LA CRÍTICA DE LA SEMANA: MAN OF STEEL de Zack Snyder

LA CRÍTICA DE LA SEMANA: MAN OF STEEL de Zack Snyder

ACTUAR COMO SUPERMAN ES FÁCIL. SER SUPERMAN: ¿ES IMPOSIBLE?


Alfred Hitchcock dijo alguna vez que hacer una película de una historia demasiado conocida te obligaba a ser fiel a la historia original, y no podías cambiarla a tu antojo; de hacerlo, el público quedaría mortificado con tu película, porque ya tendrá expectativas construidas de antemano. A “Man Of Steel” le sucede exactamente lo que el viejo predijo hace más de 60 años. La historia de Superman es más conocida que David Beckham.

Todo remake tiene que versionar a personajes que ya están en la retina de los ojos de todos nosotros; pues bien, se puede elegir el hacerlos como originalmente se crearon o bien cambiarlos y mejorarlos para bien, nunca para mal, porque eso sería desastroso. Inmediatamente el espectador elegiría subconscientemente al anterior como su favorito.

En esta película se cambia por completo las mentes de los personajes tan marcados en la también marcada historia; como que el General Zod ya no es un General clandestino, perverso y egoísta; sino que ahora es en General de verdad, es noble en sus intenciones y para nada es egoísta. Por el contrario, para un Kryptoniano, resultaría un héroe, ya que busca el bien para su planeta y su pueblo. Bien, podemos optar por tomarnos ese riesgo, perfecto, pero, la toma de riesgo en las demás cosas, como cambiar el color del planeta Kryton de blanco a negro (¿ciudad gótica?), o como matar a Jor El y no dejar que muriera por la destrucción de su planeta: ¡Demasiado riesgo! Aquí ya cambiamos todo y encima le quitamos la esencia al padre de nuestro héroe.

Jor El era un héroe aún superior al mismo Superman. Superman, salvando a un millón de personas en un día, nunca podría ser más héroe que un Jor El resignándose a morir como el capitán que nunca abandonó su barco. Cuando Michael Shannon apuñala a un descuidado Russell Crowe, mata tontamente al personaje, y con él mata a un ahora tonto Jor El, que muere por descuidado. ¡Qué mala decisión! Arruina el personaje. Ocurre al principio de la película, y con la cara de un Russell Crowe sorprendido por el apuñalamiento, doblaba los codos y se agarraba la cabeza el Cristo del Pacífico, yo chocaba, con los ojos cerrados, la palma de mi mano derecha en mi frente y la voz farfulladora de Marlon Brando enviando a su único hijo a la tierra se metía como humo cálido a la cabeza de los espectadores.

Tratar de inventar la pólvora, cuando ya está inventada hace mucho tiempo, es ya una tarea super difícil; ahora, inventar la pólvora sobre el cadáver de Superman, resulta, a estas alturas de la historia del cine, ya imposible. ¿Se puede acaso hacer una película de Superman sin Clark Kent? ¿Ridículo? Pues, esta película lo hace, o al menos lo intenta hacer. Pero dirán, “Clark está en la película, es Superman”, pues, la verdad es que Clark (ese torpe periodista del Diary Planet) nunca apareció, y hasta el más atrevido diría que ni el mismo Superman apareció nunca. Todo el mundo espera, desde 1978, la re-aparición del mito que dejó Christopher Reeve en su paso por este planeta, y: ¿cómo lo tiene que hacer? Obviamente, con la aparición en la ciudad, ante la gente, mostrando lo que será el héroe, de ahí en adelante, desde esa mítica escena de la caída del helicóptero, en la que toda la audiencia no sabía, junto con Luisa Lane, qué iba a pasar con el helicóptero que caía directo hacia la cabeza del hombre de la capa y de la periodista. Nadie dice que remeden al mito, pero, crear una escena del nivel de esa hubiera sido la mejor escogencia para la película y así evitar decepciones. Pero, en esta ocasión, Superman nunca apareció. Nadie lo conocía. Es más, lo quisieron arrestar, con un personaje interpretado por Christopher Meloni que no significaba nada y que además, junto con un Lawrence Fishburne que salva heroicamente a una de sus empleadas, no sólo no aportan nada a la historia, sino que además, estos dos personajes que fungen de héroes en una historia en la que nadie los ha llamado, están de más, y distraen la vista del héroe principal. Acá la película se fue de mal a peor. Ni qué hablar de las naves espaciales que hacían parecer que se trataba de la tercera parte de la nueva saga de Star Trek.

Antes habíamos escuchado a Zack Snider decir que no iba a contar con la música de John Williams, y que iba a mostrar el lado “humano” de Superman. Si mostrar a un extraterrestre como un humano es ya tarea difícil (tanto como decir que voy a mostrar a un león más humano), el hacer una película de Superman sin Clark, sin entrada heróica y, además, sin música, es ya casi como cometer un suicidio y estar preparado para enfrentarse a comentarios de burla. La película parece Transformes o la secuela de Avengers. Superman no es Avengers, no es Transformes, ni es un circo. Superman es una historia de sentimientos encontrados, es amor (Lois Lane), es odio (General Zod), es comedia (Perry White), es, por último, la mente criminal más privilegiada de la tierra (Lex Luthor). No hubo música, y si la había es una ofensa ya a la memoria del cinéfilo y un asesinato atroz al único superhéroe que se figuraba en tu mente con sólo escuchar su música (si es el único, ¡no lo mates, pues! ¡no le disparas al sui generis!). Y, moraleja, si se quiere mostrar el “lado humano” de Superman, no sirve ponerle pelos en el pecho (¿qué antiestético?), sino, obviamente, dejar de lado la computadora. ¿Cómo voy a mostrar un personaje humano dibujándolo en una computadora? ¡Qué mal plan! ¿Cómo voy a lograr una escena mítica como las que logró Richard Donner, con el guión de Mario Puzzo, en 1978, sin grabarlas? Una historia no se logra rompiendo 15 rascacielos en una computadora ni rompiendo los oídos del espectador, explosionando cosas a diestra y siniestra, durante 30 minutos seguidos. Para lograr una escena mítica, tienes que grabarla, no vale dibujar nada. El cable que enganchaba la correa de Christopher Reeve conmovía más que cualquier programa de computadora.

La historia de Superman es la que el público va a ver, es un intento fallido de exploración dramática el ponerle más historias a la historia, como la que cuenta que los habitantes de Krypton estaban diseñados de antemano para hacer lo que debían hacer, o que el planeta estaba en guerra, o que los ovnis sobrevuelan la tierra y la gente en la calle sigue haciendo sus cosas con normalidad y hasta invitan a salir a Lois Lane con entradas a un concierto, o que Kal El, además de ya ser Superman, tenía en su cuerpo la posibilidad de crear un nuevo Krypton, ¡qué disparate! El guión se carga de muchas cosas que explicar y la historia, maravillosa de por sí, de la leyenda de Kal El, se pierde en cosas que están de más. Y no faltan las ridiculeces, como la de mandar a Zod y sus hombres al espacio como prisioneros, y, al final, son los únicos que se salvan de la destrucción de Krypton, ¡qué estúpidos deben ser los kryptonianos para mandar a sus presos al único lugar en donde se salvarían! Pésimo.

Lo rescatable: La tremenda actuación de Michael Shannon en el papel de Zod que, separándolo del Zod del 78, pone un buen nuevo personaje en pantalla. Y, Russell Crowe, en el papel de Jor El, que fuera de lidiar con un guión que desperdició al personaje, trata con mucho oficio las situaciones a las que se enfrenta. Logró conmover con mucha astucia.


Delirios

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