LOS TIEMPOS CAMBIAN: LAS SERIES DE TELEVISIÓN AHORA SE ESTRENAN EN FESTIVALES DE CINE [www.facebook.com/actoresdirectoresguionistas]

La cultura abraza la televisión como un medio artístico tan estimulante como el cine


La gran sorpresa de la cuarta jornada del Festival de Venecia, que anunció ayer el palmarés de su edición número 73, fue una serie, no una película; una serie que, si nos guiamos por la mayoría de titulares de la prensa especializada, consiguió la atención y el aplauso entre la agenda del día, y eso que compartía los medios con el regreso de un grande, el realizador francés François Ozon. Paolo Sorrentino mostraba por fin los dos primeros capítulos de la miniserie The Young Pope, una coproducción norteamericana y europea alrededor de la figura del primer Papa (de ficción) estadounidense, Pío XIII, que llega al Vaticano para revolucionar las intrigas en torno a la curia. Su éxito no fue tan sorprendente si tenemos en cuenta sus credenciales (además de su productor, protagoniza un rejuvenecido Jude Law, y la distribuirán las plataformas de excelencia HBO, Canal+ y Sky), pero la noticias es que fuera una creación para televisión, y no para la gran pantalla, la que lograra el halago de La Biennale.

El idilio entre las series de televisión y los festivales de cine, al menos como algo con futuro y no el calentón de una noche, es reciente, pero no por ello fugaz. Colarse en una muestra de la talla de Venecia y con la firma de un autor tan reputado como Sorrentino es un puntazo, no nos engañemos, pero The Young Pope es sólo el último ejemplar catódico en hacerlo. Hace dos años, la miniserie francesa P'tit Quinquin, de Bruno Dumont, se vio con alabanza en el Festival de Cannes, y meses más tarde la prestigiosa revista también gala Cahiers du Cinéma la nombró la mejor producción audiovisual de 2014, por encima de cualquier película. Europa presume de un romance especial con las series (la Berlinale cuenta con una sección específica que llegó a mostrar 1992 y Deutschland 83, teleficciones que aplaudió la crítica internacional de 2015, o las más mediáticas Better Call Saul y The Night Manager), pero Estados Unidos no se queda atrás. Sundance estrenó en 2014 la tvmovie de HBO Behind The Candelabra, biopic de Liberace a cargo de Steven Soderbergh, y en el South by Southwest de Austin esto ya es algo habitual.

El camino que han andado las series de televisión hasta que se han podido ver en los festivales de cine más importantes, con el mismo respaldo que la industria y los medios conceden a las películas, ha sido largo. La investigadora Concepción Cascajosa explica mucho mejor el proceso de legitimación cultural en su libro La Cultura de las Series (Laertes, 2016), pero podríamos atrevernos a señalar que la atención de la crítica especializada y el apoyo del fandom son factores incuestionables por los que las series han dejado de ser cosa de frikis para ser algo cool. Que Obama condenara en Twitter los spoilers de House of Cards, que Pablo Iglesias le regalara al Rey Felipe VI un pack de Game Of Thrones con su tufillo político o que Woody Allen se mandara a hacer una serie con Amazon, son parte del mismo fenómeno por el que las teleficciones se ven en las citas cinéfilas. Así como los Oscar o los Emmy nacieron para reivindicar su papel como industria, las series ya han creado sus mercados y festivales exclusivos para visibilizar su poder creativo y comercial.

Lo más interesante es que, detrás de todo esto, hoy existe un fenómeno cultural en constante movimiento; además de disfrutar de los títulos del momento, podemos bucear en ellos con orgullo y sin prejuicios, conocer y reconocer a sus creadores, a los teóricos que desgranan sus discursos sobre la sociedad o la política. Porque las series también hablan de nosotros y de nuestro tiempo. Que The Young Pope se haya visto en la Mostra de Venecia es un síntoma más de que la cultura por fin abraza la televisión como un medio artístico tan estimulante como el cine, de que ese ideario antiguo del arte que merece la pena y el entretenimiento que sólo atonta a las masas ha pasado, por suerte, a mejor vida.

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