de Peter Dinklage, generado jóvenes talentos como Kit Harington, Sophie Turner o Maisie Williams, ha conseguido rodearse durante años de un enjambre de ilustres, de actores indiscutibles capaces de conseguir que algo con dragones pueda tomarse en serio. El fichaje de Broadbent es sólo una piedrecita más en un mosaico de lujo.
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