LA CRÍTICA DE LA SEMANA: CEMENTERIO GENERAL
LA
VENTAJA DE PODER LLAMARSE ‘PELÍCULA DE TERROR’
Aunque de terror no tiene casi nada, el eslogan que
nos mete a las salas fue efectivo, y junto con una publicidad perfectamente
dirigida consigue el público que toda película necesita en su estreno para
poder sobrevivir. No engañaría a nadie de haber cambiado el título de película
de ‘terror’ por el de película de ‘sustos’, o de ‘espantos’ (como diría el
Chavo del Ocho), y es que realmente, si se quiere explicar una diferencia entre
una película de ‘terror’ y una de ‘sustos’, Cementerio General nos serviría.
Para trascender con una película de terror hay que trabajar muchísimo más que
para hacer una de sustos. Para un susto se necesita tan sólo un ruido fuerte,
una aparición de ultratumba o un despistado personaje que no se da cuenta en la
situación en la que se está y mete un susto sin querer. Fácil. Pero, ¿hacer
terror? ¿Poner al espectador en una situación en la que duda si irse de la sala
por el miedo que lo apodera, pero que no lo hace porque quiere ver el final de
la película? Eso es un poco más difícil.
Cementerio General se apega al plan
hollywoodense de película de terror. No hay problema, ni hay de qué asustarse,
la misión se cumplirá. La gente irá a ver la película, el día del estreno y
luego, un poco más. El riesgo es que el popularísimo y peruanísimo ‘Radio Bemba’,
esa publicidad tan ansiada que vale más que cualquier premio de la academia y
que consigue que producciones con bajísimos presupuestos se hagan películas de culto: esa ‘publicidad de boca en
boca’, jugará en el equipo contrario a nosotros. Cementerio General es sólo una película de sustos.
Cuando Kubrick mandaba pintar los cines en los que se proyectaría su película, para que el público pudiera disfrutar mejor la velada, conseguía la nota más alta en cuanto a cinematografía total nos pudiéramos referir. Cuando nos meten a una sala en la que la pantalla es muchísimo más grande que el cuadro de la cinta de la película, la producción consigue la nota más baja en cuanto a cine latinoamericano nos pudiéramos referir, y deja al público con una gran pregunta en la cabeza: ¿por qué no consiguieron el cuadro total de la pantalla o por qué nos ponen una pantalla tan grande si el cuadro de la cinta que vamos a ver es casi la mitad? No faltará el que diga: ¿qué comparación tan absurda? ¿Kubrick y Dorian Fernandez? La respuesta: Los mejores siempre se están comparando con los mejores, los de su nivel, hacer lo contrario o sólo asombrarse con la comparación representaría un insulto.
Luego de pasar la parte cómica de la película,
en la que todos ríen indefectiblemente por las ocurrencias del los chicos de la
escuela, las populares ‘lorneadas’ que hacen recordar épocas pasadas a la
audiencia, y la preparación del primer acto hecho cómicamente para preparar el
nudo de la historia, la película consigue atrapar al espectador. (Algo que
resaltar: Nikko Ponce, de unos 24 años, sí parecía, con uniforme, un chico de
edad escolar) El buen trabajo de propuesta de ángulos de cámara ayuda a
apreciar mejor la obra y ofrece a la sala el aura de bienestar y tranquilidad y
la sensación de estar viendo profesionalismo y rigidez. Hasta ese momento se nota
que no escatimar en gastos es la consigna de la dirección general, por eso
impacta raramente que luego veamos descuidos tan locos, como que pareciera que
todas las casas del pueblo en los que los chicos están habían contratado al
mismo decorador de interiores. O que no se haya trabajado mejor en la actuación
de la actriz con más experiencia del elenco, más aún si va a ser su nombre un
símbolo de la publicidad. ¿Se perdona? OK.
Igual nos podemos entretener con los sustos o con lo mejor que nos presenta esta película: los problemas y el desenlace de la estadía de los chicos en el cementerio. Aunque algunos audios de risas infantiles y canciones de cuna están demás (ya que no se entienden), la estadía de los personajes en el cementerio es tan desesperante que paga con creces la expectativa creada. Todo perfecto hasta allí, como habíamos dicho, la película consigue atrapar al espectador; pero luego, inexplicablemente, lo suelta. Luego, lo quiere volver a atrapar, pero ya es demasiado tarde, la audiencia da por terminada la historia y sólo espera el final, en una película de terror no se puede atrapar a una audiencia luego de haber pasado ya el 85% de la cinta.
La muerte de la niña, con el corte de cuello, y
una palabra (tan sólo una, suficiente, perfecto) muy bien trabajada (ese “huevón”)
que resulta efectiva, termina por claudicar el nudo. Con este fin de acto se
acaba la primera tensión. Luego, se quiere volver a atrapar, pero no se logra.
Menos con el ahora cliché de meterse debajo de las sábanas con la handycam
encendida. Y la pobre dirección de arte provoca la confusión al haber hecho que
todos los personajes tengan casas idénticas.
A continuación se presentan afirmaciones que se
hace uno al ver la película:
1.- Ya no hay que llamar a una figura atractiva (como
Leslie Shaw) para que esté de adorno en una película.
2.- Todas las casas del pueblo en donde vivían
los chicos, todas tienen piscina.
3.- Típico. Vas a trampear a la casa de tu
amante, que es madre de una niña que estudia con tu hija en la misma escuela, y
mientras tienen sexo no cierras la puerta de la habitación ni tienes oído para
escuchar que la hija de tu amante ya entró a la casa, llamó a su mamá, puso sus
llaves en la mesa de la cocina para volver a llamar a su mamá. Y no te diste
cuenta hasta que llegó al cuarto donde estabas, empujó la puerta que estaba
entreabierta y te ampayó. ¿Qué?
Sobre el final se quedará
en una dispar aceptación. A algunos les gustó, a otros no. No hay que ser
genios para vislumbrar que con un focus group se habría conseguido un mejor
final, por lo menos uno diferente que no deje a ningún personaje en el aire,
como el de la mujer que se intenta suicidar, que luego vomita las pastillas, y
que de ahí ya nadie nos responde qué fue lo que pasó con ella. El final es
confuso, pero no en cuestión de la historia, porque sí sabemos cómo terminan los
personajes y hasta sus finales son aceptables y creíbles, sino que es confuso
porque da raras sensaciones que no tienen respuesta, es que con este final nos
quedamos con ganas de querer ver más, perfecto, ¿pero más de qué? ¿Más del
mismo show de sustos hollywoodense?, no, ya no, gracias.
Por: Arnaldo Quijandría
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