EL CHOLO SIMEONE Y SU IMAGINACIÓN COMO EJEMPLO QUE LAS EMPRESAS CAPITALISTAS DEBEN COPIAR [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Diego Pablo Simeone dirige como jugaba. De forma intensa, agresiva y con una gran personalidad
La escena recordaba a cuando la chica le propone a su pareja un poco de distancia para la relación. Eso ocurrió minutos después de que el Atlético de Madrid perdiera su segunda final de la Champions contra el Real Madrid, cuando Simeone (46 años) insinuó un posible adiós al equipo. Dijo que se tomaría cierto tiempo para meditar sobre su continuidad en el banquillo. Era lo que le faltaba a los atléticos. En el balance apresurado de años de enamoramiento y pasión, de temporadas de entrega recíproca y de momentos insuperables, al Cholo le pudo el bochorno. El primer mandamiento de su gestión, nunca rendirse, se hizo añicos aquella noche.
Pero hay que entenderlo. La derrota se produjo tras la ruleta rusa de los 11 metros. En el trance de los penales, donde la ignominia y la gloria conviven a medio centímetro de distancia. Si el balón roza el poste y entra al fondo de la portería, unos estallan de felicidad y otros de amargura. Simeone se encontró con los segundos. Cargado con el pesar del equipo, de la afición y de la historia, al argentino le pudo más su propio dolor. En las redes sociales propusieron cambiar el nombre del estadio Vicente Calderón y llamarlo como el Cholo. Hubo declaraciones de amor arrebatadas y así hasta que las aguas de la tormenta volvieron a su cauce. Superado el berrinche, pasados casi 100 días de aquella final de Milán, el técnico argentino encontró refugio en la esencia que lo encumbró: el arte de jugar a la contra. El prodigio de sentirse cómodo en las dificultades y de asestar el golpe ganador mirando al enemigo desde abajo.
Los gerentes (sobretodo esos de "negocios internacionales") deben aprender del Cholo su capacidad para motivar, generar orgullo de pertenencia, espíritu competitivo y explicar variables intangibles como crecimiento o desarrollo del talento. Simeone puede ser modelo para las empresas que quieran crear branding, que pretendan generar marca como empleador. Su modelo de liderazgo triunfaría en colosos como Google, Amazon o Apple, firmas con un crecimiento notorio, pero no tanto en multinacionales consolidadas como General Electric, por ejemplo.
Diego Pablo Simeone dirige como jugaba. De forma intensa, agresiva, con una gran personalidad, con más orden que destreza. Siempre pendiente de los espacios. "Los futbolistas se pasan más minutos sin la pelota que con ella", tiene grabado el técnico en su particular catecismo. Empezó su idilio con el balón cuando tenía 8 años, en el equipo de su barrio, el Estrella de Oro. A los 16 se fajaba en Tercera División, a los 17 empezó a jugar en Primera y a los 18 en la Selección, según explica el entrenador en su biografía Creer: El Desafío de Superarse Siempre.
Cada vez más, el fútbol es un deporte en el que comienza a imperar el músculo. En ese entorno, Simeone destaca por sacar el máximo provecho de las situaciones adversas. Simeone cuenta con una estrategia clara y fuerte, es referente para su equipo por compartir y confiar decisiones. Persigue con tenacidad sus objetivos y ha conseguido un giro de actitud en su equipo. Basta con recordar que comenzó a trabajar en el Atlético cuando el club se encontraba en puestos de descenso en la Liga, hace cinco años, y dos cursos después lo encaramó entre los más grandes de Europa. Sin duda ha cambiado la mentalidad perdedora por un equipo que cree en el éxito. Entre otras virtudes, Simeone es un claro ejemplo de líder que rehace a su plantilla y saca las mejores competencias de cada uno.
Trabaja muy bien el ego de sus jugadores, pero cuando sus cracks se consolidan empieza a tener conflictos potenciales porque él necesita estar por encima de sus jugadores. Nunca da puntada sin hilo ante los micrófonos. Se maneja muy bien en las ruedas de prensa para inculcar sus grandes mensajes. Así logró hacer célebre su lema partido a partido, o aquella frase que dice que "las grandes batallas no las gana el mejor sino el que está más convencido". Hay que ver a Simeone como un líder poliédrico, con muchas caras. Es rupturista con el pasado. También orienta su actividad hacia la consecución de resultados sin olvidarse del buen trato con las personas. Dice lo que piensa y es directo, transparente, persistente y constante. Y también sabe conservar el código genético del Atlético de Madrid.
La escena recordaba a cuando la chica le propone a su pareja un poco de distancia para la relación. Eso ocurrió minutos después de que el Atlético de Madrid perdiera su segunda final de la Champions contra el Real Madrid, cuando Simeone (46 años) insinuó un posible adiós al equipo. Dijo que se tomaría cierto tiempo para meditar sobre su continuidad en el banquillo. Era lo que le faltaba a los atléticos. En el balance apresurado de años de enamoramiento y pasión, de temporadas de entrega recíproca y de momentos insuperables, al Cholo le pudo el bochorno. El primer mandamiento de su gestión, nunca rendirse, se hizo añicos aquella noche.
Pero hay que entenderlo. La derrota se produjo tras la ruleta rusa de los 11 metros. En el trance de los penales, donde la ignominia y la gloria conviven a medio centímetro de distancia. Si el balón roza el poste y entra al fondo de la portería, unos estallan de felicidad y otros de amargura. Simeone se encontró con los segundos. Cargado con el pesar del equipo, de la afición y de la historia, al argentino le pudo más su propio dolor. En las redes sociales propusieron cambiar el nombre del estadio Vicente Calderón y llamarlo como el Cholo. Hubo declaraciones de amor arrebatadas y así hasta que las aguas de la tormenta volvieron a su cauce. Superado el berrinche, pasados casi 100 días de aquella final de Milán, el técnico argentino encontró refugio en la esencia que lo encumbró: el arte de jugar a la contra. El prodigio de sentirse cómodo en las dificultades y de asestar el golpe ganador mirando al enemigo desde abajo.
Los gerentes (sobretodo esos de "negocios internacionales") deben aprender del Cholo su capacidad para motivar, generar orgullo de pertenencia, espíritu competitivo y explicar variables intangibles como crecimiento o desarrollo del talento. Simeone puede ser modelo para las empresas que quieran crear branding, que pretendan generar marca como empleador. Su modelo de liderazgo triunfaría en colosos como Google, Amazon o Apple, firmas con un crecimiento notorio, pero no tanto en multinacionales consolidadas como General Electric, por ejemplo.
Diego Pablo Simeone dirige como jugaba. De forma intensa, agresiva, con una gran personalidad, con más orden que destreza. Siempre pendiente de los espacios. "Los futbolistas se pasan más minutos sin la pelota que con ella", tiene grabado el técnico en su particular catecismo. Empezó su idilio con el balón cuando tenía 8 años, en el equipo de su barrio, el Estrella de Oro. A los 16 se fajaba en Tercera División, a los 17 empezó a jugar en Primera y a los 18 en la Selección, según explica el entrenador en su biografía Creer: El Desafío de Superarse Siempre.
Cada vez más, el fútbol es un deporte en el que comienza a imperar el músculo. En ese entorno, Simeone destaca por sacar el máximo provecho de las situaciones adversas. Simeone cuenta con una estrategia clara y fuerte, es referente para su equipo por compartir y confiar decisiones. Persigue con tenacidad sus objetivos y ha conseguido un giro de actitud en su equipo. Basta con recordar que comenzó a trabajar en el Atlético cuando el club se encontraba en puestos de descenso en la Liga, hace cinco años, y dos cursos después lo encaramó entre los más grandes de Europa. Sin duda ha cambiado la mentalidad perdedora por un equipo que cree en el éxito. Entre otras virtudes, Simeone es un claro ejemplo de líder que rehace a su plantilla y saca las mejores competencias de cada uno.
Trabaja muy bien el ego de sus jugadores, pero cuando sus cracks se consolidan empieza a tener conflictos potenciales porque él necesita estar por encima de sus jugadores. Nunca da puntada sin hilo ante los micrófonos. Se maneja muy bien en las ruedas de prensa para inculcar sus grandes mensajes. Así logró hacer célebre su lema partido a partido, o aquella frase que dice que "las grandes batallas no las gana el mejor sino el que está más convencido". Hay que ver a Simeone como un líder poliédrico, con muchas caras. Es rupturista con el pasado. También orienta su actividad hacia la consecución de resultados sin olvidarse del buen trato con las personas. Dice lo que piensa y es directo, transparente, persistente y constante. Y también sabe conservar el código genético del Atlético de Madrid.
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