HOLLYWOOD SE HUNDE Y SUS RÉCORDS DE RECAUDACIÓN NO LO PODRÁN SALVAR
La industria del cine se enfrenta a una paradoja mortal: sus películas recaudan más que nunca... pero el público que va a verlas no para de disminuir
Un fantasma recorre Hollywood: el fantasma de la secuelitis. Pese a que, según las previsiones, la industria estadounidense del cine acumulará unos ingresos de alrededor de 4.300 millones de dólares en 2016 (500 millones por debajo del máximo histórico, amasado en 2013 con 4.800 millones), la inquietud se apodera de los despachos de los ejecutivos, que buscan ansiosamente un nuevo modelo de negocio. ¿A qué se debe esto? Pues, según un informe publicado por The Hollywood Reporter, al conocimiento de que la fórmula actual, basada en franquicias y remakes, va camino de agotarse.
Según afirma el reportaje, la industria está en alerta roja frente a dos hechos ciertos. El primero, que películas de bajo presupuesto, y pertenecientes a un nicho de mercado presuntamente minoritario como es el cine de terror, han desbancado en rentabilidad a algunos de los blockbusters más ambiciosos (en planteamiento) y fallidos (en taquilla) estrenados durante lo que va de año. Así, los capitostes de los estudios se habrán tomado como una señal de alerta que The Purge: Election Year, con sus espartanos 10 millones de dólares de presupuesto, haya recaudado más dinero en EE UU (79 millones de dólares) que Alice Through the Looking Glass: la segunda adaptación de Lewis Carroll protagonizada por Mia Wasikowska y Johnny Depp costó 170 millones, más sus gastos de marketing, pero sólo acumuló 77 millones en las taquillas estadounidenses, con un total internacional de 295 millones. Cifras que bastan para hacerla pasar a la historia de los grandes fracasos de la historia de Hollywood.
Mientras las superproducciones como Alice Through the Looking Glass, Ben-Hur y Ghostbusters, rendían mucho menos de lo esperado, y filmes de bajo presupuesto como Bad Moms y The Purge: Election Year se convertían en éxitos imprevistos, las cabezas pensantes de los estudios tenían que aceptar otro dato terrorífico: en EE UU, y en el mundo, la gente va cada vez menos al cine, con unas cifras de espectadores que, pese a un breve repunte este año, llevan disminuyendo sin parar desde comienzos de la década. ¿Cómo se explican, pues, las grandes cifras de recaudación? Pues porque el precio de las entradas de cine en EE UU está en un máximo histórico, algo que contribuye a maquillar el estado de las cosas. Pero, por mucho que cuesten los tickets, no habrá negocio si nadie está dispuesto a pagarlos. Y, si (como ya se empiezan a temer las grandes productoras) el público está harto de secuelas sin fuste y franquicias cuyas sucesivas entregas no aportan nada, las cantidades seguirán disminuyendo.
Y, para colmo, los responsables de este marasmo no son del todo conscientes de él. Al menos eso es lo que afirma el analista financiero Doug Cruetz: "He hablado con gente de las compañías, y todos ellos piensan que están estrenando malas películas, cuando lo que ocurre es que el público quiere cambios", señala este experto. Y prosigue: "Con sólo ver éxito en el estreno de películas como The Secret Life of Pets y Lights Out, los estudios dan luz verde a secuelas que aún no tienen ni guión, con vistas a estrenarlas en dos años. Eso es malo para el proceso creativo". Según Cruetz, la receta para una mutación en la industria es "que cierre un estudio o dos". Pero ni siquiera esa expectativa tan drástica podría servir de algo, a su juicio, porque "antes, las productoras entraban en quiebra cuando les iba mal, pero ahora pertenecen a multinacionales, lo que les permite gastarse todo el dinero que quieran".
Otro analista citado por The Hollywood Reporter, Paul Dergarabedian, tiene opiniones similares: "Este verano ha habido demasiadas secuelas, reboots, remakes y recuelas que no han satisfecho las expectativas del público", afirma. "Esto ha creado una percepción negativa de Hollywood y, pese a los altos beneficios y un posible récord de recaudación, si la tendencia sigue a largo plazo destruirá el entusiasmo de los consumidores y su disposición a aceptar la oferta". Tal vez Hollywood esté consiguiendo que el público acepte sus malos productos por ahora, pero no podrá hacerlo indefinidamente.
En general, según se aprecia por las cifras, los estudios se han pasado el verano compitiendo con más ferocidad que de costumbre, dado lo reducido de la demanda. E, irónicamente, la máxima ganadora es Disney, seguramente la productora más responsable de este modelo de negocio basado en el reciclaje de ideas. Pese a los batacazos de Alice Through the Looking Glass y de The BFG, la casa del ratón puede alardear de haber lanzado The Jungle Book, Zootopia, Finding Dory y Captain America: Civil War, los cuatro títulos más taquilleros del año. Sólo uno de los cuales, para mayor recochineo, está basado en una idea original. Alan Horn, presidente de la compañía, reconoce que "la competencia [entre las majors] por la atención del público es ahora más intensa que nunca", y también admite que su empresa tiene "una estructura única" (basada en el marketing intensivo, podríamos añadir) que le permite sacar más partido que nadie de las tendencias actuales.
Aun así, Horn insiste en que la clave para triunfar sobre sus competidores es siempre la misma: "Conseguir que la gente deje todo lo que está haciendo y vaya al cine para ver tu película". El problema, podría decirse, es que el público tiene cada vez más opciones en las que ocupar su tiempo libre. Y, si el cine no le satisface, no piensa abandonarlas.
Un fantasma recorre Hollywood: el fantasma de la secuelitis. Pese a que, según las previsiones, la industria estadounidense del cine acumulará unos ingresos de alrededor de 4.300 millones de dólares en 2016 (500 millones por debajo del máximo histórico, amasado en 2013 con 4.800 millones), la inquietud se apodera de los despachos de los ejecutivos, que buscan ansiosamente un nuevo modelo de negocio. ¿A qué se debe esto? Pues, según un informe publicado por The Hollywood Reporter, al conocimiento de que la fórmula actual, basada en franquicias y remakes, va camino de agotarse.
Según afirma el reportaje, la industria está en alerta roja frente a dos hechos ciertos. El primero, que películas de bajo presupuesto, y pertenecientes a un nicho de mercado presuntamente minoritario como es el cine de terror, han desbancado en rentabilidad a algunos de los blockbusters más ambiciosos (en planteamiento) y fallidos (en taquilla) estrenados durante lo que va de año. Así, los capitostes de los estudios se habrán tomado como una señal de alerta que The Purge: Election Year, con sus espartanos 10 millones de dólares de presupuesto, haya recaudado más dinero en EE UU (79 millones de dólares) que Alice Through the Looking Glass: la segunda adaptación de Lewis Carroll protagonizada por Mia Wasikowska y Johnny Depp costó 170 millones, más sus gastos de marketing, pero sólo acumuló 77 millones en las taquillas estadounidenses, con un total internacional de 295 millones. Cifras que bastan para hacerla pasar a la historia de los grandes fracasos de la historia de Hollywood.
Mientras las superproducciones como Alice Through the Looking Glass, Ben-Hur y Ghostbusters, rendían mucho menos de lo esperado, y filmes de bajo presupuesto como Bad Moms y The Purge: Election Year se convertían en éxitos imprevistos, las cabezas pensantes de los estudios tenían que aceptar otro dato terrorífico: en EE UU, y en el mundo, la gente va cada vez menos al cine, con unas cifras de espectadores que, pese a un breve repunte este año, llevan disminuyendo sin parar desde comienzos de la década. ¿Cómo se explican, pues, las grandes cifras de recaudación? Pues porque el precio de las entradas de cine en EE UU está en un máximo histórico, algo que contribuye a maquillar el estado de las cosas. Pero, por mucho que cuesten los tickets, no habrá negocio si nadie está dispuesto a pagarlos. Y, si (como ya se empiezan a temer las grandes productoras) el público está harto de secuelas sin fuste y franquicias cuyas sucesivas entregas no aportan nada, las cantidades seguirán disminuyendo.
Y, para colmo, los responsables de este marasmo no son del todo conscientes de él. Al menos eso es lo que afirma el analista financiero Doug Cruetz: "He hablado con gente de las compañías, y todos ellos piensan que están estrenando malas películas, cuando lo que ocurre es que el público quiere cambios", señala este experto. Y prosigue: "Con sólo ver éxito en el estreno de películas como The Secret Life of Pets y Lights Out, los estudios dan luz verde a secuelas que aún no tienen ni guión, con vistas a estrenarlas en dos años. Eso es malo para el proceso creativo". Según Cruetz, la receta para una mutación en la industria es "que cierre un estudio o dos". Pero ni siquiera esa expectativa tan drástica podría servir de algo, a su juicio, porque "antes, las productoras entraban en quiebra cuando les iba mal, pero ahora pertenecen a multinacionales, lo que les permite gastarse todo el dinero que quieran".
Otro analista citado por The Hollywood Reporter, Paul Dergarabedian, tiene opiniones similares: "Este verano ha habido demasiadas secuelas, reboots, remakes y recuelas que no han satisfecho las expectativas del público", afirma. "Esto ha creado una percepción negativa de Hollywood y, pese a los altos beneficios y un posible récord de recaudación, si la tendencia sigue a largo plazo destruirá el entusiasmo de los consumidores y su disposición a aceptar la oferta". Tal vez Hollywood esté consiguiendo que el público acepte sus malos productos por ahora, pero no podrá hacerlo indefinidamente.
En general, según se aprecia por las cifras, los estudios se han pasado el verano compitiendo con más ferocidad que de costumbre, dado lo reducido de la demanda. E, irónicamente, la máxima ganadora es Disney, seguramente la productora más responsable de este modelo de negocio basado en el reciclaje de ideas. Pese a los batacazos de Alice Through the Looking Glass y de The BFG, la casa del ratón puede alardear de haber lanzado The Jungle Book, Zootopia, Finding Dory y Captain America: Civil War, los cuatro títulos más taquilleros del año. Sólo uno de los cuales, para mayor recochineo, está basado en una idea original. Alan Horn, presidente de la compañía, reconoce que "la competencia [entre las majors] por la atención del público es ahora más intensa que nunca", y también admite que su empresa tiene "una estructura única" (basada en el marketing intensivo, podríamos añadir) que le permite sacar más partido que nadie de las tendencias actuales.
Aun así, Horn insiste en que la clave para triunfar sobre sus competidores es siempre la misma: "Conseguir que la gente deje todo lo que está haciendo y vaya al cine para ver tu película". El problema, podría decirse, es que el público tiene cada vez más opciones en las que ocupar su tiempo libre. Y, si el cine no le satisface, no piensa abandonarlas.
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