ESTOS SON LOS LIBROS QUE MÁS HAN SIDO ADAPTADOS AL CINE [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]
Los médicos aseguran que la de Sean Connery es la postura correcta para leer un clásico universal
Es cierto que no puedes bañarte dos veces en el mismo río, pero no hay una regla escrita sobre el número de versiones de la misma historia que puedes escuchar antes de volverte completamente loco. En esta lista hemos recopilado algunos de los libros más adaptados en toda la historia de la humanidad, como si todos hiciéramos un pacto para olvidar que ya nos los sabemos de memoria cuando se estrena una nueva película o serie de televisión.
Sólo hemos tenido en cuenta las adaptaciones audiovisuales, pero es necesario avisar de que muchas de estas narraciones también han sido llevadas al teatro. Del mismo modo, nos centramos sólo en los libros en sí, no en los personajes (si así fuera, Sherlock Holmes ganaría por goleada) o en los autores (nadie puede con William Shakespeare). Sin más dilación, empecemos nuestro recorrido:
A Christmas Carol de Charles Dickens
Unas veinte películas oficiales no son, ni mucho menos, paparruchas. La breve fantasmagoría Scrooge, or, Marley's Ghost (1901) fue la primera, pero podemos decir que, al igual que la novela corta, nunca ha dejado de publicarse y sus personajes tampoco han llegado a abandonar del todo la gran pantalla. Ya sea en versiones musicales, acompañados por los Muppets o potenciados por la magia del cine digital, los fantasmas de Mr. Scrooge siempre han estado ahí. Sin embargo, esto es sólo una pequeñísima parte de la historia: el clásico de Dickens ha sobrevivido sobre todo en forma de pastiches y parodias, gracias a su estatus de obra libre de derechos. The Flintstones, Mr. Magoo, The Black Adder, Los Pitufos, Quantum Leap, Northern Exposure o Doctor Who son sólo algunas series que han decidido adaptar la estructura de los tres espectros a sus especiales de navidad, mientras que Scrooged (Richard Donner) y Ghosts of Girlfriends Past (Mark Waters) son ejemplos de lo elástico que puede resultar el concepto.
Los Tres Mosqueteros de Alexandre Dumas
Incluso La Loca Historia de Los Tres Mosqueteros (Mariano Ozores) dejó su huella en este tesoro de la literatura de aventuras, que antes había inspirado a gente como Douglas Fairbanks, John Wayne (sólo que, en su versión, eran miembros de la Legión Extranjera), Cantinflas, Gene Kelly o Richard Lester. Los niños de los 90 pudieron alternar episodios de D'Artacán y Los Tres Mosqueperros con esa producción Disney que tenía a Sting, Bryan Adams y Rod Stewart uniendo sus voces en armonía, aunque luego llegaría la locura dicapriana con The Man in the Iron Mask, uno de los muchos ejemplos de películas basadas en secuelas (apócrifas o no) y giros más o menos chiflados -¡el cuarto mosquetero! ¡Los hijos de los mosqueteros!- a partir de Dumas. En los últimos años, Paul W.S. Anderson hizo por esta historia lo que Guy Ritchie hizo por Holmes, pero no conviene olvidar que también hemos tenido una miniserie de la BBC, una producción de The Asylum e incluso una webserie ambientada en una sororidad universitaria feminista.
Alice In Wonderland de Lewis Carroll
Hay una primera adaptación que precede incluso a la visión del pionero Edwin S. Porter, así que no creas que el Sombrerero Loco de Johnny Depp ha inventado nada: las películas basadas en el cuento lisérgico y sinsentido por antonomasia son tan viejas como el propio cine. Puede que las producciones Disney, tanto animadas como en imagen real, sean las más canónicas, pero Alice también ha servido de inspiración a artistas tan prestigiosos como Jonathan Miller (¡Peter Sellers es el Rey de Corazones!), Jan Svankmajer o Betty Boop. Hasta ahí las versiones que siguen de manera ortodoxa la novela original o su secuela: Alice Through the Looking Glass. Ahora vamos con las obras derivadas, entre las que destacan la impresionante Alicia o La Última Fuga de Claude Charbol, o la sensacional Jabberwocky, en la que Terry Gilliam expandió uno de los poemas absurdos de la segunda parte y convirtió al Jabberwocky en una realidad. Lo carrolliano ha infectado incluso a series clásicas de ciencia-ficción como Star Trek o Lost in Space, ambas con su episodio-homenaje a Alice. Por no hablar de la cantidad de referencias presentes en Matrix, Serial Experiments Lain o Lost.
El Conde de Montecristo de Alexandre Dumas
Doble combo para el novelista y dramaturgo francés, que incluso consiguió que la frase "una historia tipo Conde de Montecristo" entrase a formar parte del acervo popular. Llevamos viéndolas desde la época del cine mudo, aunque tuvo que llegar Robert Donat para dejarnos al Edmundo Dantés más icónico (y parodiable) de todos los tiempos. Su versión fue tan popular que tuvo incluso una secuela, El Hijo de Montecristo, y una suerte de remake mexicano inconfeso. Más hombres famosos que han ocupado esa celda: Richard Chamberlain, Gérard Depardieu y Jim Caviezel, quizá la única persona viva que ha hecho Montecristo antes de Jesucristo. Al más puro estilo de Ms. Pacman, la novela también ha tenido versiones protagonizadas por una mujer, entras las que destaca la de Fay Wray en 1934. Las referencias en otras obras (las famosas historias tipo Montecristo) darían para otro artículo, pero basta mencionar que Lew Wallace se basó en Dumas para su Ben-Hur, lo que convierte todas las adaptaciones de esa novela, técnicamente, en revisiones de El Conde de Montecristo.
Dracula de Bram Stoker
Desde que el rey de los vampiros está fuera de derechos, es habitual encontrárselo en secuelas de Blade, compotas de superestrellas victorianas o comedias de animación en las que regenta un hotel. No siempre fue así: cuando F.W. Murnau y su productor Albin Grau llevaron la novela al cine por primera vez en 1922, tuvieron que cambiar los nombres de todos los personajes para no soliviantar a la viuda de Stoker. Tampoco es que sirviera de mucho, pues la señora convirtió la caza y posterior quema de copias de Nosferatu en su pasatiempo favorito. Diez años después, la Universal llegó a un acuerdo económico con los dramaturgos John L. Balderston y Hamilton Deane para llevar su obra de teatro (completamente oficial) al cine, convirtiendo así a Bela Lugosi en el patrón según el cual se cortarían después los Draculas de Christopher Lee o Frank Langella. En los 90, Francis Ford Coppola volvió a las raíces (o eso afirmaba en el título) con una versión que potenciaba la idea del vampiro como icono romántico. Sin duda, es la misma que nutre Dracula Untold, en la que Luke Evans convierte al tradicional villano en un héroe incomprendido.
Frankenstein de Mary W. Shelley
La criatura fue la segunda entrada al panteón de la Universal, que le puso un copyright al insuperable maquillaje que Jack Pierce aplicó sobre el rostro de Karloff. No sirvió de mucho: suya es la imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en el monstruo de Frankenstein, por mucho que la Hammer o Kenneth Branagh/Robert De Niro presentasen versiones alternativas. La obra de Shelley es, en realidad, inagotable: los conocedores del cine mudo veneran la llamada "versión Edison", los sibaritas de la comedia se saben de memoria el homenaje de Mel Brooks al cine de James Whale y los amantes del cine psicotrópico saben que no hay nada más alucinante que Flesh for Frankenstein o Frankenstein 80. Ni siquiera hace falta adaptar la novela de manera confesa, como bien saben el Tim Burton de Frankenweenie o el Vincenzo Natali de Splice. Oh, y cuando Shelley escribió acerca de su "espantosa progenie", probablemente estuviese pronosticando la llegada de cosas como I, Frankenstein o Victor Frankenstein, ejemplos recientes de que, a veces, a los clásicos (como a los muertos) es mejor no tocarlos.
Pride and Prejudice de Jane Austen
Es una verdad universalmente aceptada que cada generación ha de tener SU versión de Pride and Prejudice. Los millennial tienen dos: la canónica, dirigida por Joe Wright y protagonizada por Keira Knightley; y la zombificada, con Lily James como Elizabeth Bennet. Adivina cuál de las dos tiene más predicamento entre la crítica. Por alguna razón, la primera gran adaptación, la de Laurence Olivier como Mr. Darcy, demostró que una de las tres novelas más reconocidas de todos los tiempos siempre haría sonar alguna campana entre el público. Pero la versión con más fans, aún hoy, es la miniserie de 1995, con Jennifer Ehle y Colin Firth. El segundo estuvo dispuesto a parodiar su aura darciana inconfundiblemente en Bridget Jones's Diary, una de las muchas obras derivas del clásico de Austen. Otros ejemplos serían The Lizzie Bennet Diaries, que adapta la comedia de maneras decimonónica a nuestra era YouTuber; The Day the Earth Stood Stupid, el episodio de Futurama con el cerebro gigante metiéndose en la trama de varios libros; y Death Comes to Pemberley, basada en la brillante secuela/juego metaliterario de P.D. James.
Romeo y Julieta de William Shakespeare
Las tres grandes son: A) Cuckor (1936, MGM, Norma Shearer y Leslie Howard como amantes fatídicos); B) Zeffirelli (1968, contracultural, protagonizada por adolescentes como los de la obra); y C) Luhrmann (1996, Leo + Claire enamorando a la Generación MTV, banda sonora de The Cardigans). Sin embargo, es muy difícil no añadir West Side Story a esta lista, pese a que sólo usa al bardo como referencia lejana y, de hecho, no está preocupada en absoluto por las causas profundas e intergeneracionales del conflicto entre familias. Pero sí, Natalie Wood y Richard Beymer hicieron muchísimo por popularizar a los amantes de Verona en el siglo XX, que alojó la versión más marciana posible: Tromeo and Juliet, dirigida por James Gunn para la Troma. ¿Sacrilegio? Uh, no del todo: esta comedia negra contó con la aprobación del mismísimo Kenneth Branagh, quien consideró que el shock y la violencia eran factores determinantes de la experiencia shakespeariana. No nos olvidamos de Romeo Must Die, Gnomeo & Juliet o incluso Titanic, que fue vendida por James Cameron ante los ejecutivos de Fox como "el Romeo y Julieta en un barco".
La Biblia de... varios autores
Empezando, como es debido, por el Génesis (Noah, de Darren Aronofsky, sería un buen ejemplo), existen más películas bíblicas de las que nos imaginamos. Muchas de ellas son producciones de derribo o especiales para canales de televisión evangélicos, pero a veces nos encontramos con entradas tan prestigiosos como The Ten Commandments, Exodus: Gods and Kings o el Samson de Andrzej Wajda. Mentiéndonos ya de lleno en el Nuevo Testamento, agarrémonos a la barra de seguridad: King of Kings, Salomé, The Big Fisherman, The Passion of the Christ, Jesucristo Superstar, The Last Temptation of Christ... en serio, la lista llega hasta el techo. Para terminar, las Revelaciones y el Apocalipsis también han proporcionado buena materia prima a películas de género fantástico: The Omen y su cargamento de secuelas/remakes/copias son el mejor ejemplo, pero también tenemos The Seventh Sign (sin relación), End of Days y, por supuesto, la colección de películas basadas en la noción de El Rapto, con Left Behind y su Nicolas Cage como último gran ejemplo.
Es cierto que no puedes bañarte dos veces en el mismo río, pero no hay una regla escrita sobre el número de versiones de la misma historia que puedes escuchar antes de volverte completamente loco. En esta lista hemos recopilado algunos de los libros más adaptados en toda la historia de la humanidad, como si todos hiciéramos un pacto para olvidar que ya nos los sabemos de memoria cuando se estrena una nueva película o serie de televisión.
Sólo hemos tenido en cuenta las adaptaciones audiovisuales, pero es necesario avisar de que muchas de estas narraciones también han sido llevadas al teatro. Del mismo modo, nos centramos sólo en los libros en sí, no en los personajes (si así fuera, Sherlock Holmes ganaría por goleada) o en los autores (nadie puede con William Shakespeare). Sin más dilación, empecemos nuestro recorrido:
A Christmas Carol de Charles Dickens
Unas veinte películas oficiales no son, ni mucho menos, paparruchas. La breve fantasmagoría Scrooge, or, Marley's Ghost (1901) fue la primera, pero podemos decir que, al igual que la novela corta, nunca ha dejado de publicarse y sus personajes tampoco han llegado a abandonar del todo la gran pantalla. Ya sea en versiones musicales, acompañados por los Muppets o potenciados por la magia del cine digital, los fantasmas de Mr. Scrooge siempre han estado ahí. Sin embargo, esto es sólo una pequeñísima parte de la historia: el clásico de Dickens ha sobrevivido sobre todo en forma de pastiches y parodias, gracias a su estatus de obra libre de derechos. The Flintstones, Mr. Magoo, The Black Adder, Los Pitufos, Quantum Leap, Northern Exposure o Doctor Who son sólo algunas series que han decidido adaptar la estructura de los tres espectros a sus especiales de navidad, mientras que Scrooged (Richard Donner) y Ghosts of Girlfriends Past (Mark Waters) son ejemplos de lo elástico que puede resultar el concepto.
Los Tres Mosqueteros de Alexandre Dumas
Incluso La Loca Historia de Los Tres Mosqueteros (Mariano Ozores) dejó su huella en este tesoro de la literatura de aventuras, que antes había inspirado a gente como Douglas Fairbanks, John Wayne (sólo que, en su versión, eran miembros de la Legión Extranjera), Cantinflas, Gene Kelly o Richard Lester. Los niños de los 90 pudieron alternar episodios de D'Artacán y Los Tres Mosqueperros con esa producción Disney que tenía a Sting, Bryan Adams y Rod Stewart uniendo sus voces en armonía, aunque luego llegaría la locura dicapriana con The Man in the Iron Mask, uno de los muchos ejemplos de películas basadas en secuelas (apócrifas o no) y giros más o menos chiflados -¡el cuarto mosquetero! ¡Los hijos de los mosqueteros!- a partir de Dumas. En los últimos años, Paul W.S. Anderson hizo por esta historia lo que Guy Ritchie hizo por Holmes, pero no conviene olvidar que también hemos tenido una miniserie de la BBC, una producción de The Asylum e incluso una webserie ambientada en una sororidad universitaria feminista.
Alice In Wonderland de Lewis Carroll
Hay una primera adaptación que precede incluso a la visión del pionero Edwin S. Porter, así que no creas que el Sombrerero Loco de Johnny Depp ha inventado nada: las películas basadas en el cuento lisérgico y sinsentido por antonomasia son tan viejas como el propio cine. Puede que las producciones Disney, tanto animadas como en imagen real, sean las más canónicas, pero Alice también ha servido de inspiración a artistas tan prestigiosos como Jonathan Miller (¡Peter Sellers es el Rey de Corazones!), Jan Svankmajer o Betty Boop. Hasta ahí las versiones que siguen de manera ortodoxa la novela original o su secuela: Alice Through the Looking Glass. Ahora vamos con las obras derivadas, entre las que destacan la impresionante Alicia o La Última Fuga de Claude Charbol, o la sensacional Jabberwocky, en la que Terry Gilliam expandió uno de los poemas absurdos de la segunda parte y convirtió al Jabberwocky en una realidad. Lo carrolliano ha infectado incluso a series clásicas de ciencia-ficción como Star Trek o Lost in Space, ambas con su episodio-homenaje a Alice. Por no hablar de la cantidad de referencias presentes en Matrix, Serial Experiments Lain o Lost.
El Conde de Montecristo de Alexandre Dumas
Doble combo para el novelista y dramaturgo francés, que incluso consiguió que la frase "una historia tipo Conde de Montecristo" entrase a formar parte del acervo popular. Llevamos viéndolas desde la época del cine mudo, aunque tuvo que llegar Robert Donat para dejarnos al Edmundo Dantés más icónico (y parodiable) de todos los tiempos. Su versión fue tan popular que tuvo incluso una secuela, El Hijo de Montecristo, y una suerte de remake mexicano inconfeso. Más hombres famosos que han ocupado esa celda: Richard Chamberlain, Gérard Depardieu y Jim Caviezel, quizá la única persona viva que ha hecho Montecristo antes de Jesucristo. Al más puro estilo de Ms. Pacman, la novela también ha tenido versiones protagonizadas por una mujer, entras las que destaca la de Fay Wray en 1934. Las referencias en otras obras (las famosas historias tipo Montecristo) darían para otro artículo, pero basta mencionar que Lew Wallace se basó en Dumas para su Ben-Hur, lo que convierte todas las adaptaciones de esa novela, técnicamente, en revisiones de El Conde de Montecristo.
Dracula de Bram Stoker
Desde que el rey de los vampiros está fuera de derechos, es habitual encontrárselo en secuelas de Blade, compotas de superestrellas victorianas o comedias de animación en las que regenta un hotel. No siempre fue así: cuando F.W. Murnau y su productor Albin Grau llevaron la novela al cine por primera vez en 1922, tuvieron que cambiar los nombres de todos los personajes para no soliviantar a la viuda de Stoker. Tampoco es que sirviera de mucho, pues la señora convirtió la caza y posterior quema de copias de Nosferatu en su pasatiempo favorito. Diez años después, la Universal llegó a un acuerdo económico con los dramaturgos John L. Balderston y Hamilton Deane para llevar su obra de teatro (completamente oficial) al cine, convirtiendo así a Bela Lugosi en el patrón según el cual se cortarían después los Draculas de Christopher Lee o Frank Langella. En los 90, Francis Ford Coppola volvió a las raíces (o eso afirmaba en el título) con una versión que potenciaba la idea del vampiro como icono romántico. Sin duda, es la misma que nutre Dracula Untold, en la que Luke Evans convierte al tradicional villano en un héroe incomprendido.
Frankenstein de Mary W. Shelley
La criatura fue la segunda entrada al panteón de la Universal, que le puso un copyright al insuperable maquillaje que Jack Pierce aplicó sobre el rostro de Karloff. No sirvió de mucho: suya es la imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en el monstruo de Frankenstein, por mucho que la Hammer o Kenneth Branagh/Robert De Niro presentasen versiones alternativas. La obra de Shelley es, en realidad, inagotable: los conocedores del cine mudo veneran la llamada "versión Edison", los sibaritas de la comedia se saben de memoria el homenaje de Mel Brooks al cine de James Whale y los amantes del cine psicotrópico saben que no hay nada más alucinante que Flesh for Frankenstein o Frankenstein 80. Ni siquiera hace falta adaptar la novela de manera confesa, como bien saben el Tim Burton de Frankenweenie o el Vincenzo Natali de Splice. Oh, y cuando Shelley escribió acerca de su "espantosa progenie", probablemente estuviese pronosticando la llegada de cosas como I, Frankenstein o Victor Frankenstein, ejemplos recientes de que, a veces, a los clásicos (como a los muertos) es mejor no tocarlos.
Pride and Prejudice de Jane Austen
Es una verdad universalmente aceptada que cada generación ha de tener SU versión de Pride and Prejudice. Los millennial tienen dos: la canónica, dirigida por Joe Wright y protagonizada por Keira Knightley; y la zombificada, con Lily James como Elizabeth Bennet. Adivina cuál de las dos tiene más predicamento entre la crítica. Por alguna razón, la primera gran adaptación, la de Laurence Olivier como Mr. Darcy, demostró que una de las tres novelas más reconocidas de todos los tiempos siempre haría sonar alguna campana entre el público. Pero la versión con más fans, aún hoy, es la miniserie de 1995, con Jennifer Ehle y Colin Firth. El segundo estuvo dispuesto a parodiar su aura darciana inconfundiblemente en Bridget Jones's Diary, una de las muchas obras derivas del clásico de Austen. Otros ejemplos serían The Lizzie Bennet Diaries, que adapta la comedia de maneras decimonónica a nuestra era YouTuber; The Day the Earth Stood Stupid, el episodio de Futurama con el cerebro gigante metiéndose en la trama de varios libros; y Death Comes to Pemberley, basada en la brillante secuela/juego metaliterario de P.D. James.
Romeo y Julieta de William Shakespeare
Las tres grandes son: A) Cuckor (1936, MGM, Norma Shearer y Leslie Howard como amantes fatídicos); B) Zeffirelli (1968, contracultural, protagonizada por adolescentes como los de la obra); y C) Luhrmann (1996, Leo + Claire enamorando a la Generación MTV, banda sonora de The Cardigans). Sin embargo, es muy difícil no añadir West Side Story a esta lista, pese a que sólo usa al bardo como referencia lejana y, de hecho, no está preocupada en absoluto por las causas profundas e intergeneracionales del conflicto entre familias. Pero sí, Natalie Wood y Richard Beymer hicieron muchísimo por popularizar a los amantes de Verona en el siglo XX, que alojó la versión más marciana posible: Tromeo and Juliet, dirigida por James Gunn para la Troma. ¿Sacrilegio? Uh, no del todo: esta comedia negra contó con la aprobación del mismísimo Kenneth Branagh, quien consideró que el shock y la violencia eran factores determinantes de la experiencia shakespeariana. No nos olvidamos de Romeo Must Die, Gnomeo & Juliet o incluso Titanic, que fue vendida por James Cameron ante los ejecutivos de Fox como "el Romeo y Julieta en un barco".
La Biblia de... varios autores
Empezando, como es debido, por el Génesis (Noah, de Darren Aronofsky, sería un buen ejemplo), existen más películas bíblicas de las que nos imaginamos. Muchas de ellas son producciones de derribo o especiales para canales de televisión evangélicos, pero a veces nos encontramos con entradas tan prestigiosos como The Ten Commandments, Exodus: Gods and Kings o el Samson de Andrzej Wajda. Mentiéndonos ya de lleno en el Nuevo Testamento, agarrémonos a la barra de seguridad: King of Kings, Salomé, The Big Fisherman, The Passion of the Christ, Jesucristo Superstar, The Last Temptation of Christ... en serio, la lista llega hasta el techo. Para terminar, las Revelaciones y el Apocalipsis también han proporcionado buena materia prima a películas de género fantástico: The Omen y su cargamento de secuelas/remakes/copias son el mejor ejemplo, pero también tenemos The Seventh Sign (sin relación), End of Days y, por supuesto, la colección de películas basadas en la noción de El Rapto, con Left Behind y su Nicolas Cage como último gran ejemplo.
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