La Crítica de la Semana: GUERRA MUNDIAL Z
La Crítica de la Semana: Guerra Mundial Z de Marc Forster
NO PODRÁS DECIR QUE TE ABURRISTE
Guión: Matthew Michel Carnahan, Drew Goddard y Damon Lindelof
Adaptación para la Pantalla: Michael Straczynski y Matthew Michel Carnahan
Basado en el Libro de Max Brooks
Reparto: Brad Pitt, Mireille Enos, Daniella Kertesz y David Morse
Las chicas de la vida fácil, dijo alguna vez el genio mexicano Cantinflas, son las que luego resultan tener la vida más difícil. Del mismo modo, el dogma de las películas de acción reposa sus intenciones en hacer que el héroe obtenga cuantos obstáculos sean posibles añadir a la película; así, este guión tan fácil de escribir (simplemente buscando qué nuevo problema ponerle a nuestra figura de acción de turno) se convierte en la vida posible más difícil de vivir para nuestro protagonista.
Si bien el resultado es una película de acción como cualquier otra, aunque nos podemos valer de los efectos modernos que nos ofrece la tecnología para mejorar trabajos anteriores del mismo género, se cumple lo esperado por el espectador y, si tenemos talento y algo (sólo una pizca) de suerte, tendremos el clímax que nos hará salir airosos del cine.
Guerra Mundial Z, con un Brad Pitt (que se hace toda la película) corriendo por todo el mundo en busca de una cura para el virus mortal que azota toda la humanidad, con todos los obstáculos que se le presentan frente a él, hace una película muy entretenida y rica de digerir, inaburrible, y el mérito está en que consigue un clímax algo ajustado, pero clímax al fin, que ya varias películas de acción envidiarían tener. Pero, el cuidado que hay que tener al dirigir un clímax es muy especial y, en esta ocasión, se tornó, vamos a decir, ambidiestro.
Sabíamos de antemano que el final había sido cambiado, inclusive que Marc Forster no habría dirigido el final que vimos en el último corte sino que el mismo Pitt lo había hecho, y: ¿esa es la razón por la cual vemos este desenlace tan raro de cuadrar en nuestras cabezas?
El clímax apela a la emoción de ver al héroe caminar por donde no habíamos pensado que lo podría hacer, con ayuda de una interpretación experimentada y de la música, que a ninguna película le debe faltar nunca, se logra lo que se quiso, pero algo menos zafado y mejor puesto hubiera sido eliminar (o dirigir diferente) las situaciones que hacen soltar carcajadas al público.
Un zombi haciendo sonar sus dientecitos amarillentos y destruidos, o la cara de Pitt volteando a ver la otra cara del doctor a cargo de las oficinas de la OMS por haber pisado por enésima vez los vidrios rotos en el piso y atraer a sus enemigos con el sonido, son situaciones que dan risa; cualquier individuo con provisiones necesarias se daría cuenta que a una sala repleta le causará el mismo efecto que a cualquiera. Si el clímax es dramático, no interrumpas el dramatismo con cosas innecesarias (como tirar latas de Pepsi cómo lo haría Van Damme o Fonzie), aunque aún así se logra un final emocionante y con sustancial catarsis que ya muchos quisieran tener en sus películas de acción.
La emoción del arranque nos hace olvidar en algo, pero no a un espectador entrenado, lo que puede ser creíble o poco creíble en situaciones dramáticas, como el hecho de que un niño pierda a su madre y a su padre en una noche y a la media hora esté sonriendo con un extraño y chocando puños en señal de triunfo y tranquilidad, o que el mismo Pitt pareciera salir con el mismo vestuario que usó en Babel. Cabe hacerse la pregunta: ¿Es ese el look de un Secretario General de la ONU? Por más retirado que esté, o por más que el comic haya propuesto algo parecido (ya sabemos que el mismo Max Brooks había dicho que la película sólo tendría el nombre de su libro peor nada más) se queda uno con las ganas de haber podido esperar más de estos detalles que parecen haber sido dejado de lado por el ego, o tal vez no, quién sabe, habrá que esperar los especiales del DVD.
Delirios
Guerra Mundial Z, con un Brad Pitt (que se hace toda la película) corriendo por todo el mundo en busca de una cura para el virus mortal que azota toda la humanidad, con todos los obstáculos que se le presentan frente a él, hace una película muy entretenida y rica de digerir, inaburrible, y el mérito está en que consigue un clímax algo ajustado, pero clímax al fin, que ya varias películas de acción envidiarían tener. Pero, el cuidado que hay que tener al dirigir un clímax es muy especial y, en esta ocasión, se tornó, vamos a decir, ambidiestro.
Sabíamos de antemano que el final había sido cambiado, inclusive que Marc Forster no habría dirigido el final que vimos en el último corte sino que el mismo Pitt lo había hecho, y: ¿esa es la razón por la cual vemos este desenlace tan raro de cuadrar en nuestras cabezas?
El clímax apela a la emoción de ver al héroe caminar por donde no habíamos pensado que lo podría hacer, con ayuda de una interpretación experimentada y de la música, que a ninguna película le debe faltar nunca, se logra lo que se quiso, pero algo menos zafado y mejor puesto hubiera sido eliminar (o dirigir diferente) las situaciones que hacen soltar carcajadas al público.
Un zombi haciendo sonar sus dientecitos amarillentos y destruidos, o la cara de Pitt volteando a ver la otra cara del doctor a cargo de las oficinas de la OMS por haber pisado por enésima vez los vidrios rotos en el piso y atraer a sus enemigos con el sonido, son situaciones que dan risa; cualquier individuo con provisiones necesarias se daría cuenta que a una sala repleta le causará el mismo efecto que a cualquiera. Si el clímax es dramático, no interrumpas el dramatismo con cosas innecesarias (como tirar latas de Pepsi cómo lo haría Van Damme o Fonzie), aunque aún así se logra un final emocionante y con sustancial catarsis que ya muchos quisieran tener en sus películas de acción.
La emoción del arranque nos hace olvidar en algo, pero no a un espectador entrenado, lo que puede ser creíble o poco creíble en situaciones dramáticas, como el hecho de que un niño pierda a su madre y a su padre en una noche y a la media hora esté sonriendo con un extraño y chocando puños en señal de triunfo y tranquilidad, o que el mismo Pitt pareciera salir con el mismo vestuario que usó en Babel. Cabe hacerse la pregunta: ¿Es ese el look de un Secretario General de la ONU? Por más retirado que esté, o por más que el comic haya propuesto algo parecido (ya sabemos que el mismo Max Brooks había dicho que la película sólo tendría el nombre de su libro peor nada más) se queda uno con las ganas de haber podido esperar más de estos detalles que parecen haber sido dejado de lado por el ego, o tal vez no, quién sabe, habrá que esperar los especiales del DVD.
Delirios
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